La democracia participativa y protagónica
Hoy, como nunca antes en nuestra historia, existe la más amplia y absoluta libertad de pensamiento y medios para expresarse en el marco de la mejor experiencia democrática jamás antes vista y vivida por nuestro pueblo. La lucha por el poder en nuestro país, trascendió los límites de la formalidad institucional y se ha bifurcado por los diferentes cauces del tejido económico, político, social, mediático, cultural, militar, religioso, deportivo, comunitario. Es decir, vivimos un momento en el cual pareciera que toda la población está involucrada en el problema de la lucha por el poder político y la gobernabilidad del país, específicamente en cuanto a la estructura o el modelo económico, las funciones de cada uno de los cinco poderes del Estado venezolano, así como los programas, planes y comportamientos de las fuerzas políticas y sus liderazgos.
Todas las estructuras de nuestro sistema de vida, están hoy estremecidas por esta lucha. Nada ni nadie puede escapar fácilmente de ella; pero, además, todo esto pone en evidencia que la democracia participativa y protagónica de nuestro país, se encuentra en un momento estelar y de prueba histórica, en el sentido de que o avanza, se profundiza y abre cauces definitivos para la consolidación de la independencia nacional y la construcción del socialismo bolivariano; o retrocede, se atrofia, se cierra dentro de la mera lógica institucional-burguesa y frustra así la inmensa posibilidad histórica de la revolución popular, cívico-militar, anti-imperialista, de justicia y paz.
La complejidad de la coyuntura histórica
Desde esa perspectiva histórica, decimos que la coyuntura política actual, se caracteriza por ser extraordinariamente compleja y simple a la vez. Dos lógicas fundamentales (la del poder institucional-constituido-partidista-burocrático y la del poder popular-constituyente-comunal-participativo) dinamizan las diferentes estructuras que conforman nuestro sistema histórico-socio-cultural. Ellas se entrecruzan y se separan en medio de una pluralidad de voces que responden a la diversidad de pensamiento que reina hoy en la sociedad venezolana. El solo reconocimiento de esos dos amplios campos antagónicos, sería una visión simple y reduccionista del fenómeno; pero, si admitimos y constatamos las múltiples dimensiones existentes al interior de cada uno de ellos, la diversidad de intereses que motivan sus interacciones, las relaciones dialógicas y contradictorias que lo dinamizan, nos daremos cuenta de la naturaleza compleja de la coyuntura histórica.
Para entender esta complejidad, es necesario precisar, primero, que ella está determinada por la contradicción histórica fundamental en la lucha por el poder político, dada entre los intereses del imperio norteamericano, de un lado; y los de la nación venezolana junto a sus aliados internacionales, por el otro. Ambos intereses son materialmente antagónicos y, por tanto, están enfrentados en torno a la validez o no de los principios de independencia, soberanía y autodeterminación, vinculados a su vez con los conceptos de multipolaridad y multicentrismo; o unipolaridad y gendarmería, en el terreno de la geopolítica internacional. Todo ello, a su vez, está enmarcado en la gran batalla por la hegemonía político-cultural-militar sobre el espacio geo-histórico de América Latina y el Caribe, dentro del cual se gesta y se juega el futuro de la revolución venezolana y continental, así como la rectoría imperial de Estados Unidos.
Entre las causas de la actual confrontación histórica, es imprescindible destacar dos hechos históricos fundamentales que, teniendo su origen en el territorio venezolano, pertenecen ahora a la geopolítica internacional. Uno es el desarrollo del proyecto revolucionario bolivariano consagrado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, CRBV, y el Plan de la Patria. Este proyecto es hoy una alternativa para los pueblos y naciones de América y allende los mares, frente a la decadencia del modelo de dominación imperial estadounidense, sustentado en la democracia formal, excluyente y represiva. Por esa razón, resulta lógico el interés del Pentágono y el Departamento de Estado en destruir totalmente el proyecto bolivariano.
