Hace dos años, nunca hubiéramos creído que todo un gobierno traicionara la herencia de Chávez. Nos referimos al presidente y a sus ministros y asesores de más confianza, y a toda la dirección del PSUV. Todavía dudamos que en el PSUV todos lo sean, que haya un consenso en esa dirección para cambiar el proyecto socialista - chavista por otro, desfachatadamente capitalista. Pero, igual, hubo consecuencias, y eran de esperarse: la vieja burguesía nacional y el capitalismo internacional "huele" que se trata nada más de un equipo de "arribistas" sin verdaderas ambiciones socialistas, que como arribistas solo buscan poder, estatus, prestigio; sospechan que son unos pequeñoburgueses que se disimulan de socialistas para afianzarse sobre las espaldas del pueblo chavista, de los más esperanzados por un cambio de sistema, verdaderos hijos legítimos de Chávez.
Hasta hace dos años, quizás menos, nosotros fuimos tan cándidos como el chavista medio, aquel que, aun cuando llueva, truene y relampaguee, va y cumple con las marchas convocadas por los mismos advenedizos y manipuladores, que hablábamos más arriba. Hoy, no nos convence ir a marchar por la paz, o en contra del terrorismo. No porque estemos en contra de uno o a favor del otro. No lo hacemos porque solo nos convoca el socialismo, la defensa de la patria socialista, luchar por cambiar la sociedad, como lo quiso Chávez y lo deseamos todos los chavistas.
Luego de la muerte del comandante Chávez se activó un plan de desmontaje de todo lo hecho por él, incluyendo el Plan de la Patria. Temir Porras, luego de separarse del gobierno, sin nada que perder (aparte de un buen sueldo) lo confesó todo, o casi todo: había que olvidarse del socialismo y ser pragmáticos. Ser pragmáticos, primero, fue ofrecerse a los capitalistas, a los más grandes, Cisneros y Mendoza (Lorenzo Mendoza), y a todo empresario "nacionalista" y "honesto". Así empezó el cuento. Luego vendría el famoso viaje de Arreaza a Shandón quién regresaría obnubilado por el Desarrollo de las Fuerzas Productivas Capitalistas chinas.
Desde entonces el plan de desmontaje se desarrolló sin pausa. Pero sobre "palabras de Chávez", bajo la simbología del comandante; no podía ser de otra forma. Si hubiesen dicho desde el primer día que iban a cambiar el proyecto socialista del Plan de la Patria por otro capitalista nadie lo hubiera aceptado, tampoco el partido. Si hubieran hablado desde el primer día del "Shandón de Aragua", o de traer a Gold Reserve de nuevo a la mina de Las Cristinas, contrariando la voluntad del Comandante, Maduro, Diosdado, Jorge Rodríguez, Aristóbulo y "el resto" no estarían justo donde están ahora; estarían más bien en bandos encontrados, dándose zancadillas, y todos acusándose, uno al otro, de traidores. Pero no, todo fue hecho con premeditación, y estilo taimado. Montados sobre la memoria de Chávez y la inseguridad de muchos de qué era hacer lo correcto, ser fiel a Maduro, disfrazado de Chávez, o fiel al socialismo.
Y hecho con ventaja, que Maduro sacó (al resto de los llamados "hijos de Chávez"), de aquellas nefandas palabras del comandante moribundo, cuando lo nombró como su heredero político, porque creyó en él. No obstante, en la vida no hay suerte más trágica que traicionar a un moribundo.
Ahora vivimos las consecuencias de esta traición. El país está incendiado por la "reacción" fascista, quién ha tomado las calles, persigue y busca aniquilar al chavismo, a Chávez, a todo lo que huela a socialismo. Ahora la derecha va por todo y todos. Los dirigentes empresariales (Consecomercio), sin ambages, chantajean al gobierno con la violencia fascista para que vaya a elecciones; los medios "imparciales" se parcializan por todas las noticias que perjudican la imagen del país; Cisneros habla al mundo de la situación de Venezuela sin ni siquiera nombrar a Maduro, porque lo sabe fuera; Lorenzo Mendoza monopoliza la producción y comercialización de las principales marcas de alimentos y colma la publicidad en tv; todas las redes sociales conspiran en contra de "Claudio, Rey de Dinamarca": se cumple el sino; se cumple la tragedia (o tragicomedia, porque "El Rey –también- ¡está desnudo!")
Frente al drama tragicómico de los "hijos" (ilegítimos) de Chávez, somos espectadores impotentes. Hasta no hace nada escribíamos críticas duras al gobierno, quizá para irritar el amor propio de algún "alto funcionario" buscando que reflexionara sobre los errores cometidos (pero nunca calculamos el tamaño que tiene la desvergüenza, la verdad es). Fue hace un año cuando creímos que Jaua podría "indignarse" con lo que estaban haciendo en PDVSA, regresándola a manos de las trasnacionales y los privados, y que Rafael Ramírez podía renunciar y conmocionar al partido con su crítica y crispación chavista.
Pero ahora sabemos que todo fue en vano, que se trataba (y se trata) de una lucha por el control entre los mismos "perros del capitalismo", bandos enfrentados pero al servicio del capitalismo, donde los únicos que sufriríamos (y sufrimos) y pagaríamos lo platos rotos seríamos los chavistas (y todos aquellos que parezcan). Vemos desarmados y con las manos atadas, cómo la derecha mueve los hilos de la violencia y la destrucción, y al mismo tiempo al gobierno concediéndoles espacios, humillando la cabeza, enviándoles señales inequívocas: "¿Por qué no trabajamos juntos por la Paz? … si somos y queremos lo mismo… déjennos trabajar, que lo que hacemos lo estamos haciendo por y para ustedes".
Nos sentimos impotentes. Convocar una gran marcha por la Paz para venderle a los acólitos del gobierno, la paz de la conciliación como perfección, como si fuera una ventaja el acabar con la constitución de Chávez, "mejorándola" de la misma manera como "mejoraron" al Plan de la Patria, es decir, adecuándola a la medida de las ambiciones capitalistas.
Nadie parece darse cuenta del sentido de la Paz de Maduro y el riesgo real que se corre respecto a las conquistas socialistas, el peligro de perderlas todas, de no haber suficientes socialistas dentro de los constituyentes. Nadie parece darse cuenta lo fácil que es que la derecha tome ventaja entre 500 diputados, de los cuales muchos estarán infiltrados o tarifados de origen (Ya hay uno por ahí que dice que van a sacar a la Fiscal… Y él mismo tiene esperanzas de ser su sustituto ¡Uuf! Seguro será diputado)
En fin, la misma impotencia que atormentó al idéntico de kagemusha, es la nuestra. La misma impotencia del sustituto que robó el espíritu de su Señor asesinado, al ver su ejército derrotado, al presenciar cómo el hijo orgulloso (inepto y ambicioso) entregaba el reino a sus enemigos, es la nuestra, presentes ante la tragedia y atados de manos.