Uno siempre anda diciendo lo que piensa y supone que lo que uno piensa es lo sensato. ¡De anteojito! Como solíamos decir antes. Cuando empezamos a enjuiciar, pocas veces damos valor a lo que otros dicen y si estos son niños mucho menos. ¿A quién o mejor a qué político se le pudiera ocurrir tomar en cuenta la opinión de un infante sobre asuntos de la política? Supongo que a nadie. Cuando los guarimberos, por ejemplo, arremeten contra un colegio, sobre todo de niños, piensan que quienes están allí, la mayoría, no tiene opinión y en todo caso lo que digan en su casa, entre su gente, nadie lo tomará en cuenta. Olvidan, sólo por tocar un asunto puntual, que un niño aterrado y dando muestras y motivos de su estado, es un discurso con una enorme carga.
Carmencita tiene siete años. Está, como es de suponer, en los primeros años de la escuela primaria. Es una niña que un tanto empíricamente uno puede calificar de precoz. Sus padres forman parte de ese sector que el venezolano de ahora llama escuálido o para mejor decirlo, sus ideas políticas son las del mundo opositor. No es que no les guste Maduro, no. Van más allá, creen que el proyecto de Chávez es contrario, absolutamente contrario a sus intereses. Ellos no saben explicarlo porque no lo han racionalizado, no hallan ideas y palabras para hacerlo. Pero lo sienten y lo expresan emocionalmente y en base a adjetivaciones. El discurso no es muy amplio, largo y menos profundo pero si consistente por lo emotivo.
Carmencita forma parte de un pequeñísimo grupo que anima e informa a sus compañeros de escuela a través de una emisora de circuito cerrado. A diario, ella y dos o tres compañeritos más, usan los micrófonos para saludar, animar a sus compañeros, informar asuntos relativos al colegio, hablar de reglas de conductas y hasta del día, cuando se trata de una fecha importante de la historia venezolana.
Dos días antes de las elecciones por la constituyente, Carmencita estando casa de su abuela, a esta interrogó de la manera siguiente:
-"¿Abuela, a usted le gusta Maduro?"
La abuela no dejó de mostrar ante la niña, le fue imposible, sorpresa por aquella pregunta y sobre todo por quien se la estaba formulando. Por eso, calló y pensó detenidamente la respuesta. Se la formulaba su nieta y apenas una niña de siete años.
-"Bueno, la verdad es que a mí no gusta Maduro".
La niña, pensó un momento, vaciló y se atrevió a preguntar a su abuela.
-"¿Entonces usted no va a votar por la constituyente?"
La abuela no salía de su asombro ante aquel inusual interrogatorio. Pero optó por no evadirlo y respondió a su interlocutora:
-"Sí, sí, voy a votar por la constituyente".
La niña se acercó a la abuela y se sumergió en su regazo. Acomodada allí volvió a preguntar:
-¿Por qué usted, si no le gusta Maduro, votará por la constituyente?
Ahora la abuela había recobrado su compostura y estaba dispuesta a continuar aquel inesperado diálogo con la mayor discreción, sabiendo el pensar de los padres de la niña.
-"Bueno hija, yo quise mucho a Chávez. Y pienso que Maduro a pesar que no me gusta, representa a Chávez y hay buena intención en él. Debe haberla, por eso Chávez lo dejó. Además, deseo que llegue la paz; que podamos vivir tranquilos, sin violencia y la constituyente, no habiendo otra cosa, pudiera traernos eso que queremos."
La niña, saliendo del regazo de la abuela al cual se había acomodado de espaldas, dio vuelta, la miró de frente y le comentó:
-"Abuela, a mí también me gusta la constituyente".
Ahora la sorpresa de la abuela fue mayor. Está acostumbrada a salidas y comentarios de su pequeña nieta no frecuentes en niños de su edad y menos entre sus otros nietos. Pero viniendo de ella aquella opinión inesperada se sintió más incómoda, como si estuviese oyendo algo irreal. Hipertensa como es la abuela, sintió como si de repente su ritmo cardíaco se hubiese alterado.
-¿Te gusta? Preguntó la abuela mirándola fijamente y haciendo esfuerzos para no denunciar su estado.
-¿Por qué? Volvió a preguntar la abuela, ahora por demás interesada y atenta a las palabras que pronunciase la niña.
-"Bueno abuela para nada me gusta ver personas quemadas. Menos que quienes las queman celebran como si eso fuese una fiesta. Me asusta.
La abuela escuchó aquello pero calló, dando oportunidad a la niña se manifestase con libertad.
-"Además abuela, tengo días que no voy a la escuela. Allá en la residencia cierran los portones y no dejan salir. Mi papá lleva días sin trabajar y está muy triste. Tampoco puede llevarme a la escuela. Si logramos salir temprano no podemos regresar y debemos venirnos para acá a esperar que aquello se calme y nos dejen entrar".
Calló un rato, parecía medita por lo que la abuela no se atrevió a interrumpirla. Bajó la cabeza, se miró las manitas que había unido y volvió a hablar con manifiesta tristeza:
-"Abuela, unos niñitos me contaron que en Caracas habían quemado una escuela de kínder."
Esta vez la abuela se atrevió a hacer un comentario, como toda abuela para calmar a su afligida nieta:
-"Bueno hija, vamos a pedirle a Dios que todo esto pase, venga la calma y puedas volver a la escuela".
La niña que escuchó atentamente a la abuela, asintió con un discreto movimiento de cabeza, pero volvió a hablar:
-"Pero abuela hay algo más. Cuando debo quedarme en casa, el humo de las cosas que queman y los gases de las bombas lacrimógenas me asfixian y a todos en el apartamento".
La abuela la trajo de nuevo a su regazo y volvió a consolarla diciéndole que todo eso pasaría y los muchachos se dejarían de eso, de trancar el portón del condominio, la avenida que pasa frente a este, quemar cauchos y basura, lanzar piedras y la policía no tendría necesidad de lanzar esas bombas.
-"Abuela, por eso, a mi me gusta la constituyente".
Nota del autor: Todo lo escrito aquí es real. No hay nada inventado. Sólo se ocultan los nombres por distintas razones. Es pertinente que cada quien lea esto como mejor le parezca. Pero también lo es que los políticos, cuando analicen lo acontecido el 30J, sobre lo que uno tiene muchas dudas, hasta que la Constituyente pueda cumplir con todo lo que sus promotores esperan, pues como saco roto le han metido de todo que hasta parece una Caja de pandora, y cualquier otro acontecimiento político, no subestimen la opinión de los niños, no sólo porque forman el futuro, sino porque sus estados de ánimo impactan a sus familiares. El padre de esa niña, contrario al gobierno, votó en las elecciones constituyentes.
¡Ah! Por si acaso, los niños también tienen derechos humanos.