La conciencia revolucionaria, respetado compatriota Diosdado Cabello Rondón, se diferencia de otros tipos de conciencia no solo por ser la conciencia crítica del orden capitalista-burgués y proponer el socialismo como alternativa de transición hacia la sociedad comunista, sino además y fundamentalmente, por ser una praxis coherente, una razón y una pasión profundamente sustentada en una ética y una moral irreductibles. Y esto, aunque suene algo duro y cerrado, no es de ninguna manera un dogma, sino una convicción, una manera de ver y hacer la vida para poder convencer y no imponer. No en vano, el comandante Chávez insistía tenazmente en eso: convencer y no imponer. Convencer al otro solo es posible en el marco de la razón, el respeto, la democracia, la libertad, la soberanía, el diálogo, la paz y el amor. Dentro de estos valores, se encuentra la garantía para superar y resolver las contradicciones sociales, políticas y culturales sin que la dignidad humana sea vejada, atropellada o negada. En eso, Chávez demostró ser todo un campeón, un gran ejemplo no solo para nosotros que somos sus fieles seguidores, sino también para toda la humanidad.
En cambio, toda imposición se materializa a través de la manipulación, el irrespeto, el centralismo autoritario, la coerción y el chantaje, la anulación de la soberanía, la univocidad del mando, el hostigamiento, la agresión y el odio. La historia demuestra fehacientemente que la imposición es la herramienta predilecta que se instrumenta desde el poder para auto-perpetuarse al margen de toda legitimidad y muchas veces de la legalidad necesaria. Desde el surgimiento de la esclavitud y el patriarcado, pasando por las órdenes religiosas y el poder de las iglesias, las ideologías, hasta llegar al orden capitalista burgués-imperialista, el fascismo y toda forma de dictadura militar, invasión y destrucción de pueblos y naciones, la imposición es la regla de oro que se ha seguido en detrimento de la razón. De allí la paradoja maquiavélica de la llamada Razón de Estado. La razón es una sola y se ubica en la conciencia humana, es decir, en el ser racional-inteligente-sensible. El Estado no es una persona; sino una estructura burocrática y centralizada, inventada para dos funciones básicas: una, imponer y defender los intereses de la clase social dominante; y dos, controlar y reprimir a las clases dominadas. La razón de Estado resulta así un artificio para encubrir la razón del amo que se le impone al esclavo.
Lo dicho sirve de preámbulo para enmarcar la crítica y la autocrítica necesarias a la etiqueta o consigna "AQUÍ NO SE HABLA MAL DE CHÁVEZ", formulada de buena fe por usted, compatriota Diosdado Cabello; pero, lamentablemente, esa consigna posee una carga significativa contraria al sentido de lo que es el verdadero chavismo del propio Chávez. En tal sentido, considero que ese enunciado es un error. Y lo digo con toda la buena intención de corregir de manera crítica y autocrítica, pues, estoy convencido de que lejos de ayudar a la revolución, dicha consigna le causa daño y consecuencias lamentables. Las razones las expongo a continuación.
Desde el punto de vista semántico, el mensaje es una negación absoluta a la posibilidad de que alguien pueda expresar, con razón o sin ella, alguna opinión, válida o no, contra Chávez, lo cual anula la condición humana del comandante y lo convierte en un mito o en una figura endiosada. La experiencia histórica indica que cuando a los héroes o grandes hombres lo convierten en mitos o en dioses, lo alejan de los mortales y el pueblo los comienza a extrañar como algo inaccesible. Tenemos la experiencia del endiosamiento de Simón Bolívar, momificado solo para rendirle un cumplido y no para seguir su legado. Alí Primera acusó la denuncia de este hecho en su canto y con Chávez aprendimos que Bolívar no es un mito, ni un dios, ni una momia, sino que Bolívar y ahora también Chávez, somos todos y todas los y las patriotas que amamos la libertad y la justicia.
Si analizamos la consigna desde la semiótica, entendemos que se trata de un enunciado que, efectivamente, al puntualizar que no se hable mal de Chávez; deja abierta la posibilidad de que se pueda hablar mal de otras personas y del mismo Chávez, pero lejos del aquí. De manera que se trata de una expresión con carácter dual, discriminatorio y excluyente, porque protege exclusivamente a Chávez y el lugar de la enunciación; pero no a cualquier otro líder del chavismo ni al pueblo sino que deja abierta esa posibilidad de hablar mal de otros.
