Somos optimistas, dentro y fuera del pesimismo que sentimos por la paz capitalista, todo es un engaño… La presión desde el imperio sigue y aumenta, las denuncias de Luisa Ortega Díaz van a encender un ventilador de caca. Ya Isaías Rodríguez las descalifica por ser, dice, simples declaraciones. Otros las descalifican por venir de una mujer prófuga. El caso es que ella dice que presentará pruebas de sus acusaciones. Es posible que se desate una reacción en cadena de denuncias y acusaciones que embarren a medio mundo, tanto en la derecha exógena como dentro de la derecha endógena, lo que neutralizaría a mucha gente y avivaría las negociaciones secretas. Se desata la madre de las guerras sucias que solo sería posible detener con un gobierno represivo, paranoico, policial; o por un golpe militar, de derecha; o, con suerte, uno con el apoyo de líderes revolucionarios, y hale todo de nuevo hacia la revolución socialista, moralizar de nuevo la política y el discurso revolucionario… Lo peor de nosotros nos hace perder la fe en los demás y en nosotros mismos.
…Lo más probable es que todo se desenlace (o se enrede) en un control militar y policial de la derecha, la cual es una solo, dentro o fuera del gobierno, para facilitar los desarrollos capitalistas a gran escala (uno). Y dos, para controlar la crítica y las manifestaciones chavistas opuestas al gobierno, además para ir preparando el ambiente de una socialdemocracia estable y bendecida por el imperio.
El panorama está enrarecido de elecciones, amenazas, denuncias, y desgobierno dentro de la administración pública. La población se aferra a lo que puede dentro del descontento, pero no es mucho; todo el mundo busca provecho propio. Un vecino replica por Whatsapp los videos de los ejercicios militares, pero no hay respuestas. Mientras tanto una señora sin temor del barrio se burla de la constituyente; nadie le responde. En el supermercado un señor de la clase media paga unas sardinas congeladas en completo silencio. Ya no vale la pena seguir con los sarcasmos, ahora les toca a las vecinas mar pobres burlarse de los discursos gubernamentales. La política dejó de ser asunto de primer orden, cada quién en lo suyo, resignación y expectación domina las miradas en los vagones del metro. Solo se escucha al vendedor de caramelos ofreciendo ofertas de tres por cien, al falso enfermo estafando a los más tristes, con quejas calculadas. Afuera, en los mercados, el chinchín de las cajas registradoras apagan los gritos del silencio. Estamos resignados a eso. La gente compra lo que puede y vende o que puede, rápido, mañana ya sería inútil.
No podemos saber que pasa por las mentes de todos en este país despedazado, pero en la nuestra todo es igual, solo que hacemos distancia para entender mejor, en el tiempo y en el espacio. Tenemos la convicción de que el socialismo puede cambiar nuestras expectativas de manera radical, nos mantiene optimistas, vivos, trabajando. Todo lo que el capitalismo daña el camino hacia el socialismo lo puede corregir. Allá en el fondo se esconde la esperanza y la fe en que las cosas cambiarán, pero la necesidad nos tiene paralizados, ésta incertidumbre es el peor que el terrorismo.
Volver al socialismo, no hay otro camino. Ese es el fondo, oculto por toda clase de distracciones. El caso de la Fiscal, que se nos presenta como lo más importante ahora, nos enseña algo mucho más allá de la vida y el destino de la desgraciada mujer. Los escándalos de sus acusadores nos dicen mucho más de sus denuncias y de la probidad de los acusadores. Hay que saber hacer distancia de tantas emociones y limitaciones sentimentales. ¡Que nos domine un solo sentimiento de justicia y de amor, con la mente clara y fría para pensar y luchar!
La lucha por la justicia socialista es como un juego de ajedrez. Una estrategia: seguir el ideal de una sociedad nueva, de un hombre nuevo, en un estado de justicia social, de igualdad y de amor al prójimo. Estrategias intermedias, calculadas según cómo se desplace nuestro objetivo final en el fragor de la lucha, sin perder nunca su dirección. Y administrar las cualidades específicas de nuestros combatientes y las tácticas, solo y siempre de cara a nuestras estrategias y nuestra idea rectora.
El punto principal en todo esto es que cada movimiento debe contener dentro de sí la fuerza de la victoria, se debe justificar solo porque se pelea para vencer. No se pueden hacer sacrificios inútiles, o contrarios a nuestros objetivos principales, cualquier movimiento, cualquier táctica se debe justificarse en el sentido final de la guerra, es decir, vencer al enemigo.
En la revolución socialista el enemigo es el capitalismo. Su rostro es el rostro de la indiferencia, del desprecio a la vida, del egoísta mezquino, del individualismo a ultranza, y así como lo vemos fuera, en la injusticia de los demás, anida dentro de uno mismo. La revolución socialista que no lucha para vencer en la conquista del socialismo es una revolución perdida desde el principio, es una revolución muerta, hecha de palabritas y deseos; abstracta.
Sobre este objetivo, cada movimiento debe redundar en la victoria, y ésta puede ser conquistada desde las cosas más sencillas; en hacer bien lo que mejor sabemos hacer, si somos servidores públicos, artesanos, docentes, enfermeras, profesionales y hacerlo honestamente: esto sería un buen movimiento de ataque, una buena táctica, una avance claro. Buscar tiempo para pensar y estudiar: el conocimiento, es fundamental para asegurar la victoria. No podemos dejar las cosas a la improvisación mediante las habilidades naturales sobre el conocimiento de algunas “tácticas”, de “mecanismos”, olvidando el fin último de la lucha, el cual es cambiar la sociedad y al hombre: no se nos puede olvidar nunca, por encima de nuestras vanidades personales y egoísmo mezquino. Solo se justificaría el ser un egoísta si esta “concentración de atención” contribuye a la salud y al bienestar de los demás seres humanos.
Se trata de otra vuelta más. La historia se repite o es cíclica, pero da vueltas como un espiral, no estoy seguro eso. El asunto es que hemos acumulado historia, también para bien. Ya sabemos que podemos reaccionar ante la felonía, el engaño, que a los farsantes se les nota la farsa. Pero que también que cualquiera de nosotros puede concentrar mucha dignidad. Por eso soy optimista. Y porque creo en que podemos ser mejores personas, viviendo en socialismo.
Marcos Luna 27/08/2017