La tesis del "peor es nada" o qué de nuevo tiene el "Nuevo Modelo"

La lucha diaria por la supervivencia de nosotros, los venezolanos comunes, que vivimos del sudor de nuestra frente, se ha endurecido terriblemente durante estos años de profunda crisis del modelo capitalista rentista dependiente, el mismo que se instauró desde la década de los 30 en Venezuela, pero que ahora nos hunde por sus debilidades históricas estructurales, los errores de política económica de este gobierno y la apuesta política de la desestabilización económica.

Es realmente sorprendente que lo profundo de la crisis no haya derrumbado a este gobierno. Es más comprensible por la ocurrencia de un conjunto de factores: la estupidez táctica y estratégica de la oposición (inmediatismo, golpismo, desprecio al pueblo, pérdida de perspectivas), el cierre de filas de la burocracia estatal y partidaria con la cúpula de la Fuerzas Armadas, la desesperanza de las masas, el control mediático por el gobierno, la respuesta represiva efectiva en focos de descontento, la prevalencia de un pragmatismo resignado en las masas que, desechando esperanzas de soluciones de conjunto, han preferido replegarse a resolver particularmente los problemas colectivos diarios de supervivencia personal y familiar.

Los "tigres" se diversifican. Ya no sólo son los gestores e inermediarios en las diligencias oficiales, tradicional forma de corrupción. Cualquier cosa se hace para conseguir unos cuantos bolívares: desde vender lugares en las cosa, hasta cualquier gestión oficial. Los "charleros" en las camionetas de transporte colectivo van desde verdaderos artistas, pasando por los tradicionales vendedores de lápices o caramelos, hasta los clásicos mendigos con informes médicos de hijos con cualquier enfermedad grave. Las prácticas de acaparamiento y "bachaqueo" (venta de productos a precios insultantes) se popularizan. Se venden detallados los pañales or precios exhorbitantes. La colocación de sobreprecios en los negocios formales, en vistas del fantasmas del desmadre del dólar paralelo en un país que importa todos los bienes de consumo, ha convertido el espacio de la circulación e intercambio en una guerra de todos contra todos, para poder sobrevivir.

En esto, sólo en esto, concuerdo con Luís Salas, quien ha establecido que ya la "guerra económica" no significa una especie de complot externo secreto, como el que Washington urdió contra Chile, delicia de la mente semi paranoica de la izquierda tradicional, sino una guerra de "todos contra todos", por disputar salvajemente el circulante. Un caos irracional promovido por el cálculo "racional" de arrancarle los bolívares al prójimo. La socialización de la extorsión, del acaparamiento, de la especulación, y, por tanto, la profundización de la miseria como resultado. No hay hueso sano. Ese niño de 6 años que apuñaló junto a sus compañeritos a los soldados en una emboscada sangrienta en Sabana Grande, es el síntoma más evidente de esta descomposión social.

Un factor subjetivo, político-ideológico, que contribuye a este ambiente de decadencia, de desesperación resignada, es la tesis del "peor es nada". Eso funciona como racionalización del comportamiento, sobre todo, de muchos militantes leales, bienintencionados, convencidos del socialismo, pero que reconocen que los últimos años, ni son ni conducen al socialismo, sino que al contrario, están hundiendo cualquier perspectiva en ese sentido.

La tesis del "peor es nada" indica también una decadencia. Es la del mecanismo de la polarización, esa versión del maniqueísmo según la cual cualquier cosa es preferible a que "el enemigo" venza. Es su deriva demoniaca, porque es el esbozo de una enfermedad mental, la preparación para una esquizofrenia que puede llevar a una disociación, una personalidad dividida, un alejamiento de la realidad con todo y alucinaciones, sin las ventajas del hombre de poder, quien también se aleja de la realidad, hipnotizado por su propia retórica, gracias a la barra traída especialmente para aplaudirle cualquier cosa que diga.

Como toda disonancia cognitiva, tiene una estructura doble, tiene dos caras. Por un lado acepta los argumentos críticos que desde hace ya años vienen adelantando varios comentaristas (que no hay tal "guerra económica" sino el resultado de pésimas políticas económicas, que están robando y la corrupción está evidente, que se habla mucha paja y se hace demasiada demagogia, etc.); pero por el otro lado, se ejerce una violencia simbólica contra la lógica misma, pues se rechazan, con miedo, quizás hasta con terror, las conclusiones a las que el recto ejercicio de la inteligencia propia conduce.

El resultado es el aferramiento a una fe definitivamente irracional en que "todo mejorará", o una reafirmación en una lealtad muy pocas veces recompensada, o en un acomodamiento a las penurias, arguyendo elogios morales a la pobreza, o rechazando el "consumismo" de otra época, recordando penurias pasadas cuyo parecido con las actuales se niega también, recortando expectativas hasta el mínimo, etc. Hay mecanismos como el "carnet de la Patria" que ayudan a la mente atormentada, pues es el símbolo-promesa de una nueva dádiva estatal, clientelar, de una "solución", una demostración de que se "hace algo", y de que "peor es nada". También sirve la agitación de"fantasmas" en los cuales volcar la ira, fruto natural de la frustración cotidiana. En esto estupideces como la "Carta de la OEA" pueden funcionar y lograr objetivos paradójicos, opuestos a las itnenciones de sus proponentes.

Hay ejemplos históricos de que el "peor es nada" puede durar mucho más de lo que la sana lógica supondría. Mientras tanto, prosigue el mismo modelo, pero bautizado mágicamente como "nuevo": procurar el aumento del precio del petróleo, entregar a las transnacionales la riqueza minera del país sin parar en preocupaciones ecológicas en el arco minero, pagar "como sea" la deuda esxterna para no perder el crédito financiero internacional, negociar con la poquita burguesía que intenta beneficiarse con algunas facilidades que daría un gobierno encallejonado, soñar con lograr más divisas con las exportaciones nacionales pero, más allá de ello, aspirar a que haya una burguesía "productiva" y "chavista" que haga de este país una "potencia". Más o menos el mismo modelo de siempre, adornado por fantasía retórica, aplaudida por los convencidos del "peor es nada".



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Jesús Puerta


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