De muchos es conocido que hay dos Maricoris, una vieja y una nueva; a la vieja Maricori, Maduro y Diosdado le pican el ojo, pero a su íd nueva, ni la ignoran; así que mientras Maduro y Diosdado al parecer se enemistan pugnando por controlar a la citada vieja, en cambio, las dos Maricoris, por su parte, también se pelean por “quítate tú para ponerme yo”.
Pareciera ser que la pugna entre Maduro y Diosdado sea a lo Justo Brito y Juan Tabares, y hasta pudiese ser que, de tal sea cierta, ponga en peligro al rrrééégimen tiránico y despótiko; ya a tal punto es la cosa que algunos sesudos analistas claman porque Maduro firme el acta de defunción de la revolución bolivariana tal tiránica y despótika, o que la verdad ha muerto y que ahora es necesario abri(r)l[e] paso al embuste para ver qué pasa, versión ésta esgrimida por una viejita hiperfilomarxista; mas, entre tanto, la nueva Maricori anda como plancha´ e chino porque eso de ser plato de segunda mesa no le va.
Diosdado dispuso en “El Mazo Dando” una silleta bien buena para la vieja mientras que ni por cortesía ofrece un taburete para la nueva.
Maduro, en contrario, dispuso un cuarto oscuro allá en ¡Guárico, Guárico! para la nueva y un simple dictado apócrifo para la vieja y, obvio, por ser apócrifo, dicho dictado carece de validez, lo que dicho de otra forma, la absuelve.
Por añadidura hay que referir que Mientras Diosdado le pica el ojo a la referida vieja, abiertamente, en cambio Maduro hace lo propio pero de otra manera, solapada.
Y respecto a la nueva, huelga reconocer que ambos dos la miran mal, sea por defecto o por exceso.
En particular (y aquí meto la cuchara) yo miro a ambas tal para cual; yo en lugar de Maduro o de Diosdado las miraría por redondeo.