El segundo, que es realmente el hecho estratégico y definitivo, está representado por las reservas probadas de petróleo que están en el subsuelo venezolano. Siendo éstas las mayores reservas energéticas del mundo, el imperio se cree con el derecho de imponer su mandato hegemónico sobre ella como si se tratara de un botín de guerra, para lo cual requiere precisamente eso: hacer estallar la guerra entre venezolanos y venezolanas para luego intervenir e imponernos su propio plan imperialista, hegemonista, saqueador y destructor, tal como lo ha hecho en Afganistán, Irak, Libia, Siria, durante los últimos 25 años. El imperio necesita asegurarse el monopolio de la energía en función de su pretendida perpetuidad hegemónica en un mundo de desigualdad, injusticias, guerras y destrucción permanentes.
La Marea roja, el Poder Popular y el legado de Chávez
Dentro de esta contextualización, hemos querido destacar esquemáticamente los elementos políticos y geoestratégicos fundamentales del sistema de relaciones nacionales e internacionales en el que se ubica el momento histórico que hoy vive la República Bolivariana de Venezuela. A partir de allí, corresponde ahora establecer una valoración táctica y estratégica de los tres elementos fundamentales que a partir del 19 de abril de 2017, se han puesto de manifiesto en el escenario de la confrontación socio-política de calle para señalar la objetivación dialéctica del posible desenlace de la actual coyuntura. Estos tres elementos dinamizadores que emergen de la confrontación social son los siguientes:
Primero, la reaparición de la Marea Roja el pasado 19 de abril de 2017 en las calles de Caracas, como respuesta a la amenaza del frustrado asalto fascista convocado por la MUD para ese mismo día. Recordemos que la Marea Roja es el fenómeno socio-político, histórico fundamental de movilización popular que nació con Chávez para consolidar las victorias del proceso bolivariano en su primera etapa; y ahora, después de aquella última y memorable del 4 de octubre de 2012, la Marea Roja reaparece bajo el liderazgo de Nicolás Maduro como señal inequívoca de una segunda etapa de nuevas victorias del proyecto nacional de la patria soberana.
Esto significa no solo la reafirmación de la CRBV y el Plan de la Patria, como fundamentos del proceso bolivariano, sino también la legitimación del mandato del presidente Maduro y su gestión basada en la reactivación y sostenimiento de los programas sociales de las Misiones y Grandes Misiones, el plan de emergencia para la recuperación económica con base en los quince (15) motores, el desarrollo de los Comités locales de Abastecimiento y Producción, CLAP, el Carnet de la Patria y su propuesta política del Congreso de la Patria como plataforma para el re-nacimiento del proyecto bolivariano desde sus raíces más auténticas y originales para derrotar las desviaciones del burocratismo, al ineficacia y la corrupción .
Segundo, la activación del protagonismo político del Poder Popular Constituyente, como elemento dinámico implícito dentro de la recuperación anímica, política, moral y organizativa de pueblo bolivariano protagonista de la reaparición victoriosa de la Marea Roja chavista. Esto quiere decir que si la Marea Roja es el evento multitudinario de mujeres y hombres de la patria en la calle, con su propia voz y mil cantos de soberanía y libertad, esos mismos venezolanos y venezolanas forman parte del pueblo organizado de diferentes y múltiples maneras en sus respectivas comunidades, llámense Consejo Comunal, Comuna, CLAP, UBCH, comités, movimientos de base culturales, juveniles, deportivos, entre muchos otros que, en su totalidad, no son otra cosa sino el Poder Popular Constituyente, es decir, la base social-política-organizativa, cívico-militar de la revolución y del futuro Estado Comunal, independiente, soberano y socialista.
