A la memoria de las primeras víctimas de esta terrible pesadilla, hoy los evocamos en la cosecha de la sangre derramada

Ureña y la avanzada del Paramilitarismo en la frontera Tachirense

A la memoria de Gonzálo Carvajal y Vladimir Rodríguez, primeras víctimas de esta terrible pesadilla, a sus viudas, a sus hijos, desde el tormento de nuestros corazones, hoy los evocamos en la cosecha de la sangre derramada.

UNA EXPLICACIÓN NECESARIA

No debe confundirse El Sicariato con El Paramilitarísmo, y aun cuando los dos pueden andar juntos, cada uno tiene, sin embargo, su propia caracterización. El Sicariato es una modalidad criminal y una práctica. El Sicario es la escoria de la sociedad de consumo, desecho humano refugiado en las catacumbas de la droga y el delito, sin un lugar en la sociedad. El oficio de El Sicario es matar, aplica una tarifa y no tiene nociones de lealtad u otros valores, mata para satisfacer sus necesidades en el sórdido mundo donde se desenvuelve. En cualquier delincuente apremiado por la angustia existencial, hay un Sicario que asumirá este oficio cuando alguien disponga pagarle “sus servicios”, dotándolo de logística apropiada, (en algunos casos, dinero movilidad y armamento). Este sujeto de gran peligrosidad es un subproducto de cualquier sociedad bajo régimen capitalista; El Sicario es inestable, errante e incapaz de organizarse más allá de bandas que desaparecen muy pronto, ya porque la policía las desmantela, o porque ellos mismos las desarticulan, enfrentados por sus individuales intereses, (ajustes de cuentas, guerra entre bandas, delación, etc.) El Paramilitarismo es otra cosa-

LOS PARAMILITARES:

Atienden al régimen jerárquico y organizacional de los ejércitos, obedecen a una cadena de mando, se entrenan para el combate bajo rígida disciplina; son Reservistas en su mayoría, dotados de armamento moderno y como los antiguos

Y modernos mercenarios, reciben en pago una atractiva mesada puntualmente. A diferencia de Los Sicarios, Los Paramilitares son producto ideológico de las clases dominantes y han sido creados con un propósito bien definido: cuidar los bienes e intereses de los oligarcas y preservarles el poder que siempre han detentado en Colombia. Bajo esta concepción se ubican por encima de la Institución Militar ordinaria y de sus mandos. En autoridad y privilegios superan los dictados del Estado; sus fueros sin límites están más allá de todas las leyes, tanto como para que manejen a su antojo delitos de cualquier índole, sin interferencia de las autoridades colombianas, (lavado de activos, cultivo y tráfico de estupefacientes, secuestros, extorsión, entre otros). En resumen, se trata de un ejército creado por la más rancia aristocracia colombiana, listo para obrar bajo sus órdenes, en cualquier tiempo, lugar y circunstancias.

EL INFORME

En este Informe daremos detalles de cómo Los Paramilitares están poblando la frontera tachirense, colocando allí enclaves importantes. Cabe preguntarse entonces -¿Qué fines persiguen?-, Y la respuesta exige una apretada exégesis de nuestra triste experiencia en materia de límites con tan incómodo vecino. En beneficio del tiempo y el espacio omitiremos fechas y otros detalles, pero es bueno recordar que antes de la Independencia, cuando apenas éramos Capitanía General, subordinados al Virreinato de de Santa Fe de Bogotá, con motivo de la delimitación entre Pamplona y la recién fundada San Cristóbal, nos arrebataron “San Faustino”, población ribereña del Río Táchira, al sureste de Ureña. Tampoco debemos olvidar las viejas pretensiones de la oligarquía de aquel país, respecto al Golfo de Maracaibo; o la emboscada diplomática, fraguada en el célebre arbitraje de la llamada “Línea de Reclamación”, donde perdimos la Goajira; estas experiencias ponen en evidencia la vocación expansionista de la oligarquía colombiana, su más fiel exponente es el litigio que sostienen con Nicaragua por la Isla de San Andrés. Desde esta perspectiva, la geopolítica ofrece respuestas lógicas para los enclaves Paramilitares en la frontera tachirense; pero hay más: de todo esto se podría inferir la soterrada intención de colocar avanzadas en puntos estratégicos venezolanos, pues no tiene nada de temerario suponer que El

