Los cambios ocurridos en las últimas décadas, a partir del proceso de globalización y del debate posmoderno, han producido – como era lógico esperarse- una importante influencia en las ciencias sociales. Hace unos veinte años Francis Fukuyama publicó su libro "El Fin de la Historia", cuyo título, llamativo y provocador, hacia uso del discurso hegeliano, para intentar demostrar que luego del fracaso de la Unión Soviética el capitalismo había triunfado y el mundo era uno solo e indivisible, una aldea global al decir de Mac Luhan . Lo cierto es que desde hace más de un siglo, autores como Nietzche, se habían pronunciado críticamente en contra de los males de la modernidad, y en contra de todo aquello que representara posturas mesiánicas (llámese liberalismo o comunismo).
No hay la menor duda que tanto el mundo real-tangible, como el mudo del pensamiento han sufrido severos cambios. Si bien nunca compartimos la visión ingenua de ver en la globalización un proceso de acercamiento igualitario entre los pueblos del mundo, así como tampoco creemos que todo lo que opinan los filósofos y planificadores se hace realidad, no es menos cierto que en los últimos años se ha producido una mayor interconexión del mundo en lo económico, en lo político y en lo sociocultural. Igualmente, tampoco podemos negar que por estos mismos cambios, conceptos y categorías intrínsecas a la ciencia social como lo son: realidad, tiempo, espacio, Estado nación, fronteras, clases sociales, poder, entre otros; requieren ser revisados.
Son muchos los que por comodidad o por ignorancia han tomado posiciones en extremo, como aquellos que amparados bajo un supuesto marxismo señalan que todos estos cambios son manipulación del imperialismo y al final es la realidad la que está equivocada y no ellos y sus ideas, las cuales parecieran estar revista de una legitimidad que le otorga una verdad infinita. Otros por el contrario brincaron "la talanquera ideológica", para convertirse en defensores a ultranza de una posmodernidad, de la cual poco conocen, pero cuya membresía da caché.
Hoy, en defensa de la globalización, muchos hablan del fin de los nacionalismos, de los Estados Nacionales. En razón de un ciudadano del mundo, muchos pregonan el fin de las fronteras. En efecto, desde hace años bajo los alegatos de contribuir en el mejoramiento de los equilibrios económicos, el F.M.I interviene directamente en las decisiones económicas que les corresponde a los Estados Nacionales. Así mismo, la ONU, OTAN y OEA entre otras instancias políticas-militar, bajo el alegato de defender los derechos humanos, el ambiente, luchar contra las drogas, entre otros males que aquejan a la humanidad, intervienen directamente sobre las decisiones que soberanamente les corresponde tomar a las naciones.
Paradójicamente, al tiempo que se habla del fin de la frontera, los países desarrollados han venido cerrando sus economías a los productos provenientes del tercer mundo, colocándole obstáculos cada vez mayores a la inmigración de pobladores provenientes de estas regiones, lo que incluye la elevación de fronteras físicas, incentivo a movimientos xenófobos, entre otros. Y son estos mismos países los mayores causantes del deterioro ambiental, violador de los derechos humanos, traficantes de drogas, lo que a su vez se niegan a aceptar los acuerdos internacionales para combatir los males de la humanidad. Mientras en el tercer mundo se ha venido hablando, casi alegremente, de apertura al comercio mundial, de los beneficios del uso masivo de las nuevas tecnologías, del poco sentido que tiene hablar de nacionalismo o Estado Nación, en los países desarrollados por el contrario se refuerza el Estado Nación, la economía nacional y sus fronteras.
Hay quienes, desde hace tiempo, han venido señalando que la geografía, es decir el espacio físico donde habitamos, no es determinante, producto de que los avances tecnológicos hacen posible cambiar esa realidad. A esto debemos responder, primero, que el espacio físico solo puede ser transformado en parte y que lo otro es solo una prepotencia del hombre que es sacudida cada vez que la naturaleza manifiesta su condición dominante. Segundo, el cambio parcial al espacio físico solo lo logran aquellos poseedores de la riqueza económica y tecnología. Tercero, muchos de estos cambios en el espacio físico producen a la larga más daño que beneficio. Cuarto, quizás lo más importante es entender que el espacio físico no es solo una cosa, forma parte de la identidad cultural de los seres humanos. El hombre puede ser ciudadano del mundo sólo si tiene claridad y conciencia de sus orígenes, de esos elementos que hacen posible que quiera y se comprometa con una realidad concreta.