Hoy queremos protagonizar una nueva luz de cambio, que aunque jamás será iluminada por el destino, siempre brillará en el corazón de la esperanza.
Con un parche en el ojo y un loro en el hombro, la creatividad sigue siendo muy menospreciada por una Venezuela, que no se cansa de duplicar la llave maestra de la propiedad intelectual, para poder abrir la puerta sin pedir permiso al autor.
Todos los barcos y piratas que bombardean con ilegalidad a las aguas venezolanas, solamente buscan prostituir el color de sus borrosas neuronas, cada vez que compran, venden, y reproducen el maldito material pirateado.
El festival venezolano de la piratería, incluye: películas de estreno hollywoodense, canciones pegajosas de reguetón y vallenato, los mejores momentos pornográficos, musicales en alta definición, documentales de Bob Marley, videos cristianos subtitulados, programas de computadora en español, videojuegos bélicos en doble capa, libros en formato digital, sistemas operativos desbloqueados, series de televisión por temporada, comiquitas japonesas, la nueva aventura de Disney, y leche en polvo con alpiste sucio.
Te lo queman en CD y DVD, te lo graban en Blu-Ray, te lo guardan en el Pen-Drive, te lo suben a la nube, te lo chupan sin condón, te lo envían por correo electrónico, te lo descargan por MEGA, te lo doblan al castellano, te imprimen la carátula a full color, te agregan los cortes del director, te lo venden por lote, te lo ponen en cola para el fin de semana, te lo prueban sin compromiso, te lo prenden frente al cliente, y te lo entregan en tus sucias manos.
En las soleadas calles, en los soleados centros comerciales, en las soleadas casas de familia, en las soleadas universidades, en los soleados semáforos, en las soleadas plazas, en las soleadas tiendas por departamento, en los soleados autobuses, en las soleadas páginas Web, en los soleados hipódromos, en las soleadas iglesias, y hasta en la soleada suciedad de los tribunales.
A plena luz del sol se legaliza la piratería en Venezuela, y hay un disco compacto muy sucio y muy rayado, girando una y otra vez en la oscuridad venezolana.
El astro rey, las palomas y el azulado cielo, son diariamente testigos del ilegal intercambio comercial, que realizan los venezolanos en las principales calles venezolanas, para adquirir rápidamente los maravillosos contenidos audiovisuales y programas informáticos, que son expuestos públicamente a lo largo y ancho de la geografía criolla, buscando que los hijos de Bolívar disfruten de la más novedosa piratería revolucionaria.
Como ocurre con las drogas, la piratería se extendió y se legalizó en todo el territorio venezolano.
Yo compro marihuana a precio de valeriana, y mis tres gatos viven felices y contentos, porque no tienen que viajar hasta la soledad de Uruguay, para oxigenar mi trágico sentido de pertenencia.
Aunque usted no lo crea, la adicción de comprar y vender la bravucona piratería, es un problema multicultural dentro de la sociedad venezolana, que no se limita a los estereotipos configurados por la población.
Los policías venezolanos compran material audiovisual pirateado.
Los magistrados venezolanos del Tribunal Supremo de Justicia, también compran material audiovisual pirateado.
Los fiscales venezolanos del Ministerio Público, siempre compran material audiovisual pirateado.
Los abogados venezolanos compran material audiovisual pirateado.
Los peligrosos sabuesos venezolanos del CICPC, también compran material audiovisual pirateado.
Los estudiantes venezolanos compran material audiovisual pirateado.
Las amas de casa desesperadas y venezolanas, compran material audiovisual pirateado.
Los diputados venezolanos compran material audiovisual pirateado.
Los ladrones venezolanos compran material audiovisual pirateado.
Los sacerdotes venezolanos compran material audiovisual pirateado.
Las prostitutas venezolanas compran material audiovisual pirateado.
Los lectores de Aporrea.org compran material audiovisual pirateado.
Y hasta los peores escritores venezolanos, también compran material audiovisual pirateado.
Niños, jóvenes, adultos y ancianos, han convertido a Venezuela en una región latinoamericana tan pirateada, que la piratería de contenidos audiovisuales e informáticos, es parte del aparato productivo que sustenta a los bolsillos del país.
Ya no es necesario visitar el horrible galpón, donde un asqueroso bigotudo con pinta de malandro, te iba mostrando la lista alfabetizada de contenidos pirateados, que podían ser fácilmente negociados, copiados, y comprados con olor a cigarrillo.
Ya no es necesario viajar el domingo hasta Maicao, para que un asqueroso bigotudo con pinta de acordeón, te vaya mostrando la lista alfabetizada de contenidos pirateados, que pueden ser fácilmente negociados, copiados, y comprados con olor a amapola.
Ya no es necesario cuadrar con el sapo del Blockbuster, para que un asqueroso bigotudo con pinta de transexual, te mostrara la lista alfabetizada de contenidos pirateados, que podían ser fácilmente negociados, copiados, y comprados con olor a vinagre.
Estamos abordando un tema complejo para la colectividad venezolana, pues la piratería es un vicio que no discrimina a nadie.
Fíjense que durante mis estudios de Comunicación Social en la Universidad del Zulia, un gran número de profesores obligaban a comprar materiales piratas, con la excusa de utilizarlos para realizar informes y trabajos investigativos.
Incluso, algunos profesores recomendaban ir hasta "Las Playitas", que es un famoso criadero de buhoneros en la ciudad de Maracaibo, donde venden mercancía ilegal a buen precio.
Por culpa de los profesores universitarios, muchísimos alumnos tuvimos que comprar películas piratas como: "Man on Fire", "Dogville" y "The Butterfly Effect".