Plan Colombia, en su misión de desestabilizar a Venezuela, eventualmente pueda

abortar una confrontación militar entre los dos países. Bajo este supuesto los bastiones armados tendrían asegurada la ventaja para dominar y someter las fronteras del Táchira con altos porcentajes de población colombiana, hipótesis que cobra fuerza en la absoluta veracidad del siguiente relato:

LO MÁS RECIENTE DE ESTA HISTORIA

Este Informe se produce desde las postrimerías del territorio venezolano, en jurisdicción del Municipio Pedro María Ureña del Estado Táchira, donde cada vez es más la desoladora acción del sicariato y grupos armados de Colombia, conocidos como “paramiliatares”, quienes desde hace algún tiempo, -abiertamente y con absoluta impunidad, establecieron aquí sus bases de operaciones-.

Conviene hacer notar que estos irregulares inicialmente hacían incursiones esporádicas a nuestra jurisdicción, con saldo de asaltos, homicidios o secuestros, pero se retiraban, una vez consumados los atroces delitos, -de los que poco, por cierto, hizo eco la prensa nacional-. Desde hace dos años esta modalidad sufrió un rotundo cambio que ha paralizado de pánico la población indefensa e inerme: los llamados “paras”, tras reclutar grupos delictivos residentes en Ureña y San Antonio, muchos de ellos venezolanos, armaron gruesos contingentes de “justicia privada” e iniciaron el exterminio de delincuentes comunes, a quienes matan en sus casas o en plena vía pública, con atisbos de complacencia en la población, acosada desde hace muchos años por el hampa que incursiona desde Cúcuta, y abandonada por los Cuerpos de Seguridad del Estado venezolano, a cuyos funcionarios se les atribuye complicidad con los irregulares en el trafico de gasolina, el contrabando, la extorsión y el crimen.

Paralelo a estos procedimientos se ha venido produciendo la invasión sistemática de ejidos o terrenos baldíos en toda la periferia del Municipio Pedro María Ureña, incluyendo el área destinada a la construcción del Cementerio. El asalto de tierras y la proliferación de improvisados ranchos, permitió la avanzada de oleadas de extranjeros, de quienes no se conoce identidad, antecedentes o procedencia. Sin percibirlo talvez nuestras autoridades, fuimos victimas de una invasión silenciosa, aparentemente originada por el ingreso forzoso de “los desplazados de la guerra en Colombia”, aseveración ingenua cuando se comprueba que, precisamente en esos ranchos, amparados por la oscuridad y la anarquía de tantos y tan repentinos barrios, se aloja ahora con notable ventaja, el sicariáto y los Paramilitares, cuyos Comandos Centrales, tienen su asiento en poblaciones del Departamento Norte de Santander, República de Colombia.

OTRAS LEYES Y OTRO ESTADO

LA RECLUTA

Confundidos con la población civil y ya consolidada la ocupación de nuestros espacios, los irregulares dan un nuevo paso tan certero como los anteriores: desde el más pequeño comerciante, -taxista, expendedor de “perros calientes,” peluquero o vendedores ambulantes, hasta los más encumbrados industriales del Eje Fronterizo, San Antonio-Ureña, son llevados en grupos a Puerto Santander, municipio colombiano, vecino de La Fría, en el Municipio venezolano García de Hevia, Estado Táchira.

Allí la Comandancia de los “paras” les instruyen sobre el “código” que, a partir de entonces es “norma” que rige la vida civil de Ureña y San Antonio del Táchira, aplicada, por extensión, a todas las aldeas, municipios y ciudades, de la frontera tachirense. Se les impone “la vacuna” como “impuesto de guerra”, a cambio de una relativa “seguridad” a los comerciantes y empresarios, la mayoría de ellos colombianos, o “venezolanos nacionalizados”, constreñidos por la fuerza “disuasiva” del terror o la amenaza de muerte. Todo tipo de negociación ilícita está ahora bajo el estricto control de “los paras”. Al contrabando de gasolina le imponen un “impuesto” que “recaudan” en las estaciones de servicios, en presencia de nuestras autoridades, militares o civiles; poco a poco ganan más espacio y multiplican su presencia en barrios y caseríos, los vecinos les “denuncian” todo tipo de conflictos, y ellos resuelven hasta los más insignificantes y domésticos, “persuadiendo” los querellantes con las armas y la certeza de una muerte segura, si alguna de las partes incurriera en desacato. Igual atienden y resuelven desalojos o cobranzas y, en resumen, todo cuanto suponga controversias de derecho en la rutina de la sociedad civil, aun en los casos que se ventilan por ante las legítimas autoridades. La negativa de una Patente de Industria y Comercio, o la sanción de una conducta irregular en personas naturales o jurídicas, por ejemplo, coloca en grave riesgo la integridad fisica de

