¡Vayan calentando el sartén…!

Yo no sé leer pero me escriben y puesto que desde este momento y por algunos días padeceré de ocio, estaré sin oficio, por lo que, obviamente, dicto.

Yo que me apeo del burro y en un santiamén me pongo en antecedente de la cochinada de Almagro pero por ahora tengo la mente demasiado reposada, fría, casi en cero, por lo que paso por bolas.

Es que cuando no puedo apreciar la profundidad de un pensamiento apelo a lo de que agua que no has de beber déjala correr, aunque eso sea, dado el caso, hacerse la vista flaca; no obstante, ¿en qué medida eso, tal cochinada, responde a la realidad de nuestra patria?

No pretendo parecer ingenuo, me debo a mi patria, pero me atengo a lo que reza el pueblo: que dada cierta circunstancia, quien hace mejor uso del lenguaje es el que mantiene la boca cerrada.

Así que aunque estoy chingo por silbar, aplazo dictar al respecto; pero unas son de cal y otras son de arena; pese a que la autoridad ya me deletreó la cartilla, también me notificó la estupenda novedad de que un ave cigüeña ique viene en camino desde el Polo Norte con un regalito para la tropa:

_¡Mira, y esa ave es la misma que tiene por acá otro nombre…!

_¡Bobo!

Ah, yo tenía en mente otro nombre pero ahora sé que se denomina Bobo; así que cuando Bobo llegue, habrá celebraciones por el regalito del que por cierto desconozco su naturaleza.

Disculpe, lector, la digresión previa; ahora al grano:

¡Vayan calentando el sartén a fuego mínimo, me le ponen una pizca de aceite y esas dos hojitas de laurel y un diente de ajo machacada, mientras preparo aliño

 

 



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Guillermo Guzmán


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