Yo no sé leer pero me escriben, razón por la que, obvio, estos garabatos son dictados y, en consecuencia, heme aquí, telemétrico dictador y de metiche, meter la cuchara en caldo morao de todos conocido.
Es sumamente demasiado ¡cuánta tela que cortar tiene la cotilla!, que si el pato y que si la guacharaca, y aunque yo con la cabeza cuasi en cero y las manos magulladas, meter la cuchara sea meter la pata, que sí.
Siempre quiero enfocarme en los valores de la comunicación constructiva pero eso demanda conocimiento, de lo que por el momento adolezco; y es que el riesgo de no tender hacia un equilibrio informativo puede desatar la diatriba pero, hecha la aclaratoria, paso al asunto.
Opinar y ser tomado en serio es un acto de gran responsabilidad, lo que ahora intento abordar no me consta, por lo que tomarlo en serio es una ligereza, pero cuando el rio suena es porque piedras trae.
Me pongo en antecedente de que un connotado petimetre lechugino y lepidóptero ingresó facinerosamente, a la machimberga -a la machimberra- a un destacamento militar y trató de intimidar al alto oficial y comandante del mismo y tuvieron un cruce de palabras.
El personaje de marras asutó batante al referido alto oficial de la FANB y, no era para menos dado que aquél exhibía un bigote en la frente, algo insólito, por lo que éste -el oficial patriota- pensó que se trataba de un marciano de Plutón que además decía incoherencias; así que lo conminó a abandonar el lugar pero como el referido petimetre se resistía, el destacado oficial se le puso a la espalda y, según el verbo ique, lo rempujó, y no sólo eso sino que le resopló en la nuca así como un búfalo.
¿Qué animá son eso gatos? Podría estarse preguntando todavía, el oficial.