Uno de los hechos que hemos vivido y sufrido los venezolanos de a pie, de quienes andamos por las aceras y también al lado de los vehículos, es decir, por las propias calles, son las famosas obras públicas.
Al parecer, las obras públicas en el pasado representaban ese famoso guiso y no precisamente al que le echaban bastante pimentón, sino que constituía esa especie de "no me den cargo, pónganme donde haiga", que fue muy famoso en el tiempo de la cuarta república y del cual un gentío solía hablar y bromear.
Aquello era una metodología la cual se basaba en que un sujeto actuaba como administrador en cualquier institución del Estado y cualquier tipo de contratación que era muy necesaria, la manejaba a su antojo y con el propósito –para el administrador- de recabar un porcentaje del costo del proyecto que fuese realizado.
Por supuesto, ello siempre significó que las obras nunca fuesen entregadas a tiempo y, por otra parte, no existía la indispensable y necesaria supervisión para poder constatar que los trabajos se hicieran bien, que tuviesen calidad.
Por esa nefasta realidad, que a veces facilitaba que al contratista le entregaran el 50% del costo de la obra por anticipado, sin que mostrara equipos, capacidad y talento para el trabajo.
Y por esa realidad monstruosa, es que los ciudadanos vemos como las aceras se deterioran, los huecos en las calles aparecen apenas cae la lluvia, las alcantarillas se rompen con gran facilidad, no aguantan mucho el peso de las gandolas.
La electricidad, al menos en Lídice, deja de servirles a los ciudadanos en sus hogares, el aseo urbano y domiciliario no funciona, supuestamente porque no hay camiones, pero muchos recordamos cuando en plena plaza O´Leary fue mostrada la llegada de camiones para la recolección de la basura.
¡Ahhhh, pero la ciudadanía paga el aseo urbano en los recibos de la electricidad, aunque no tenga el servicio de la recolección!
¿Qué los semáforos no funcionan?
No siempre están en buenas condiciones, parecieran no tener mantenimiento. Muy pocos tienen el paso para los peatones y de hecho, las personas se lanzan a cruzar las calles a como dé lugar.
Las aceras son tomadas por los vendedores informales, esos que no pagan ningún tipo de impuesto, local, ni electricidad, ni agua, ni seguro social, nada. Ni hay control sobre la circulación de las motos ni de los autobuses y camionetas y mucho menos de las paradas. No se sabe qué hace la policía de tránsito.
¿Por qué todo esto sucede?
Simple y llanamente porque tenemos una estructura judicial muy frágil. No he visto al primer sancionado por no reparar bien las calles, las alcantarillas, las bocas de visita, etc.
Pareciera que en este país todo el que puede, hace lo que le vine en gana. No exigimos, no hay quien lo haga, calidad en las obras que financia el Estado y en los servicios que recibe la ciudadanía. La idea de que el ciudadano demande a las instituciones encargadas de las obras y servicios no es auspiciada por el Estado, cuando así debería ser. Todo parece indicar que es hora de que el Presidente Nicolás Maduro al profundizar el proceso revolucionario, también profundice las exigencias de calidad en obras y servicios y también profundice en las sanciones.
¡Hay que exigir calidad en las obras y servicios, porque hay una gran inversión y si no se exige calidad, volverán los tramposos y las trampas a ser dueños de la vida ciudadana.
Lee el siguiente blog: wwwpertinentes.blogspot.com (Premio Aníbal Nazoa/2010) Mención Opinión) Pedro Estacio estacio_conac@yahoo.com