Uno le da vuelta a la cabeza pensando por qué, después de la muerte de Chávez, todo un equipo de gobierno, teniendo el control y poder en sus manos dejó ir a ambos en solo cuatro años. La única respuesta que le damos a esto es que todos los une una consciencia en baja, la posibilidad de ser y hacer lo que siempre habían querido ser y hacer. El verdadero resentimiento social hecho venganza, alzarse sobre todos para negociar el país como si fuera propio, como lo hicieron sus contrarios y alardear de ello. No hay otra razón para tanto consenso con eso de actuar como si todo estuviera perfecto, no hay otra explicación para mentir sin rubor, ante una crisis social verdadera.
No se trata de cualquier cosa, cada quien mira lo que quiere ver y de tanto desear que lo malo no sea cierto la gente no lo ve. Tengo amigos que son incapaces de admitir que el presidente Maduro ha cometido errores, es como si temieran caer en un pozo sin fondo, morir en vida. Y se desesperan si uno insiste en que piensen un poquito sus contradicciones, se agarran la cabeza y los pelos, de forma mecánica como una reacción inconsciente del desespero. Es increíble que tanta irresponsabilidad descanse solamente en una confianza ciega, enferma. No quisiera pensar en el desengaño de tanta gente, que a pesar de no ser toda la que se necesita para ganar unas elecciones, se trata de lo que se conoce como el "chavismo duro", en el imaginario de los jefes del partido (Psuv). Es como si en el desengaño de estos compañeros, que se marean solo con imaginar una deslealtad o una traición en el gobierno, yace la lucha de clases.
La cosa es volver a retomar el camino de la lucha de clases. Ver a Jorge Rodríguez con otros ojos, a Aristóbulo como lo que siempre fue, antes de Chávez, a Maduro como un muchacho ambicioso y arribista que necesita justificar sus orígenes de clase media; la pequeña burguesía en el poder, incapaz de hacer una revolución social, como Fouché, justo como Fouché, aterrado ante el símbolo monárquico. Pero en este caso, el símbolo es el del grande y respetado magnate, un Gustavo Cisneros pues. No en vano Aristóbulo Isturiz, hijo del simbolismo tonto, de la irreverencia causaerrista de no usar paltó y corbata, ahora no deja de usarlos cuando se reúne con empresarios. Lo mismo hace Maduro con su liqui liqui de seda (yo digo que es de seda, a lo mejor es de seda falsa, como es todo ahí). Creo que si desmontamos esos simbolismos no encontramos nada distinto al símbolo, lo esencial está en el mimetismo: cuando están con obreros hablan como obrero y se visten de obrero, y cuando están con empresarios hablan como ellos y se vista igual (una cuestión de protocolos, dirían ahora). Por eso la necesidad de volver a reconocernos en nuestros intereses de clase, sin mimetismos, los símbolos son para atravesarlos y poner los pies en la tierra, no estamos para adormilarnos de puros deseos. Vinimos a hacer una revolución social y hay que atravesar este muro ideológico como sea, así cueste un gran desengaño.
Después de la muerte de Chávez todo ha sido un gran circo sin fin, en rigor, no en sentido figurado, gente que parece y que no es, ilusionismo por doquier, fiesta, luces y detrás todo el mundo a la expectativa de que el show termine y quede algo sólido cuando se retire la tramoya. Pero no queda nada. Parece mentira, pero la Constitución, que Chávez llamo la más sólida, la más blindada del mundo, también se desvanece en el aire por obra y gracia de los dueños del circo, que no han sabido hacer otra cosa que fabricar ilusiones, promesas (ahora dicen que la van a mejorar), nada distinto al truco de la mano invisible del mercado ¿Por qué iba ser diferente? Es la mano invisible del libre mercado la que tiene el control ahora de nuestra economía, los 15 motores para el desarrollo del país están bajo su sello, a la población le toca esperar como Penélope que un Ulises la libere, o en vano que un capitalista sea bueno: y en el ínterin, todos moriremos.
El miedo que tenemos todos a no caer en manos del fascismo, curiosamente nos está llevando al fascismo. La única alternativa válida para salir de este aprieto es retomar el camino de la revolución social, pelear contra nuestro enemigo ideológico, hacer la revolución con más empeño, en nosotros y afuera, denunciar la mentira y al miedo, volver hablar de socialismo sin ambages, de expropiaciones, de castigos ejemplares a los hambreadores de la población, defender al más pobre de espíritu y de pan, a todos, dándole duro a los grandes propietarios y a los borregos a sus servicios. Y defender la Constitución de Chávez –el único símbolo que de él nos queda- la cual van a cambiar para mal, con el pretexto de perfeccionarla, para complacer a los oligarcas de siempre (no referimos a los cambios económicos, lo demás en pura paja). Hay que frenar tamaña irresponsabilidad; perder la constitución de Chávez es malo, pero perder el referéndum aprobatorio es una señal de la estupidez que fue llamar a una constituyente solo por ganar tiempo (¿?) Por dónde se lo vea, es un acto irresponsable, hay que renovar esta dirigencia pequeñoburguesa ambiciosa, improvisada, petulante, usemos nuestra reserva moral, donde quiera que esté, y convoquemos una gran asamblea socialista, unidad socialista-chavista es nuestra única divisa.