A esto se lo llevó quien lo trajo

A finales del año pasado, el presidente Maduro, radiante y pletórico de optimismo, se presentó en varias ocasiones ante los venezolanos para anunciarles la buena nueva. La misma consistía en que en los dos últimos años de su gobierno iban a ser de una prosperidad insospechable hasta para los más fieles devotos del gobierno. Que males como el desabastecimiento y la carestía, entre otros, serían sólo de una ingrata recordación. Ese fue más o menos el contenido y el tono de su mensaje, aunque tal vez con expresiones un poco diferentes.

A quien esto escribe, curado en salud como está, lo que lo hace un poco reacio a estar creyendo muy fácilmente en cantos de sirenas o en pajaritos en estado de gravidez, no pudo menos, no en sonreír porque la situación por la que está atravesando el país no da para tanto, pero por lo menos, eso sí, dudar de unos anuncios más floridos y luminosos que un arbolito de navidad. Y no nos faltaba razón en dudar, porque no hacía mucho otro alto funcionario del gobierno, Aristóbulo Isturiz, había pronosticado un excepcional mes de octubre en el que el cuerno de la abundancia derramaría su ubérrica carga sobre el privilegiado territorio nacional. No se sabe qué pasó porque Aristóbulo no se ha molestado en decirlo, pero el fulano cuerno, junto con su pródiga carga, se fue al mismísimo cuerno de los anuncios fallidos.

Como resultado de ese traspiés de Aristóbulo y de otros anteriores, escribimos un artículo en el que decíamos que íbamos a llegar a las elecciones del 20 18 y la situación, pese a lo que estaba anunciando Maduro, se encontraría mucho peor de lo que se encuentra ahora. Y no se necesitaba ser alguien con extraordinarias facultades adivinatorias para aventurar esa hipótesis. Porque bastaba con un somero análisis de la actitud que ha venido asumiendo el Presidente y su equipo de gobierno, para entender cuál es la fuente de los problemas del país. Esa no es otra que la incapacidad genética del inquilino de Miraflores y de su macrocefálico tren ministerial para rectificar, para cambiar políticas que han resultado un catastrófico y estrepitoso fracaso. Y ante una situación así, no se puede esperar otra cosa que el estado general del país continúe deteriorándose.

El principal error en el que ha incurrido el chavismo consiste en creer que la actividad económica en nuestro país puede desenvolverse éxitosamente sin la participación de la empresa privada. Uno puede tener una opinión política desfavorable en relación con la conducta ética de este sector. Pero lo que no se puede ignorar es que sin ella, lamentablemente, la actividad económica colapsaría como está colapsada en estos momentos. De allí la urgente necesidad que siempre ha existido de que tanto el gobierno como el sector empresarial traten de entenderse, a fin de sacar al país del profundo estancamiento en que se encuentra en estos momentos.

El otro error, derivado del primero, han sido los controles de precios. Es por demás evidente que estos controles no sólo no han servido para mantener en unos niveles razonables el índice general de precios, los cuales se encuentran actualmente en unos niveles de locura, sino también para ahuyentar las inversiones, lo cual explica la situación recesiva por la que atraviesa el país desde hace ya algún tiempo. Y tan de locura están esos precios, que un miserable cartón de huevo le está costando al consumidor 9 mil quinientos bolívares; el arroz, 4 mil; un pomito de dentífrico, el que está entre al más pequeño y el mediano de la dinastía Colgate, 3.500 Y del azúcar no hablemos porque el precio de este rubro ha roto todos los parámetro imaginables.

Sin embargo, sí es bueno recordar que hace apenas dos años el azúcar se podía conseguir en cualquier tienda o abastos a 12 bolívares el kilo. Hoy, después de esos dos años, el precio de ese rubro se ha incrementado tanto, que sólo los que disfrutan de una muy buena posición económica pueden darse el lujo, cada vez mas exclusivo, de tomarse un café suficientemente endulzado. Lo que prueba que de nada han servido los tales controles como no haya sido para crear graves y profundas distorsiones de la economía venezolana, entre ellas la aparición del desestabilizador fenómeno del bachaqueo..

Y si lo anterior ha sido así, y la terca realidad lo confirma, ¿por qué entonces se han mantenido los mencionados controles.? ¿Por qué se insiste en la torpeza de continuar esa política cuyos nefastos efectos han venido provocando terribles estragos en la población; una población que ve con creciente angustia cómo sus carencias y privaciones lejos disminuir lo que hacen es multiplicarse cada vez más? ¿Qué clase de revolucionarios son estos que consienten y toleran el error, al extremo de elevarlo tanto que llegan incluso a la insensatez de conferirle la categoría de virtud? Esto es un brutal contrasentido, porque si hay algo que el revolucionario, el hombre de izquierda, rechaza como la peste es el error. Y lo hace porque piensa, y con razón, que mantenerse y continuar cometiéndolo sólo es propio de necios. De allí que haya establecido la crítica y la autocrítica como mecanismo para evitarlo.

