Esta vez le voy a pedir a los lectores de estas notas, que tengan un poco de paciencia y me acompañen en un intento que hice de celebrar junto, al gran Fabricio Ojeda, este 23 de enero con su incorporación al Panteón Nacional; algo que no pude lograr por una de esas decisiones que lamentablemente ya es norma, aún con las consecuencias que trae para la imagen, prestigio y la confianza que debe transmitir nuestro proceso revolucionario. Resulta que el 23 de enero me levanté muy temprano con la idea fija de asistir al Panteón Nacional para cumplir militantemente con el llamado de nuestro camarada Nicolás, al acto donde saldaríamos la deuda con nuestro siempre recordado Fabricio Ojeda. Primero tendría que ir a Caricuao a cumplir compromisos familiares, para luego asistir al acto en cuestión. En Santa Mónica, al bordar la camioneta para trasladarme a Plaza Venezuela, el conductor me espetó, " llego hasta Ciudad Banesco"; Ok, me quedé en Ciudad Banesco, caminé hasta Plaza Venezuela, allí el metro estaba cerrado, la gente desesperada, los moto-taxistas haciendo su agosto. Pregunto a un policía ¿cómo hago para llegar a Caricuao?, me dice: "bueno, tome una camioneta a Chacao, allí agarre el metro para el centro, y del centro agarre el metro a Caricuao". No le dije lo que merecía para no ir preso. Ante semejante caos, no me quedó más que regresar caminando hasta la estación Ciudad Universitaria. Por el camino me encontré con ríos de gente hacia Plaza Venezuela, donde yo sabía ya, que se encontrarían con lo que yo acababa de vivir, la imposibilidad de poder trasladarse a algún sitio desde Plaza Venezuela. En Ciudad Universitaria, tampoco había posibilidad alguna de lograr un medio de transporte, las colas en las paradas eran kilométricas, angustiantes y estresantes, entonces me dije: "bueno Fabricio, te consta que lo intenté, pero por esa magistral idea que tuvo algún "lúcido" funcionario de dejar a Caracas sin metro cuando hay marchas, no podré estar presente en un momento tan importante para los revolucionarios venezolanos, algo que no sabemos si lo tendrá claro el o los inteligentes, que deciden inmovilizar Caracas, cuando la revolución llama a movilizarla".
Bueno, en resumen, caminé mucho, maldije bastante, y mientras caminaba decidí regresar a Santa Mónica, quedarme en casa para hacerme algunas preguntas sobre quiénes toman esas decisiones que no acercan al pueblo, sino que lo alejan del proceso revolucionario. Verdaderamente que no encontramos explicación razonable, con un mínimo de sentido común, que justifiquen el caos que crean a la colectividad capitalina, quienes deciden cerrar el metro cada vez que hay una marcha. Lo que sí sabemos, es que ellos no tienen la mínima idea de lo que la gente piensa y dice cuando no puede dirigirse a ninguna parte a realizar sus diligencias, o simplemente llegar a su casa o su trabajo. Al parecer, parten de un hecho basado en su propia realidad, de que todos tienen un auto a la puerta de su casa. Ojalá pudiesen estar aunque fuese unos cinco minutos, en una estación del metro cerrada y con cientos de usuarios varados. Es necesario que quienes toman estas medidas, se enteren de los efectos que causan, las reacciones que generan, que vivan y oigan lo que piensa el pueblo afectado. Claro, faltaría saber si les importa algo eso, pues decisiones de esta naturaleza, parece venir más del enemigo que de un funcionario comprometido con la eficacia y el buen servicio que debe prestarse a los ciudadanos en cualquier momento y bajo todas las circunstancias. El dividendo que la oposición obtiene de sus marchas, se debe, no a algún mensaje que de ellas se deriven, sino al descontento que genera en el pueblo, las medidas que se toman cada vez que la MUD decide marchar. La gente molesta no habla mal de la oposición, por el contrario, critican y protestan contra el gobierno al no poder movilizarse normalmente. Mucha gente se quedó en su casa este 23 de enero, al no poder lograr un medio de transporte que le permitiese llegar a la concentración en el Panteón Nacional. Es necesario identificarse y sentir las necesidades del pueblo, no se debe gobernar ignorando y subestimando algo tan elemental, como las vivencias de los sectores populares, que son los verdaderos afectados, con torpezas como las de cerrar las principales estaciones del metro, cada vez que hay una manifestación de la derecha. Por si alguien ya me está pasando a la oposición, por lo que acá planteo, estoy dispuesto a debatir en cualquier parte o cualquier gente, estas y otras observaciones que hay que hacer a muchos de nuestros funcionarios, que lejos de ayudar al proceso a nuestro presidente, con su negligencia, burocratismo y actitudes de reyezuelos de alguna republiqueta, lo que logran es desprestigiar y malponer tanto el legado del líder eterno Chávez Frías, como el esfuerzo que actualmente hace nuestro presidente Nicolás Maduro. La revolución es un proceso en construcción, donde todos somos pieza fundamental, y no es callando los errores y los desaciertos como podemos ayudar a construir un verdadero cambio revolucionario. Quienes hacemos este tipo de críticas, en primer lugar, lo que buscamos es que no se continúe metiendo la pata, con un costo político tan alto para este proceso que estamos tratando de desarrollar. Porque existen los revolucionarios templados en el fragor de la batalla, que seguiremos en esto aún con estos pelones, pero hay los que se vienen incorporando en esta nueva etapa y corremos el riesgo que se desmoralicen y decepcionen al ver actuaciones de "nuestra gente" que más bien parece trabajar para el enemigo. Asimismo, confunden y decepcionan a quien ven en el proceso revolucionario una forma diferente de ejercer el poder, que es gobernar pensando en el pueblo, vinculados a sus vivencias y necesidades básicas. Paradójicamente, siempre se presume que a los trabajadores del metro, contractualmente se les trata con mano de seda por la labor tanto delicada como importante que desarrollan; con todo y que eso es una gran verdad, resulta más contradictorio y por lo tanto menos comprensible, que seamos nosotros mismos quienes decidamos eliminar este vital servicio creando el caos y gran descontento popular entre quienes se ven obligados a parir otras formas de movilizarse en la capital.
Ramón Blasco (Guameño).
Febrero 2017