A una semana del plebiscito y el simulacro, el empate técnico entre minorías fanatizadas se mantiene; las mayorías vacilan frente a la campaña de desinformación mediática. La MUD con los resultados de la consulta trata de legitimar –con simulacros– a un Estado subversivo y paralelo, y el gobierno intenta convertir las elecciones de la ANC en un plebiscito a favor de su Estado "comunal". Así, la simulación antecede a la guerra en ciernes; la amenaza y la mentira son instrumentos para amarrar lealtades y, alentar o neutralizar la intervención extranjera que se avizora como el factor de "desempate".
La MUD presentó su programa, nombró magistrados para su TSJ y mostró abiertamente la estrategia golpista dirigida a atemorizar a las fuerzas que apoyan al gobierno y a ganar para su propuesta a las mayorías indecisas, escépticas y confundidas. De esa forma, promueven un "paro cívico" que sería la preparación de una ofensiva mayor para impedir la elección de la ANC del 30 de julio, que incluye la expectativa de posibles sanciones económicas, financieras y diplomáticas del gobierno de los EE.UU.
Unos y otros se han colocado por fuera de la legalidad previamente existente. La lucha por el poder ya no se juega dentro de la Constitución Bolivariana de 1999. Los dirigentes de la MUD, así hablen de la defensa de la carta constitucional dejan ver que su objetivo es borrar totalmente el proyecto "bolivariano". Y quienes debían defender el principal legado de Chávez, se lanzan como último recurso al suicidio "constituyente". Así, la confrontación violenta de minorías polarizadas está a la orden del día.
Solo la Fiscal General y algunos sectores "críticos del chavismo" se plantean la defensa de la institucionalidad debilitada por la crisis política que vive Venezuela. El "poder" va quedando al desnudo: de un lado, un ejército que parece estar unificado en la "defensa de la revolución", o sea del control del aparato estatal (PDVSA y otras instancias burocráticas), y del otro, las estructuras de la oposición que forcejean por acceder al control de ese mismo aparato, instrumentalizadas por el gran capital extranjero.
En esa confrontación de minorías, las mayorías buscan nuevos liderazgos que impidan la guerra abierta pero la polarización política invisibiliza dicho esfuerzo. Detener la confrontación fratricida es la tarea más urgente del momento, por cuanto es parte de la concreción real de la estrategia imperial que promueve la fracturación total de la nación y de la sociedad venezolana, para implementar la intervención militar "humanitaria" que cuente con un apoyo interno viable para derrocar al gobierno bolivariano.
Es visible que la estrategia de los sectores extremistas del gobierno le hacen el juego al plan intervencionista del imperio. La carta de la ANC es una apuesta suicida por cuanto significa violar su propia legalidad; es un acto desesperado de fuga hacia adelante. El gobierno se enconcha alrededor de sí mismo, se apoya en el mínimo de poder que tiene, el ejército y la burocracia, perdiendo la iniciativa política. Ya sobrepasa todo límite: amenaza a su propia base social, muestra el rostro autoritario y quema sus naves.
No obstante, la oposición es todavía más torpe. Ratifica a diario su espíritu antinacional, no oculta su alianza subordinada con el imperio estadounidense y con las derechas más reaccionarias del continente y del mundo. Y al hacerlo, bloquea cualquier posibilidad de ganar el apoyo de las mayorías que saben que si se pierde la independencia, no habrá posibilidad de que Venezuela pueda manejar por sí misma sus inmensas riquezas naturales y se entraría en un túnel oscuro sin ninguna esperanza hacia el futuro.
Es urgente y necesario que aparezca una tercera fuerza política y social que intervenga en forma coherente y asertiva. Ya existen algunos sectores que se autodenominan "no polarizados" pero todavía se nota mucho temor y vacilación. El momento exige más audacia que la demostrada hasta este instante. Impedir la guerra civil es la consigna del momento para lo cual se tiene que romper totalmente con ambos sectores extremistas y fanáticos tanto del gobierno como de la oposición. La Fiscal General, por ahora, es el referente más visible de esa posición pero hay que ir más allá.
Para actuar con consistencia y ganar la iniciativa política hay que lanzarse decididamente a la tarea de construir un frente o coalición política y social contra la violencia y la guerra, por la paz y la convivencia, por el diálogo civilizado y la superación consensuada de la crisis económica y política. Hay que garantizar la participación de dirigentes de organizaciones sociales y populares pero también hay que buscar el apoyo en otros sectores gremiales, académicos, religiosos, y en general, de toda la sociedad. Poco a poco se romperá el miedo y se sumarán amplios sectores.
Para hacerlo, se debe tener en cuenta, entre otros, los siguientes aspectos:
1. Plantear la defensa irrestricta de la Constitución Política vigente.
2. Velar y luchar por la unidad de las fuerzas armadas y de éstas con la sociedad.
3. Denunciar la actitud entreguista y anti-nacional de la oposición.
4. Desenmascarar el comportamiento antidemocrático y autoritario del gobierno.
5. Buscar la unidad de los venezolanos más allá de los partidos políticos.
Respaldar la política sectaria y aislacionista del gobierno por temor a quedar presos de la estrategia de la oposición, no es la mejor actitud para el momento de emergencia nacional que vive Venezuela. La ANC no resolverá ningún problema y sus torpes acciones (ya anunciadas) debilitarán la posición del presidente Maduro y del gobierno. Las amplias mayorías van quedando en condiciones de apoyar a quienes tomen la decisión de impedir la guerra y salvaguardar la unidad y la independencia nacional.
Hay que saltar todas las talanqueras mentales que impiden la acción decidida. ¡Es ahora o nunca!
Posdata: Colombia sería la segunda víctima de una guerra intervencionista del imperio en Venezuela. Y detrás de ella, toda América Latina. Hay que impedirlo.
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Popayán, 23 de julio de 2017