Tercero, después de cuatro (4) años en el mando presidencial del camarada Nicolás Maduro, esta reaparición de la Marea Roja pone en evidente demostración la indiscutible eficacia revolucionaria del modelo de liderazgo dialéctico, ético, político, humanista, espiritual y profundamente amoroso, construido y desarrollado por el comandante Chávez como el legado fundamental de toda su obra histórica. Sin duda alguna, en medio de grandes dificultades y retos nada fáciles, el presidente Nicolás Maduro ha sabido ser absolutamente leal a ese modelo de liderazgo fundado por Chávez. Desde su propia personalidad, estilo y temple, Maduro ha seguido fielmente a su maestro y padre mentor, logrando con ello, vencer la ofensiva del enemigo imperialista y sus agentes internos agrupados en la MUD.
Es importante destacar que el modelo de liderazgo de Chávez contiene la esencia de lo alternativo frente al viejo y decadente modelo de liderazgo político mercantilista, parlamentario, institucional, burgués, cuya esencia es una mezcla de hipocresía, demagogia y traición, entre tantas otras malas cosas reñidas con la ética, la moral y la dignidad humana. En el modelo de liderazgo de Chávez, concebido desde su propia conducta personal, su praxis dialéctica, dinámica y transformadora, encontramos las siguientes prácticas distintivas, que igualmente viene perfilando el presidente Nicolás Maduro:
1.- la valentía, para enfrentar a los enemigos del pueblo y asumir los riesgos que ello comporta.
2.-La responsabilidad, para asumir los compromisos con el pueblo y honrarlos, reconocer los errores y saber rectificar con base en un sano ejercicio de crítica y autocrítica.
3.-La humildad, para saber mirar al otro en el terreno de la equidad, sin arrogancias ni pretensiones discriminatorias o excluyentes.
4.- La honestidad, como condición esencial para generar confianza y respeto.
5.-La solidaridad, como principio de la socialización y satisfacción de las necesidades humanas.
6.-La religiosidad como expresión auténtica de la fe y la consagración de los misterios de donde se nutre la fuerza espiritual necesaria para enfrentar los retos de la vida humana.
7.-La ética, entendida como ciencia del saber y el hacer humano bajo la orientación del Bien como principio indeclinable
8.-La moral, como reflejo de la tradición propia, los hábitos, costumbres y valores que nos dignifican y enaltecen en el compromiso colectivo.
9.-El amor, como el arte de la relación con el otro y con las cosas de la vida que necesitamos conocer, experimentar e intuir para superar la soledad y el desamparo.
10.-La capacidad profética, sustentada en el conocimiento dialéctico de la historia, para visualizar las tendencias y saber elegir la promesa o la advertencia exacta que depara el futuro.
Con esta especie de catálogo preliminar del liderazgo chavista, que puede ser utilizado como instrumento de medición del nivel de lealtad con el legado del comandante eterno, cada quien podrá hacerle su propia medición al ejercicio de liderazgo del presidente Nicolás Maduro.
La Mesa de la Unidad Democrática, MUD
Ubicándonos, ahora en el campo de la oposición venezolana, observamos un claro contraste con la recuperación del chavismo y el fortalecimiento del liderazgo presidencial de Maduro. En primer término, es indudable que la MUD no tiene ni representa un proyecto serio de país, como el Plan de la patria, por ejemplo. Tampoco es una fuerza cohesionada conceptual ni teóricamente, es decir, no es una opción doctrinaria o filosófica, como El libro azul de las tres raíces o el Libro rojo del PSUV, o las olvidadas doctrinas socialdemócrata de AD y socialcristiana de COPEI. Tampoco tiene un liderazgo que sea medianamente respetado como lo fueron, en su tiempo y a su medida, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez; ni soñar que puedan parir un liderazgo de las dimensiones inéditas como el de Hugo Chávez o el de Nicolás Maduro.
De manera que con esas limitaciones estructurales e históricas, más bien ha sido mucho la supervivencia que ha tenido ese club de demagogos, embusteros y ladrones, apátridas y cipayos del imperio yanky, llamado irónicamente Mesa de la Unidad Democrática, MUD. Su prolongación obedece precisamente a que es un simple instrumento del imperio, utilizado para sembrar la desestabilización política del país y provocar finalmente el estallido de la guerra civil con la cual se aspira destruirnos y someternos a condiciones de vida emparentadas con las que hubo en estas tierras durante los siglos XVIII y XIX, para facilitarle al Capital imperialista neoliberal el asalto final del petróleo venezolano y demás riquezas existentes en nuestro suelo patrio.