La interpretación semiótica nos conduce al problema ético y moral implícito en los efectos pedagógicos de la consigna. Si aceptamos su carácter imperativo, en tanto que es una orden de no hablar mal de una persona en particular, queda abierta la posibilidad de que sí se puede hablar mal de otras personas que no sean Chávez. Recordemos que desde el punto de vista moral y ético, lo correcto es sencillamente enseñar a no hablar mal del otro (de nadie) para que reine el respeto y la sana convivencia, es decir, optar por el Bien y no favorecer los estímulos al reino de lo malo y lo perverso.
Por otro lado, desde el punto de vista de la emocionalidad política-psico-afectiva, la consigna puede generar reacciones contrarias en el sector oposicionista, bajo la premisa de "no me vas a prohibir nada, yo digo lo que me da la gana" y, en consecuencia, la respuesta del chavista que se pueda sentir desafiado y, por tanto, obligado a defender su consigna. Todo lo cual puede desencadenar escenarios de confrontación innecesarios. Es preocupante que usted mismo, compatriota Diosdado, expresó que al que hablara mal de Chávez se le diera su mazaso. Eso equivale a una incitación a la confrontación violenta entre gente del mismo pueblo, lo cual comporta riesgos de posibles desencadenamientos de guerra civil, tal como lo quieren los enemigos de la revolución.
Estamos en una coyuntura histórica de confrontación decisiva entre las fuerzas del imperialismo y las fuerzas de la patria. Eso implica desarrollar y fortalecer la unidad nacional para la defensa de la patria; la unidad popular para la defensa de los derechos del pueblo; y la unidad de las fuerzas revolucionarias para la defensa del socialismo bolivariano del siglo XXI. Todo lo que perturbe o nos desvíe de ese esfuerzo es peligroso porque le hace el juego al enemigo.
Sumado a lo dicho, debo agregar que el propio Chávez nos enseñó a no caer en las provocaciones del enemigo, a ser más inteligentes, radicales, conscientes y convincentes en nuestras ideas y razones; a enseñar y convencer con la práctica, más que con el simple discurso político abstracto y no concreto. Vale más lo que hacemos, pues, la obra cumplida habla sola,
tiene valor por sí misma y no necesita que alguien la defienda. Chávez nunca le prohibió a los opositores que hablaran mal de él. Al contrario, le gustaba que lo hicieran porque era señal de que él andaba por buen camino. Por eso invocaba la gran figura humanista y universal del Quijote cuando le decía a su escudero Sancho Panza: "Deja que los perros ladren…".
Finalmente, estimado compatriota Diosdado, pienso que es necesario reconocer, destacar y seguir el ejemplo del presidente Nicolás Maduro que, siguiendo fielmente el legado de Chávez, siempre insiste en no quedarnos enganchados con el enemigo, sino que nos ocupemos y concentremos en construir lo nuestro, es decir, avanzar en la consolidación del proyecto liberador anti-imperialista, anti-capitalista, socialista, bolivariano y chavista de nuestro pueblo. En vez de gastar energía en esa consigna, invirtamos esfuerzos contra los verdaderos males que amenazan la revolución: el burocratismo, la ineficacia y la corrupción; la violencia, el odio y el crimen. En tal sentido, le propongo cambiar esa consigna por otras más unitarias y eficaces. He aquí algunas que se me ocurren a manera de ejemplos: ¡AQUÍ AMAMOS A CHÁVEZ, AL PUEBLO Y LA PATRIA GRANDE! ¡AQUÍ SEGUIMOS EL LEGADO DE CHÁVEZ! ¡AQUÍ TRABAJAMOS CON LAS IDEAS DE CHÁVEZ! ¡AQUÍ SOMOS CHÁVEZ, PATRIA Y SOCIALISMO! ¡AQUÍ SOMOS COMO CHÁVEZ: AMAMOS Y DEFENDEMOS A VENEZUELA!