Y aquí podría estar la clave para entender lo difícil que le resulta a la gente del gobierno rectificar. Porque para hacerlo, para poder cambiar una política equivocada, es menester, desde luego, reconocer previamente eso, que ha sido una política equivocada. Y es aquí, precisamente, donde la cochina tuerce el rabo, porque Maduro y quienes lo acompañan en el gobierno pueden reconocer casi cualquier cosa menos que se han equivocado. Por lo menos, en los 17 años que tienen de estar al frente del Ejecutivo, jamás lo han hecho ni una sola vez. Todo lo contrario, con una soberbia propia del pequeño burgues, recurren a la vieja y desgastada triquiñuela de responsabilizar de lo que está ocurriendo a los gobiernos anteriores. En este sentido, su prepotencia, repito, pequeño burguesa, ha sido tanta, que creyéndose infalibles, como es propio de estas personas, han rechazado sistemáticamente todas las sugerencias que de buena fe se le han hecho. Y no de personas sin calificación ninguna, sino de compatriotas suficientemente preparadas que, con legítima angustia venezolanista, ven como el país se desliza cada vez más hacia una catástrofe apocalíptica.

Pero para Maduro y compañía aquí no hay más venezolanos ni más patriotas que ellos; patriotas que le han hecho un daño terrible al país, pero patriotas al fin. Por lo que los únicos que tienen el derecho de opinar acerca de los problemas del país y de sus soluciones son también ellos. Y cualquier otro que intente hacerlo es, como mínimo, un intruso.

Por ejemplo, hace ya uno o dos meses publicamos un artículo titulado "Cómo acabar con el bachaqueo". El mismo lo comenzamos haciendo unas afirmaciones que desgraciadamente han resultado proféticas. ¿Qué decíamos en esa parte del escrito? Decíamos lo siguiente: "Vamos a sugerir, en esta oportunidad, una solución al grave problema del bachaqueo que, como se sabe, es en gran parte el responsable del desabastecimiento y del alto costo de la vida que experimenta el país en estos momentos. Y lo decíamos, sabiendo de antemano que sería inútil, porque si por algo se ha caracterizado este gobierno es por no escuchar a nadie más que a sí mismo".

Y más adelante agregágamos: "En esencia ¿en qué consiste el grave problema del bachaqueo? Consiste en que quienes lo practican compran los productos de la cesta básica a precios regulados y luego lo revenden en el mercado interno. Agunos de ellos, porque los otros lo sacan de contrabando al exterior. Con lo cual no sólo provocan un desmesurado aumento de los precios, sino también un agudo problema de escasez. ¿Cuál sería entonces la solución al desabastecimiento y a los altos precios derivados de esta práctica delictiva? Pues, si el contrabando de extracción practicado por los bachaqueros es la causa del desabastecimiento y la carestía, la solución no puede ser otra que acabar con el bachaqueo. ¿Cómo? Eliminando las causas que lo han engendrado: los controles de precios. Pero con una sola excepción: la industria del pan, pues los panaderos se han convertido en los enemigos públicos numero uno de la población, puesto que hasta aire le inyectan a este producto. Tampoco debe ser una decisión aislada.La misma debe ir acompañada de los claps, cuya eficiencia y regularidad deben mejorarse ostensiblemente.

Las ventajas de esta decisión son incuestionables, por cuanto si existe algo que definitivamente ha resultado un tremendo y ruinoso fracaso, han sido estos fulanos controles, los cuales han tenido unos efectos absolutamente contrarios a los que con ellos se buscaban. Es decir, ni se ha logrado la estabilización de los precios ni mucho menos la reducción de ellos. Lo que ha ocurrido, en lugar de eso, es que éstos se han disparado a niveles realmente inaccesibles para inmensa mayoría de la población. De manera, que no existe un solo argumento racional y lógico que se pueda esgrimir en favor de continuar manteniéndolos.

Pero hay otras razones más para la adopción de esa medida. Y es que con ella se estaría dando un fuerte impulso a la producción de bienes. Eso se debe a que el empresariado se sentiría más incentivado a invertir en Venezuela, pues perdería el temor de hacerlo. Con lo cual surgirían nuevas empresas, lo que indudablemente se traduciría en nuevas fuentes de trabajo y, por consiguiente, en la recuperación económica del país. Que es en definitiva lo que todos queremos.

Otra ventaja que se derivaría de la eliminación de los controles de precios sería la desaparición de los bachaqueros, y junto con ellos, las largas colas que se forman a las puertas de los supermercados y abastos. Colas que están integrada casi en su mayor parte por estas mafias de delincuentes. Pero, claro, esto se lograría si los claps funcionaran regularmente, y no como lo han venido haciendo hasta ahora de forma tan irregular y errática. Al punto de que hay numerosos conglomerados de de personas que sólo saben de los claps por lo que de ellos se habla en la televisión. O que si los han visto una vez, no han vuelto a saber de ellos.

