Uno evita tanto quedarse pegado en la inmediatez de la crisis, que a veces no reconocemos la importancia de los detalles y sus significados frente a la gran idea rectora del socialismo y sus valores. Es el caso de la cancelación de la gira de Dudamel con la OSJ y el otro del acoso a Jorge Rodríguez en México. Es en los detalles dónde se conoce que una casa está verdaderamente limpia; en los detalles se sabe que un pintor conoce bien su oficio, o que el Perseo de Cellini es una gran obra de arte. Es en los detalles donde se ve la fragilidad política y la ausencia de carácter de este o cualquier gobierno.
Maduro conversa con el músico y le reprocha que no entienda lo que hace su gobierno, y luego el despacho de la presidencia cancela la gira de la orquesta: 1 más 1 suman dos, no pudo haber sido una reacción más infantil. Con razón dicen por ahí que parecen muchachos de la FCU jugando a ser políticos. El presidente reacciona ante la crítica, una crítica frontal, nada asolapada o conspirativa, del director de orquesta, porque de alguna manera ofendió su majestad, y se la cobra cancelando la gira de la orquesta ¡Qué mensaje es este, coño! Nadie puede creer en la grandeza de un presidente que se ofende por la crítica, y menos por una crítica que no es velada sino franca. Esa cancelación no le hace daño a un personaje que vive en Los Ángeles, casi que como un príncipe –como uno verdadero, no uno que se cree- ¿Qué daño personal le puede hacer al músico? El daño se lo hace Maduro mismo y a los que lo apoyan incondicionalmente; a la imagen avergonzada que tiene el presidente de él mismo, que se duele en televisión de que haya gente que todavía lo subestime…, el daño, en todo caso se lo hacen a la orquesta, o sea, a la institución y al país. En este punto no se trata de juzgar su valor cultural, eso es otro asunto, solo creo que ella es patrimonio del país, pagada y apoyada fundamentalmente por el Estado, justificada por el Estado y sus agentes culturales.
El otro detalle es la actitud de Jorge Rodríguez ante el acoso de un venezolano histérico ¿Por qué no dar la cara y defender a su gobierno con la misma elocuencia conque cuestiona y critica a la oposición desde el Diván? ¿Teme alguna agresión física? ¿No cuenta con guardaespaldas? ¿Por qué tiene que correr? Y por último ¿Cuál es el mensaje? ¿Dónde está la dignidad el gobierno? Lo primero que podemos decir es, con el poeta Kavafis, "¡Jorge, la ciudad va en pos de ti!" ¡A dónde quieras que vayas irá contigo tu ciudad, tu gobierno, tus discursos, tus contradicciones o tus aciertos o tus éxitos políticos!
¿Por qué correr? ¿Por qué "avergonzarse" fuera de Venezuela? Pero, al contrario, por qué se és tan desvergonzado dentro del país, frente a todos los venezolanos, con todo, lo malo y lo bueno, con las contradicciones y con los aciertos cuando los hay.
Si hay aciertos no hay vergüenza, pero cuando hay contradicciones, conscientes de ellas, por lo menos debería haber un pequeño rubor en el rostro. El detalle está en eso, no dar la cara a los opositores y a sus críticas, cuando parecen inofensivos, confundidos, mal informados... o mal intencionados, da igual.
Por eso creemos que es preferible tomar la crisis, por más detalles significantes revienten en nuestra cara, como una crisis general,de la sociedad burguesa capitalista, una crisis de Valores; además de una crisis política e ideológica dentro de la revolución, y así no ocuparnos de esos chismes tan vergonzosos.
El gobierno ha hecho de la política una pelea de vecindario (esta idea no es original, pero no hay otra imagen que la explique mejor), sin embargo su conducta es reprochable, como digna de auténticos dignatarios de la política, o auténticos estadistas. Primer, donde quiera que un representante del gobierno se encuentre en el mundo debería defender las políticas del gobierno, la dignidad del gobierno sin pensar o dar explicaciones sobre su vida y actos personales. Y dos, un presidente no debería reprocharle a nadie nada porque tenga opiniones adversas a su gobierno, en todo caso tratar de convencer con raazonamientos; lo otro, que quede para las discusiones en las tribunas del Estadio de beisbol, para peleas de borrachos o de vecindarios. Deja mucho que desear ese comportamiento de tanta susceptibilidad, por un lado, y tanta vergüenza y miedo, por el otro, como quién está haciendo algo reprochable y no quiere ser descubierto infraganti.
Si no quieren más críticas o que los subestimen, por lo menos, traten de ser más pudorosos con sus defectos y no los ostenten, piense antes de hablar y antes de actuar. Pero, con hablar menos, ya es suficiente.