Por culpa de los profesores universitarios, muchísimos alumnos tuvimos que comprar programas piratas como: "Adobe PageMaker", "Adobe Photoshop" y "Microsoft Office 2007".
Por culpa de los profesores universitarios, muchísimos alumnos tuvimos que fotocopiar libros como: "Memoria de mis putas tristes", "Una escalera al cielo" y "El agujero negro".
Si la escuela enseña a cometer el delito, pues el delito corromperá al prójimo.
En pleno siglo XXI, la piratería se adueñó de nuestra querida Venezuela, y su aceptación y popularidad ha permitido que los piratas venezolanos, obtengan legalmente los documentos jurídicos que amparan el delito, como el Registro Único de Información Fiscal, el dominio autorizado por Conatel para vender en el ciberespacio, y hasta la adhesión al sistema de recaudación de impuestos del Seniat.
Cuando podemos tirar la piedra y esconder la mano, pues somos los mejores ciudadanos del Tercermundismo, que compramos y vendemos la piratería de la calle, porque la actual crisis económica en Venezuela no permite adquirir legalmente, los contenidos audiovisuales e informáticos que son vendidos a precios exorbitantes, en las tiendas especializadas que ofertan esos productos.
Pero cuando no podemos tirar la piedra y esconder la mano, pues somos los mejores ciudadanos del Primer Mundo, que exigimos la pronta liberación de los presos políticos, que pedimos el resguardo de los derechos humanos, y que invocamos el poder de la democracia para resolver los conflictos sociales.
Somos un concierto de falsedad, hipocresía y desvergüenza.
La libre comercialización y legalización de la piratería en Venezuela, demuestra que nuestros valores éticos y morales, se encuentran en el fondo de un abismo de trifulcas, donde jamás hay espacio para respetar el trabajo intelectual del erudito, y donde siempre hay cabida para la delincuencia organizada del corrupto.
El consumismo de productos tecnológicos ha golpeado con fuerza a los venezolanos, y la tremenda locura por consumir lo más nuevo de lo nuevo, justificando el fin por el medio para conseguirlo, nos hace sufrir una terrible ansiedad capitalista, que desea emular el éxito internacional de The Walking Dead, desnudando el folklore venezolano de los Diablos danzantes de Yare.
La transculturación impone su propia ley, su propio mercado, y su propia naturaleza.
Es absurdo invocar la presencia del Código Orgánico Procesal Penal, es absurdo invocar las tonterías de la Ley sobre el Derecho de Autor, y es absurdo invocar las sanciones de la Ley especial contra los Delitos Informáticos.
El marco legal venezolano castiga de palabra, pero olvida por la espalda.
Las leyes venezolanas son una sonriente carcajada margariteña, que sigue esclavizada a las coloniales e imperialistas reglas de juego.
Las nocivas reglas de juego condenan a los artistas venezolanos, que son tentados a vender un kilo de arroz en las calles, antes de componer la letra de una nueva poesía escarlata, porque la Biblia dice que no solo de pan vive el Hombre, y porque la familia no se alimenta con simples palabras bonitas.
De hecho, yo he visto como mis artículos de opinión sobre temas ecológicos, han sido compilados y vendidos en formato PDF a través de Mercadolibre, y no existe vía conciliadora para que la gente sin escrúpulos se llene de escrúpulos.
El tiempo de dedicación, el sacrificio corporal, y la libertad de imaginación, se nutre con el pago de la pasta, con el pago de la réplica, y con el pago de la torre.
Matar tigres ya no es una caprichosa moda. Matar tigres es una verdadera profesión.
Los venezolanos son expertos matando tigres en las calles, y la consolidación de la piratería audiovisual e informática, extinguió el gran rugido de Frankenstein.
La piratería es parte de la cotidianidad de Venezuela. No hay escándalo, no hay crimen, no hay culpables. Es tolerada, es masificada, y es rentabilizada. No hay patrullas, no hay multas, no hay cárcel.
La marginación del intelecto fluye al pie del cañón, y a veces no sabemos cuándo escaparemos del infierno.
Yo siempre escucho el álbum "Megatón" de la banda Santos Inocentes. Es un disco de rock producido hace más de quince años, pero lo compré legalmente en una discotienda venezolana, y todavía me sirve de inspiración en la vida diaria.
Yo siempre veo la película iraní titulada "El Sauce Llorón". Es una historia sin asombrosos efectos especiales computarizados, pero su simpleza me ayuda a practicar el agradecimiento, y me ayuda a no perder el norte existencial.
Yo siempre leo el libro "Periodismo y lucha de clases" de Camilo Taufic. Es un librito con más de veinte años de amargura, pero lo compré legalmente en una librería venezolana, y todavía me sirve de reflexión en la lucha comunicacional diaria.
Sigo sin escuchar el último disco de Lady Gaga, no he visto la última película de Los Vengadores, y no leí el último libro de Harry Potter.
Pero aquí estoy, vivito y coleando. Escribiendo, soñando despierto, cantando, filosofando, llorando, y desarrollándome artísticamente.
Yo conozco a muchísimos compatriotas venezolanos, que ya escucharon el nuevo disco de Lady Gaga, que ya vieron la nueva película de Los Vengadores, y que ya leyeron el último libro de Harry Potter.
Pero lamentablemente, ellos son incapaces de construir un paralelepípedo.
Hay cosas más importantes en la vida que comer, cagar y dormir.
Esas cosas que por ser cosas no tienen nombre, representan el único camino para recuperar las cosas más importantes de la vida, que se basan en el arte de amar, concienciar y cambiar.
Cambiar es una triste utopía en Venezuela, y pese a que la piratería seguirá expandiéndose, en el cerebro de todos los piratas venezolanos, nosotros hoy cumplimos con el valioso y necesario deber de educar.