Mientras el Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, se había preparado paciente y concienzudamente para ser Presidente de la República, y dada la sobrevenida tragedia física que nos arrebató de sopetón su cuerpo material, Maduro, en cambio, ha tenido que aprender el desempeño de tan alto cargo, sobre la marcha, y ejercer de tal en condiciones bestialmente adversas, pero él ha tenido suficiente tabaco en la vejiga como para sortear mil y una dificultades, lo que no es una bagatela sino la consecuencia de, por añadidura, conjugar los bríos con una mente brillante. Lo digo de otra manera, cuando tú no tengas un cortocircuito entre el cerebro y las bolas, podrías ser Presidente de Venezuela.
Vale la pena rebobinar la película, el Comandante Chávez, que supo comandar en Jefe y magistralmente al a mi modo de ver el ejército más democrático del mundo actual -la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, la FANB- no jugó a las cartas con Maduro ni con Diosdado, Chávez dispuso, en perspectiva profunda, privilegiar la, más que unión, comunión cívico militar, pero todavía un poco más a fondo, la comunión (léase comuna) de los soldados y de los trabajadores, particularmente de los obreros.
Diosdado ha tenido que echarse al Partido de la revolución, al PSUV, el partido de Chávez, a sus hombros, es cierto, pero su tarea mayúscula es mantener el más estrecho vínculo con nuestra maravillosa FANB; mientras que Maduro debe cumplir un rol más amplio, sus funciones de Jefe de Estado y de gobierno, Comandar en Jefe a la FANB, ser novio de la Madrina, repicar las campanas y tirar los cohetes (éstos, en el buen sentido y no como lo hacen los terroristas de la MUD).
Y, además, Chávez pautó y selló esa notable confraternidad entre Maduro y Diosdado, confraternidad a la que no se le vislumbra el menor esguince.
Por esa ruta Chávez parece no haber dejado el más mínimo cabo suelto, el admirable desempeño de Diosdado es elocuente también, así que aplaudo esa; ¡claro, Diosdado ha tenido un pelón al no haber podido sentar a M Violenta en la silla que él dispuso para ella en "El Mazo dando" pero tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe! (díptera, lo de M es derivativo, en este específico caso, de Malvada).
Mas, al hueso del asunto y pido perdón por mi evidente digresión.
Contrasta saber que mientras la mujer revolucionaria de Venezuela exhibe pundonor e hidalguez, en contrario, la mujer escuálida se baja las pantaletas y defeca -[se caga] en plena calle a la luz del día- alumbrada de reflectores de televisión, ahí en la más transitada avenida de "El Cafetal", ¿buscando qué?
La mujer venezolana auténtica -[y en el adjetivo incorporo tanto a la mujer revolucionaria como a la escuálida decente]- no se presta para cochinadas y, he ahí un punto de encuentro; La mujer venezolana es, en sentido lato, una Dulce Heroína.
¡Cuántas mujeres "echá´ palante", Dulces Heroínas, hay en la Asamblea Nacional Constituyente Originaria (ah, y bonitas que eso da gusto)!
¡Oh, cielos, y yo tan solito, quiero casarme con una mujer que me mantenga, sólo pediría que ella sea revolucionaria; lo que pasa es que todavía soy muy jovencito; necesito inscribirme en el plan chamba juvenil!
¡Mmmm…!