Era eso lo que el comandante Chávez intentaba decirnos todo el tiempo, era eso lo que lo unía de forma tan especial con su pueblo que todavía hoy lo extraña, esa conexión mágica, eso que no puedes inventar, lo que a la oposición le cuesta fingir y a los malos políticos entender y mantener.
Hablo del amor, de ese más allá del aquí y ahora, ese que trasciende el entendimiento, mueve y vive más allá de cualquier plano, ese amor que confía y esta lleno de esperanza, el que siente quien aun sin las reivindicaciones de la revolución, sigue creyendo en Chávez y en la palabra empeñada, esa de hacernos libres y soberanos.
Hablo de lo que siente el pueblo más humilde, el que más golpean las crisis y los imperios, el que más trabaja y se esfuerza por mantener vivo ese amor, ante esto, no nos queda otra alternativa más que asumir el reto que sea para proteger esa confianza que nos vienen a ofrendar los de corazón más puro.
Quienes creemos en mundo diferente, donde es posible la equidad, la justicia, el respeto y el amor, debemos seguir en batalla permanente por la alegría y la vida, por la esperanza de ver nacer ese hombre y esa mujer nuevos.
Por eso es necesario que abandonemos para siempre lo que nos aleje de esa revolución que vive en el corazón del pueblo, en lo ético, moral y político, y nos acerquemos a eso que con pasión ha movilizado multitudes desde hace casi 20 años, lo haremos juntos, resistiremos, avanzaremos, ¡Venceremos!
