En la Roma imperial era "pan y circo". Se trataba de un Imperio, y el saqueo y la explotación de las colonias daba suficiente riqueza (aquí se diría renta) como para repartir entre una masa de desclasados, excampesinos, malandros, suficiente pan y otras cosas como para sobrevivir. Esto, por supuesto, no era suficiente para mantener a raya a la gente, por lo que el Emperador organizaba regularmente grandes espectáculos en la arena de Roma, donde toda aquella agresividad masiva tenía oportunidad de descargarse en los suplicios y combates a muerte de los gladiadores. En nuestro país, la cosa (o sea, la renta) ya no da para tanto, y, más que resolver el pan, se montaron los CLAP que no es que sea un gran "logro revolucionario", sino simplemente un plan de racionamiento de lo poco que vaya quedando, porque ya ni importar mucho se puede, porque la mayor porción de las divisas se va en el pago de una monstruosa deuda externa que nadie entiende porque no interesa explicarlo demasiado.
Pero tenemos nuestro circo. Recientemente vimos uno por TV, en el que unos tipos de batolas negras y sombrerito cúbico, sentados en una especie de muralla, una pared inmensa donde estaban pegados unos asientos ordenados en varios pisos, como en esos cuadros de la edad Media donde salen todos los profetas y arcángeles, escuchaban a otros tipos, esos oradores sí, ataviados de impecables trajes modernos, elegantes corbatas de marca, caros relojes, zapatos de deslumbraban, peinados y rasurados en costosas barberías, donde hasta hacen las cejas de una manera demasiado refinada como ostentaba uno de ellos, de miradas altivas y pretenciosas.
Uno de los oradores acusaba a una señora ausente de todo: insana mental, incoherente, ruin, ignorante, mala, terrorista, mentirosa, traidora (con la inevitable referencia a Judas), y, en el clímax de su rabia, golpista. La señalaba de incoherente porque había dicho que no había firmado, pero sí lo había hecho. Que había señalado a los pobres magistrados como írritos (o sea, que irritan), pero que menos mal que los mismos magistrados señalados estaban allí para juzgarla (¿la condenarán?), sin inhibirse como podría insidiosamente pensarse, para juzgar a la que los había insultado sin consideración a los títulos, algunos de ellos obtenidos en la Universidad de Curacao de la cual es propietario el mismo orador indignadísimo. Tanto que se excedió en su tiempo, y tuvo el que fungía de jefe de los embatolados enmurados, que llamarle la atención varias veces con una sonrisita cómplice.
En fin que la señora era el resumen de toda la maldad. Fíjate, pana, que había sido incoherente, que había dicho una cosa y después otra, que había empezado a hacer algo pero después hizo otra. Dicho así, no creas que se refería el señor ese elegantísimo e indignadísimo al extraño caso de los billetes de cien bolívares que nos tuvo entretenidos (y angustiados) en diciembre del año pasado, ni a todos esos años (2013, 201, 2015) en que se convocaba cada semana una rueda de prensa para anunciar que próximamente se iban a anunciar unas medidas. Tampoco y mucho menos a aquel anuncio de que los militares se irían a los cuarteles y, acto seguido, se encargaba a los militares del "Abastecimiento Seguro" y hasta se designaron unos generales de la papa, del tomate, etc. Hablando de incoherencias, de ir para adelante y para atrás, de vacilaciones y zigzagueos, no se refería, por supuesto, a aquellas sentencias que el propio TSJ echó para atrás al demostrársele que violaban la Constitución.
También el señor elegante le señalaba a la señora mala malísima, de terrorista, de que su actitud, era terrorista. Fíjate que fue interesante porque yo había entendido, por la explicación del gobierno, que el terrorismo de los encapuchados que salían cada vez que la GN impedía el paso de una manifestación de la oposición, y destruían edificios, mataban, acosaban niños, y hasta quemaban gente (así en plural, porque no había sido uno, en circunstancias aún en investigación, sino que en Venezuela, en general, "se quema gente", como dice Katz), que todo eso formaba parte de un plan del Imperialismo, y que eso lo dirigía la MUD. Ahora resulta que la señora esta, mala malísima, está por encima de la CIA (¿o será de la CIA?) y que los comentarios aquellos de la misma oposición de que su rechazo a unas sentencias del TSJ (pobrecitos) era parte de un guión de Maduro, eran también un montaje, porque en realidad, era la jefa detrás de la capucha.
Luego del gran histrionismo del orador, lleno de gestos temblorosos, de cara crispada, de puños agitados, énfasis emotivos, ojos desorbitados, y la finura y los delicados modales de otro ahí, de cejas exquisitas, y otro señor que no escuché porque tenía que atender la tienda, habló un tartamudo. Bueno, no tartamudo, sino que hablaba bajito y con tal dificultad, con tantos "o sea", "esteeee", "ummm", como sacándose las palabras con cucharita, además repitiendo lo que había dicho el otro señor indignadísimo (que acusó, como en un mitin, a la señora mala malísima de hacer proselitismo en su cargo), o sea, que el tiempo se le fue en latiguillos y vacilaciones. Me enteré que ese era el defensor designado para la señora mala malísima.
Luego, una cadena con el presidente, alcaldes y gobernadores, muy contentos, recordaron a Chávez (imágenes del Comandantes abrazando chamitos y viejitas, el buen pastor, pues), que él enseñó a permanecer unidos (¿una advertencia?) y al final, hasta bailaron esa canción de "Hablando se entiende la Gente".
Bueno, la verdad es que decidí dejar la TV y ponerme a leer un buen libro. Ya el desenlace de la película era super previsible. Además, estaba anunciada desde aquella sentencia corregida, donde le quitaban las funciones a la Fiscalía para dárselas al presidente. Cogí otra silla y empecé a leer el texto que me recomendó mi amiga la feminista, que habla de que el dominio patriarcal-machista-misógino, siempre ha acusado a las mujeres de brujas, locas o putas. El libro se llama "Los cautiverios de la Mujer" de Marcela Lagarde. Bien bueno. Sobre todo en estos ratos de pésimos espectáculos de TV.