Un movimiento secesionista se mueve sigilosamente
en las entrañas de la patria. Unos traidores frustrados por las ya incontables
derrotas que el Comandante les ha infligido, pretenden embarcar a
sus seguidores en un nuevo atentado contra la nación.
El plan no es nuevo y la estrategia tampoco;
desde la época de Shapiro está en marcha la conjura.
A mediados de 2003 acariciaron la idea de
decretar la independencia del Zulia mediante una segunda edición de la
Plaza Altamira. El escenario escogido fue la sede de la gobernación y sus
plazas aledañas, pero la falta de coraje de manuelito obligó a abortar
el plan.
Esa falta de guáramo, sumado a una torpeza
congénita y a un discurso pobre no hacen de Manuel el mejor hombre para
una tarea tan difícil como fraccionar un país, pero es el gobernador
del Zulia y los yankis no tienen mejor aliado en su lucha por apoderarse
de una buena parte de la riqueza petrolera de Venezuela y del territorio
ideal para instalar una nueva base militar en Suramérica.
Por meses, y con asesoría gringa, Rosales
ha venido desarrollando una estrategia mediática que intenta darle a su
confrontación con el Presidente, una connotación de lucha entre el Zulia
y el gobierno central. Descaradamente han intentado manipular el regionalismo
zuliano con el objeto de obtener respaldo en su traición.
Ahora, una cosa son los deseos de manuelito
de satisfacer la demandas del capo Bush y otra, muy diferente, es hacerlas
realidad. Los gringos seguramente ofrecen respaldo militar para el momento
de la declaración de independencia, pero previo a ello los líderes del
movimiento secesionista deben asumir los riesgos de tener que hacer internamente
un trabajo político y organizativo al margen de la constitución.
Allí es donde se achicará Manuel. En el Zulia
todo el mundo sabe que le sobra dinero, pero le faltan testículos para
asumir esa tarea. Lo del es el subterfugio, le mentira, la excusa y el
trabajo a la sombra.
No tiene vida ese movimiento, pues al momento
que se inicie una investigación judicial el gobernador se deslindará de
él y dejará solos a los cuatro pendejos que actúan como payasos de circo.
Lo que si logrará Manuel con este plan es
anularse como candidato presidencial. La opinión pública nacional, incluyendo
una buena parte de la oposición, rechaza las pretensiones del gobernador
zuliano.
En el propio Zulia la conjura no cuenta con
apoyo popular. Los zulianos no aceptaremos que Rosales intente dividir
al país y estamos prestos para defender la integridad de la patria, aunque
como ya dije, no creo que el mal llegue a mayores.
Conociendo a Manuel y a sabiendas del nerviosismo
que lo invade a la menor señal de peligro, no resulta difícil imaginarse
el final de su grupo autodenominado Rumbo Propio. Con todo el respaldo
gringo que puedan tener, Manuel no dará un paso al frente. Les aseguro
que no pasarán de repartir algunos panfletos, pintar paredes y dar gritos
histéricos. Para avanzar les hace falta un líder que tenga valor y eso,
señor Rosales, no lo venden en el supermercado.