En resumen, la eliminación de los controles de precios traería las siguientes ventajas y beneficios: desaparecería una de sus principales y nefastas consecuencias...los bachaqueros. Desaparecerían también el contrabando de extracción y el acaparamiento de productos, que son una de las causas del fuerte desabastecimiento que hemos venido confrontando. Se incrementaría la producción de alimentos. Se estabilizarían los precios y las presiones inflacionarias. Se eliminarían las colas. Se reactivaría la economía. Desaparecería la guerra económica, etc. Ante tantas ventajas que se podrían derivar de una eventual derogatoria de eso nefastos controles, ¿con qué argumentos se podría estar en contra de su eliminación? ¿Por qué el equipo gobernante no ha procedido a su eliminación? Han debido haberlo hecho desde hace mucho tiempo, y hoy no estaríamos en el trágico y doloroso trance de perder para siempre a nuestro país.

Presidente, Venezuela se encuentra en estos momentos en una encrucijada. La más peligrosa ante las cuales nos hayamos podido encontrar algunas veces. Ya que lo que está en juego no es cualquier cosa. Nada más y nada menos que el destino de Venezuela, que no volvería a ser la misma en el desafortunado caso de que la oposición, basada en sus errores, llegara a gobernarla. De usted depende, por si no se ha enterado, que de esta dramática coyuntura salgamos más fortalecidos como nación dueña de su destino, o convertidos, como parece ser la tendencia, en una miserable colonia de los Estados Unidos. Por eso, permítame decirle, Presidente, que no hay nada más contrario a la razón y al sentido común que tratar de nadar contra la corriente, porque quien lo haga inevitablemente terminará ahogado, como le ha pasado a todos los que insensatamente lo han intentado.

Por eso, sin artificios retóricos ni eufemismos complacientes, permítame decirle también que en estos aciagos momentos hay que pensar primero y antes que nada en el país, que en sistemas políticos extemporáneos y en impracticables teorías políticas. Es decir, que hay que tener una buena dosis de pragmatismo, poner los pies sobre la tierra, y darse cuenta de la amenazante realidad que nos rodea. De allí que le pida, incluso que le ruegue a nombre de los superiores intereses del país, que rectifique; que no le haga más daño del que ya le ha hecho, y del que, a través de sus enemigos, que se aprovechan de sus errores, podría hacerle en el futuro.

Que deje, en fin, a un lado sus prejuicios y resentimientos, y a nombre de este pueblo que tanto los ha apoyado y que tanto está sufriendo sus equivocadas políticas económicas, trate de entenderse con todos los organismo gremiales de los empresarios, incluyendo Fedecámaras, a objeto de hallarle una salida viable al actual estancamiento de la economía. Y a objeto también, de ahorrarle al país el horror de un gobierno de derecha, un gobierno asesino, corrupto y lacayo del imperio.

Porque es verdad, Presidente, estamos viviendo una tragedia como nunca, con excepción tal vez dela guerra de la independencia, la habíamos vivido. Una trágica realidad de la que quizás usted, por aquello de "ojos que no ven corazón que no siente", no se haya dado cuenta de su verdadera dimensión. Por eso, presidente Maduro, olvídese de la televisión, olvídese de tanta cháchara hueca y trate de conectarse con la realidad. No se atenga a la multitud de aduladores que lo rodean. Salga a la calle para que pueda constatar personalmente, in situ, los estragos sociales y humanos que han provocado sus erradas políticas anti-económicas, y que han dado lugar a hechos tan bochornosos como los ocurridos en San Félix. Hechos que son un indicativo preocupante del estado de ánimo de la población.

Usted prometió hace poco que en estos dos últimos años de su gobierno iba a producirse una notable mejoría de la situación general del país; casi prometió el despegue de la economía. Y sin embargo, ya han transcurrido tres meses y medio de esa promesa, y de la tan publicitada recuperación no se ha visto el menor indicio por ninguna parte. Todo lo contrario, lo que se escucha por todas partes es un solo lamento por el aumento indetenible de los precios. Por lo que pudiera decirse que han sido tres meses y medio completamente perdidos. Ya que ni de los claps, aparte dela publicidad, la gente no tiene la menor noticias. Ahora, el plazo que tiene se le ha reducido a veintiún meses y medio. Y la pregunta que nos hacemos es: ¿podrá en ese lapso tan corto recuperar, aunque sea en parte, los tremendos daños causados durante tanto tiempo? ¿Podrá revertir a su favor una opinión pública que la tiene abrumadoramente en contra? Por el bien de la democracia, lo único rescatable de estos gobiernos, debía rectificar y derogar los controles de precios.

NOTA: La tarea más importante que tienen planteada los patriotas en estos momentos, es tratar de convencer a Maduro de que tiene que rectificar.

No hay nada que no haya hecho Maduro para facilitarle a la oposición la llegada al gobierno.



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Alfredo Schmilinsky Ochoa


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