Pero, afortunadamente la MUD se viene pulverizando, se ha convertido en un solo saperoco o nido de locos, sin escrúpulos ni pudor. No hay coherencia ni táctica ni estratégica, en su desempeño. Observamos una situación de derrota y frustración total en las filas de esa derecha fascista y pro-imperialista. Pero, sigue siendo un peligro y una amenaza, que no debemos subestimar, puesto que es lo único que hay al servicio incondicional del imperio y éste la utiliza como le da su real e imperial gana. Solo por eso, la MUD es un peligro para la paz y la estabilidad de la República. Por esa razón, es un deber patriótico de todo venezolano digno y de toda venezolana digna, denunciar a la MUD como instrumento al servicio de los intereses del imperio norteamericano, y a sus cabecillas como ciudadanos traidores y ciudadanas traidoras de la patria.
Ya en diciembre de 2015, luego de la victoria engañosa y moralmente fraudulenta obtenida por la MUD, nosotros advertimos proféticamente y a contracorriente que esa oposición terminaría entrampada en su propia trampa, es decir, derrotada y sin capacidad para sacar a Maduro del poder, por lo cual Nicolás permanecería en la Presidencia el tiempo correspondiente, ejerciendo su liderazgo para derrotar las amenazas y consolidar los avances de la revolución bolivariana-chavista. En verdad, ellos no ganaron políticamente las elecciones parlamentarias, sino que recibieron una victoria que más que victoria era el saldo electoral generado a su favor por los efectos de la guerra económica y la guerra mediática, puesta en marcha por el imperio a partir de la muerte física, mas no espiritual, del comandante Chávez.
El sentido histórico de la Marea roja
Para cerrar este análisis, quiero insistir en el hecho histórico fundamental que significa la reaparición de la Marea roja de Chávez, plena y vigorosa, arrolladora y cargada de presente y de futuro. Miércoles 19 de abril se recarga de historia. A 210 años del grito caraqueño contra Emparan para abrir el horizonte independentista y soberano de la República. A 20 años de la asamblea del MBR-200 donde se proclamó el liderazgo de Chávez y el proyecto constituyente bolivariano. A 15 años del Contra-golpe del 13 de abril que consolidó el nacimiento definitivo de la unidad cívico-militar, patriótica, popular y revolucionaria contra el golpe fascista del 11 y todos los que intenten repetirse. La Marea de la esperanza, la marea de Caracas, la que el ejemplo dio, sigue y seguirá dando en toda Venezuela para América Latina, el Caribe y el mundo entero.
La Marea roja ha consagrado el liderazgo de Nicolás Maduro, como resultado de su actuación durante todo este proceso de cuatro años duros en los que ha sabido mantener vivo el legado de Chávez: ¡Unidad, lucha, batalla y victoria! El chavismo y los y las patriotas de Venezuela, América y el mundo lo reconocen y valoran como el nuevo líder indiscutible e indestructible de la revolución bolivariana. La reaparición de la Marea Roja no se puede explicar de otra manera, sino a partir de esa verdad. Por eso, su extraordinaria demostración de apoyo, afecto, respeto y amor. Tal como reza el dicho, Amor con amor se paga. Con este elemento, se despeja mucho más el panorama del presente y el futuro inmediato de la patria. Podemos decir que este feliz retorno de la Marea Roja indica también que el pueblo bolivariano y chavista hoy se siente más seguro y confiado en la capacidad y eficacia del liderazgo de Nicolás para vencer la guerra no convencional que abarca cuatro dimensiones: la económica, la mediática, lo cultural y lo criminal; lograr la recuperación económica y consolidar la paz constructiva del proyecto bolivariano. He allí el reto inmediato que tenemos por delante.