Agricultura, Ezequiel Zamora y la deuda histórica

La bala que mató a Zamora no llegó sola, ni por azar. Vino de la rabia y rompió sueños de transformación de la estructura agraria venezolana. Desde ese entonces la deuda con una justa distribución de la tierra ha crecido. En el nombre de Zamora se han apaciguado los ánimos de los campesinos venezolanos; su nombre ha sido usado como ejemplo de lucha, pero señalando que estos tiempos son para saber esperar los cambios necesarios. Así ha sido, durante todo el siglo XX, y mordiendo el primer quinto de siglo XXI, la tierra es un problema sin resolver en nuestra cacareada revolución socialista.

En la IV República la Ley de Reforma Agraria del 15 de Marzo de 1960, se pregonó en todos los espacios sociales y académicos que la tierra era para quien la trabajaba; con ese basamento filosófico se negoció con los grandes propietarios la adquisición de extensiones que sirvieron para distribuirla entre los campesinos y frenar el apoyo que la izquierda estaba sumando para garantizar la operación de las guerrillas en los territorios rurales. Nuestros campesinos fueron utilizados como delatores a cambio de una esperanza, y los que no, fueron masacrados. La tierra que se distribuyó, fue nuevamente adquirida y reconcentrada por poderosos terratenientes. Otras tierras fueron utilizadas para la expansión urbana y comercial. La presión sobre la tierra disminuyó también por el éxodo de la población rural hacia las grandes ciudades de entonces, para formar los cinturones de miseria que todavía persisten. Dejaron una huella histórica de seres sin tierra y hambrientos.

El Zamora que nos vendieron como liberador y triunfador en la batalla de Santa Inés fue sepultado en los primeros cien años de su muerte, y luego en los siguientes 40 años, encargaron que su imagen fue cubierta de una mezcla de concreto similar a la que se vierte en las centrales nucleares que emiten radioactividad incontrolada. En 140 años, no hubo tierra ni hombres libres. Hubo una manipulación histórica del personaje para apaciguar la ira y la lucha por la tierra. En eso tiempos, también hubo Escuelas de Capacitación Campesina con el epónimo del revolucionario Zamora; hubo celebraciones en Santa Inés, se creó la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Altos Occidentales Ezequiel Zamora con un modelo educativo que luego burló a Zamora y ha servido para apuntalar la agricultura industrialista y fortalecer a los poderosos tenedores de tierras de alta calidad de suelos. Los campesinos quedaron reducidos a 350 hasta 400 mil familias, que en su total, no disponen de más del 20 % del total de la tierra agrícola, y mucha de esta ubicada en ecosistemas frágiles y de suelos pobres. Esas 350 mil familias cerraron el siglo XX con menos tierras que las 1000 propiedades más grandes de nuestra Patria. La reforma agraria fracasó, la ley que se utilizó fue letra muerta, la organización campesina, especialmente la Federación Campesina de Venezuela le dio la espalda a la lucha por la tierra y quedaron para acompañar la burocracia a inaugurar pequeñas obras en los asentamientos campesinos.

Con la nueva constitución, refundadora de la Patria, hay un rescate de la imagen de Zamora, y se convierte en una de las Tres Raíces del proceso político que ha ocupado esta parte del siglo XXI. En su nombre se han propuesto diversas formas de organización del Poder Popular Campesino y de las actividades socio productivas. La creatividad ha sido amplia, pero los fracasos iguales de amplios. De NUDES, Saraos, Fundos Zamoranos y pare de contar no quedan sino relictos. Luego se avanzó hacia los Consejos Campesinos, cuya utilidad parece mayor en los clímax de las crisis institucionales y políticas. Ha también surgido la organización comunal y las comunas con perfil agrario socialista. Casi el 90 % de la arenga agraria de Chávez fue favorable a los campesinos, indígenas y pequeños agricultores independientes. Y sin embargo, la estructura agraria de la tenencia y uso de la tierra en nuestra Patria, mantiene en términos generales el mismo perfil que en el cierre de la IV República, aun cuando ha habido un rescate de tierras de los latifundios en manos de la oligarquía criolla e internacional.

Ahora, se habla de un Árbol de Cuatro Raíces. Chávez incluido merecidamente. Pero la deuda histórica sigue intacta. Ni la tierra es para quien la trabaja, ni la propiedad burguesa se ha desmantelado, ni los resultados esperados en la producción nacional proveniente de los campesino ha crecido sustancialmente, ni la organización campesina se ha fortalecido realmente, aunque si literalmente. Eso no significa que se ha fracasado, sino que hay un conjunto de contradicciones no resueltas que merecen atención. Debe ser por eso que últimamente, el tema de la distribución y legalización de la tenencia de tierras ha tomado auge y que el fenómeno político de las comunas es vanguardia y a la vez expectativa de una nueva forma de organización social para la producción. Imagino que en el próximo Censo Agrícola podremos determinar quien es quien en tenencia de la tierra. La hipótesis es que nuevos actores sociales están tomando tierras para tener por asalariado a los campesinos. ¿Será verdad?

A los campesinos no se les puede asignar solo la responsabilidad de su sobrevivencia, ese ha sido el error mayor cuando se trata de hacer planes productivos. La agricultura campesina debe pasar a ser excedentaria y diversificada. Y posiblemente, sea necesario un nuevo stress para los territorios rurales, un programa de vuelta al campo aguarda por las Cuatro Raíces.

A 157 años de aquella bala maldita que le cegó la vida, Zamora debe ser re-significado. Una revolución que esconda las contradicciones por la tenencia y uso de la tierra deja mucho que pensar.



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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