Pedro y María, junto con sus hijas, Andrea de ocho años, las morochitas, María Josefina y María Antonia de cinco años, y la beba, María Inés de sólo un año, son parte de ese creciente porcentaje de la población más pobre que se ha ido multiplicando en Venezuela desde que Nicolás Maduro asumió la presidencia de la República.
Pedro trabajaba como obrero en una planta productora de leche cercana del sector donde vive, que fue expropiada por el gobierno y tomada por burócratas que la llevaron a la ruina, dejando sin empleo a cientos de trabajadores, y sin el esencial líquido a miles de familias.
Por su parte María, quien tenía un puestico de empanadas cerca de la planta, con el desmantelamiento de la producción, y la pérdida de los puestos de trabajo, quedó sin clientela, razón por la cual, lo que pudo haber sido una pujante zona de desarrollo, se convirtió en uno de los barrios más precarios del sur del estado, en donde colapsaron los servicios públicos, entre ellos la basura, y con la llegada de individuos indeseables, también la delincuencia se apoderó del lugar, quienes terminaron por robarse los equipos que yacían abandonados en la procesadora de leche.
María envía a Andrea a la escuela cuando sabe que funciona el comedor escolar, pero desde que ella comenzó a estudiar, hace dos años, casi nunca hay comida, situación de la cual tienen conocimiento las autoridades regionales de educación, quienes intentan justificar con cualquier excusa las fallas del programa de alimentación, aunque en la escuela, tanto docentes como representantes dicen que no hay presupuesto, ni tampoco suficientes alimentos para darle de comer a los niños.
Las morochas no van a la escuela, porque el llamado Centro de Educación Inicial (CEI), del cual dijeron el gobernador y unos diputados que se visten de rojo y afirman ser "revolucionarios", iba a ser construido en dos años, sólo colocaron la "primera piedra" en un evento que fue transmitido en cadena nacional. En el lugar, quedó una inmensa valla con la imagen de Maduro, identificando un monto millonario, que supuestamente, fue cobrado por una empresa que estaba asociada con un ex – directivo de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), de quien dicen, ahora está prófugo de la justicia.
Recientemente hubo en el barrio una epidemia de difteria y paludismo. Hay muchos zancudos e insectos en el sector. Los niños sin saberlo, y por descuido de los padres, a veces se bañan en una tanquilla, que funciona como colector de agua cuando llueve, pero que en realidad se ha convertido en un depósito de larvas y lodo. Las autoridades sanitarias y menos la alcaldía fumigan el sector. Es más, ni siquiera visitan el barrio. Prácticamente, se puede decir que los niños que viven en el barrio y tienen menos de cinco años de edad, nunca han sido vacunados, porque las políticas de salud fueron abandonadas tanto por el gobierno nacional como por el gobierno regional.
Anoche Pedro y María no pudieron dormir. Sus cuatro hijas, lloraban mucho. Durante todo el día sólo pudieron comer un pedazo de yuca sancochada. Es una situación que se ha venido agravando, sobre todo desde que voceros del gobierno, dieron instrucciones a las empresas importadoras de vender los alimentos a precios internacionales, es decir, dolarizados, lo cual, ha hecho que el poco dinero que consigue Pedro trabajando como obrero a destajo, apenas alcance para el pasaje y comprar unas cuantas hortalizas, verduras o tubérculos.
Todas las niñas lloraban mucho, en especial, María Inés. Por eso, apenas amaneció, Pedro y María se fueron hasta el ambulatorio más cercano, el cual quedaba a media hora del sector. Lamentablemente, cuando llegaron, les diagnosticaron a las niñas envenenamiento por cianuro debido a la ingesta de yuca amarga, y que debían ir hasta el hospital, ubicado en el norte de la ciudad, porque ellos no contaban con los equipos para los llamados lavados de estómago. En ese trajinar con las niñas, Pedro y María debieron tomar un taxi, porque la única ambulancia con la que cuenta el "centro de salud" está fuera de servicio por falta de cauchos y batería.
Cuando finalmente, Pedro y María muy desesperados llegaron al hospital, las niñas estaban muy quebrantadas de salud, y María Inés estaba inconsciente. El final no pudo ser peor. A pesar que Andrea y las morochitas lograron recuperarse, la beba no pudo sobrevivir, falleció de un paro respiratorio.
Esta noche y muchas noches sucesivas, Pedro y María volverán a trasnocharse, pero ahora acompañados del dolor de haber visto morir a su pequeña, María Inés, por culpa de la ingesta de una yuca amarga (…) de una yuca amarga que seguirá enlutando hogares venezolanos porque el hambre es lo único que se ha multiplicado en el país.
Hoy, María Inés es la representación imaginaria de cualquier niña o niño que está muriendo no sólo por consumir yuca amarga, sino por consumir alimentos descompuestos en la basura o, por simplemente, no comer nada.
La yuca amarga es una amarga consecuencia que nos está arrastrando como pueblo a morir por culpa de un gobierno insensible quien aferrado al poder, no les importa en lo absoluto la vida de los venezolanos, y menos de los niños quienes son las principales víctimas de esta barbarie económica y social.
La yuca amarga o la yuca de la muerte es la representación inequívoca de un gobierno cuyo principal delito está en el estómago de la gran mayoría de los venezolanos: el hambre.
A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.