Tierra fértil, tierra que parió grandes hombres que lucharon por
sacudirse hasta derrotar la barbarie del imperio español. Pudor de
inmortalidad tenemos, como tenemos un país empeñado en salir del
atolladero económico en que lo metieron, nada precario en su avance.
Tinieblas por acá, tinieblas por allá y, a lo lejos una lucecita fuera
del foco económico que brilla fuera de nuestro alcance que nos ponga a
pensar: hoy no, mañana sí. Palanquer un decir morir a tiempo sin
siquiera tener la cura cerca y, ese mismo tiempo nos cubre de agonía
y, Nicolás, nuestro presidente: regresó con una sonrisa de bienvenida
y su mano derecha levantada y la izquierda palpando el corazón que muy
bien pudiéramos entender lo que quiso decir, seguimos teniendo Patria
-¡carajo!-. ¡La Patria vive! Hermoso despertar como consigna que se
apetece por momento. ¿Y, el pueblo? Envuelto en un excidio de tristeza
que no lo deja dormir en paz. El Hambre apura, los problemas se
extienden y los enemigos nos castigan a diario. A ellos con la misma
vara que midan deben ser medidos. Manos dura que para eso está el
Estado.
Patria que unos aman hasta la muerte y, otros como perversos no la
quieren ni la defienden y más cuando salen fuera del país a violarla
cuando, piden ciegos de odio que nos engullan con sanciones: nos
traicionan y como consuelo les entra un palpitar cuando los frutos de
su solicitud entran a castigar al mismo pueblo al que se deben y,
entonces embarran al gobierno del desasosiego que ayudaron ellos
mismos a crear y, en eso se la pasan expoliando nuestro destino y,
después tan campantes celebran que como lacayos y vende Patria,
aspiran a ser presidente de la República. ¡Vaya cinismo de la
oposición!
Y, Nicolás a su regreso pudo haberlo pensado, pero no se atrevió a
decirlo, Veni, vidi, vici, no en realidad no, todavía no cabe
expresar, aunque quisiera su optimismo de algún éxito, sería abultar
las ganas de llenar de ilusión a un pueblo desconsolado que espera de
la ANC un revertir de esperanzas, aunque tardías hagan efecto, lo más
inmediato posible que la fortalezca con la maleta que trae hasta los
tequeteques de solidaridad de otros pueblos amigos, no nos basta, para
lo menos consolar al pueblo de algo que lo empalague de ayuda
satisfactoria, pero no está demás pensar que en el camino se
emparejarán las cargas, las que pesan más de lo que se cree.
El presidente, Nicolás Maduro, arribó al país con sus ríos desbordados
de esperanza, una corriente poderosa de aguas como vaguadas se ha
hecho sentir por estos días, como tormentas pasajeras nos han latido
fuertes en varios estados, que han consolidado las manos de nuestra
voluntad de ser libres sin dañar el espejo de nuestra paz, paz que
recorre un sentir que se ensancha en cada despertar cuando damos
gracias a Dios por tener el país que tenemos que, aunque no comamos no
morimos de hambre, la tierra tiembla y nuestros sentimientos se hacen
perdurables, respiramos la lealtad de luchar, tal cual, nos enseñaron
los que nos dieron Patria, de la que otros se burlan.
Lo de Nicolás fue un ir y venir que de Venezuela a Kazajistán pasando
por Argelia, le dijo al mundo, Venezuela no es Patria de entreguistas
ni de cobardes y, jamás perteneceremos a imperio alguno, somos la
Patria de Bolívar que no necesita escapulario ajeno y, también tuvimos
un comandante amigo -mejor amigo, no pudo ser- que siempre quiso que
el pueblo gobernara y, algún día, está escrito en el alma de cada
venezolano, ese mismo pueblo gobernará con la justicia social y la
heroicidad de sus sentimientos, nuestra Patria y nada ni nadie nos
privará de disfrutar lo que la naturaleza nos concedió como don
divino.