los funcionarios responsables de su aplicación, (todavía está reciente el cobarde asesinato del Ingeniero titular de la Oficina de Patentes, adscrito a la Alcaldía de Ureña, joven revolucionario y honrado a toda prueba, quien resultó acribillado en pleno día, en la vía pública y a escasos metros de su casa, cuando se disponía a trasladarse al lugar de trabajo. La cadena de crímenes impunes se incrementa cada día y cada día es mayor el ensañamiento y la crueldad de los verdugos.

Alcanzado tan elevado grado de terror, intimidación y miedo, el próximo bocado de los “paras” fue la totalidad de la ciudad, inmovilizada por el pánico inoculado con la sangre de sus víctimas que, sin promediar hora ni lugar, van cayendo en las calles, fulminadas por el fuego de las armas, mientras el matón se esfuma tranquilamente, entre aterrados transeúntes ya acostumbrados a la rutina de la muerte. Así las cosas, comenzaron a cobrar, casa por casa, en San Antonio y Ureña, una cuota semanal de dos mil bolívares, con severas advertencias y bajo estricta obligación de pago para todos los vecinos-, En Ureña la operación la comandó un sujeto de color nombrado “Colo”, domiciliado desde muchos años en la ciudad y ampliamente conocido. Este personaje, con los rasgos típicos del costeño colombiano, que se desempeñaba como obrero en faenas diversas, repentinamente apareció con un taxi y no tardó en colocarse en una cooperativa de trasporte, a la que la municipalidad terminó por otorgarle permiso para la instalación de una línea de servicio, ubicada en las adyacencias de la Escuela Técnica Industrial, recientemente inaugurada en la Urbanización la Integración de esta localidad.

“Colo” tiene bajo su mando una veintena de matones, exclusivamente dedicados a visitar las casas en todos los sectores del municipio, para “recaudar la cuota semanal”; un número mucho mayor de sus hombres se ocupa de las matanzas diarias, -que celebran con cerveza en macabros espectáculos, a media cuadra de la línea de taxis, acompañados de música vallenata colocada a todo volumen, apostados en la calle con espalderos armados-. Mientras “Colo” toma alegremente, sin dejar de galantear las mujeres que pasan, sus sicarios cumplen la tarea de “cobrar”, cuadra por cuadra, casa por casa, para luego hacerle entrega del monto recaudado. En las casas, el sicario anota en un cuaderno el nombre del vecino, la dirección y la suma cancelada. En la calle, entre los tragos y el bullicio, agrupado con los otros que han terminado también su oficio, el sicario entrega el cuaderno y lo cobrado a “Colo”, éste revisa el cuaderno, cuenta el efectivo, y con el último sicario termina la faena.

SIEMPRE LA MUERTE

Todos desaparecen, pero los vecinos saben que detrás de esa escena tantas veces presenciada está la muerte, “Colo”, a quien respetan las autoridades de Ureña y le tratan con especial deferencia, se conduce a la vecina población de El Escobal, corregimiento de Cúcuta, ubicado a escasos metros de nuestra ciudad, al otro lado del Río Táchira, allí le entrega cuentas a “Esteban”, quien es su jefe y cuida de sus operaciones, encargado, además del pago a los matones y el resto de personal que opera entre Ureña y San Antonio. Se dice que todos los fines de semana “Colo” entrega a “Esteban” una suma que se mueve entre los diez y doce millones de bolívares. Se ha dicho que “Colo” ingresa las armas de los sicarios a Ureña y que, en alguna oportunidad, sorprendido por la policía colombiana con un lote de armas, fue dejado en libertad tras cancelar a aquellos una fuerte suma de dinero. En una burda treta de ratero, este sujeto ordenó a sus matones que cuando hicieran acto de presencia en las casas para “cobrar la vacuna”, entregaran a la familia extorsionada el número de su celular, (041677765843, inexistente, desde luego); este recurso, y un carné emitido por algunas Asociaciones de Vecinos, -donde tienen presencia personas colombianas, temerosas o adeptas al paramilitarismo-, les resultó suficiente para acreditar su criminal gestión.

Un oscuro incidente de muy reciente data dio un giro inesperado a los acontecimientos: crecientes grupos del paramilitarísmo colombiano libran fuertes luchas por el control de “los negocios más productivos”, este componente y la gran incertidumbre provocada por el gobierno de Uribe, con el manejo ambiguo de los llamados “acuerdos humanitarios”, genera tal grado de inseguridad y anarquía al interior de los “paramilitares”, que combaten a muerte, unos y otros, por arrebatarse los espacios. En esta confrontación Ureña ha resultado escenario estratégico para ellos y centro de encarnizadas disputas. En el entramado de semejante conflicto, los comandos asentados en el Norte de Santander, -por consiguiente Ureña y San Antonio-, se trabaron en lucha frontal, resultando ferozmente acuchillado “Esteban”, quien fungía de jefe en El Escobal”; conducido en estado agónico al Hospital Erasmo Meoz de Cúcuta, terminó brutalmente rematado por sus oponentes en la Sala de Cuidados Intensivos. En Ureña, mientras tanto se produjo una verdadera carnicería, en menos de 15 días aparecieron más de treinta muertos de los secuaces de “Colo”, de quien se dice fue “cambiado” para Rubio o Guasdalito; desaparecido de la escena, sin embargo, distintas versiones circulan sobre él, unos dicen que huyó y otros que lo mataron, nada cierto se tiene sobre su paradero.

EL ÉXODO

Lo anterior, lejos de mejorar la situación del Eje Fronterizo, -y en particular la de Ureña-, ha creado un cuadro cargado de mayor violencia y mucho más criminalidad. Como queda dicho, los extranjeros, sin procedencia, identidad ni antecedentes precisos, han invadido vastas regiones de su periferia, donde se oculta gente armada que a su vez, -y operando por su cuenta-, mantiene grupos de “justicia privada”. Entre ellos se cotiza la muerte por encargo en abierta competencia; en este capítulo se inscriben las nuevas escaladas que ahora apuntan hacia los dirigentes populares, dado que, en su afán de conquistar posiciones que les posibiliten “legitimidad” para sus andanzas, “los paras” han penetrado los Consejos Comunales, lo que les abre las puertas para figurar en el ambiente de la lucha social, donde no dejan de encontrar aval político de facciones o personalidades, siempre dispuestos a utilizarlos en tareas propias de sus intereses y organizaciones.

Ketty Angélica Chacón Durán y su esposo Luís Bienvenido Carvajalino, serían las nuevas víctimas de esta modalidad donde comienzan a cohabitar la política y el crimen, Ketty, Revolucionaria y Luchadora Social, madre venezolana, honesta, acreditada en el limpio historial de sus luchas por los pobres, fue elegida Vocera Principal del Consejo Comunal del Barrio “Bolivariano”, se le opuso un Consejo paralelo, liderado por una guapa de barrio, nombrada Carmen Carvajal, quien la hostigó hasta el cansancio, con la finalidad de doblegar su entereza que no cedió a los embates de la calumnia y las ofensas. Cuando la resistencia de Ketty parecía haber vencido la andanada de continuas agresiones, Carmen apeló a las amenazas de muerte, y en la más difícil noche de sus luchas, recibió cinco arteros disparos que le arrebataron la vida, a su lado, su esposo, recibía diez impactos, todo aquello en presencia de sus menores hijos y en su propio rancho (anexos copias de Acuerdos e información de prensa).

La muerte por encargo, pues, no da tregua en nuestra frontera, ni paz en los sepulcros, dos días después de tan horripilante monstruosidad, con el mismo brutal ensañamiento y armas de fuego, darían muerte al niño minusválido, Jhonn Jairo Alzáte, acto seguido, fueron ejecutadas tres personas más en la aldea Tienditas. Nada indica que esta situación pueda cambiar, por el contrario, las señales del gobierno nacional son confusas y desalentadoras: dos instituciones de Seguridad del Estado, tan importantes como la Disip y el Ejército, desaparecieron de Ureña en forma inesperada.; apenas existen, la Guardia Nacional, la Policía Estadal y una Subsede de la Policía Científica, pero la población entera tiene la certidumbre que estos Cuerpos, con altos niveles de corrupción, también están penetrados y controlados por Los Paramilitares, dueños de un imperio económico sin límites. Cuando las familias venezolanas asentadas en Ureña, sucumban al terror de la muerte les queda el camino del éxodo masivo. Ese día no está lejos.



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