Un pigmeo es un pigmeo y un gigante es un gigante, párense o no en la cresta de una montaña o en el fondo de un valle, -reza un aforismo popular-.
Fijaos, dilecta lectora o dilecto lector, sea usted persona patriota o escuálida, no es bueno dejarse llevar ni siquiera por Cristo -y ni por el Diablo- porque, como es de suponer, cada quien debe tener la cabeza sobre sus hombros, no en otra parte.
Discernir es una facultad que nadie debe soslayar, mucha gente es llevada para bien o para mal y sea cual fuere la circunstancia ocurre que tal o cual persona aludida se entrega a una u otra cuestión dejando de ser sí misma. De ahí emergen los fanatismos, que nunca son buenos sino perniciosos sea cual fuere el bando al que el sujeto se ha dejado llevar, fanatizar.
Dicho de otra manera, pienso que debemos apelar siempre a nuestro sentido crítico propio pero sin aferrarnos a posiciones tomadas de manera inexpugnable; al pan pan y al vino… (pa´ adentro porque si vino es que no se fue).
Mas, al hueso del asunto, sin más rodeos; haciendo un ejercicio intelectivo me permito crear una balanza moral y poner a los presidentes Maduro y a Trump uno a cada lado del fiel y veamos acto seguido mi apreciación.
¿Qué demanda mayor o menor esfuerzo, al menos físico, subir o bajar una montaña?, ¿y, respecto al plano moral, acaso no resulta similar?
Maduro accedió a Miraflores, es decir, al emblema del poder político, desde abajo, desde el plano obrero, -pero, díptera, bien lejos, lejísimos de ser un Lech Walesa, que no, por favor, su referencia es Chávez-; puesto que Maduro no heredó fortunas monetarias tuvo que fajarse a sudar; mientras que entiendo de Trump que él es multimillonario de cuna, por lo que, como es de suponer, desde siempre ha vivido en la abundancia de bienes materiales y desde esa manguanga bajó a su blasón, a su poder político que para sí, gringo, significa empresa.
Se supone que al provenir de antípodas condiciones, ambos presidentes forjasen su respectivo carácter de modo incongruente entre sí, como aceite y vinagre; más allá de consideraciones genéticas prefiero abordar la cuestión desde el punto de vista sociopolítico.
Es deducible que mientras Maduro tuvo que jalonar su camino personal sorteando dificultades propias de su contexto social y político, en cambio el señor Trump, como es de suponer, nadó en la abundancia de su riqueza material personal y eso también determina en mucho el forjamiento de los caracteres y, repito que dejo aparte la cuestión de la herencia genética.
Los recurrentes desplantes de Trump contrastan con el tacto de Maduro; a Maduro lo respalda mayoritariamente un pueblo; mientras que a Trump tal parece que su propio pueblo lo detesta.
Mientras que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela es contentiva de 350 artículos y de apenas una enmienda; la Constitución de Estados Unidos contiene 7 artículos y, si no es erróneo mi conocimiento, contiene alrededor de 30 enmiendas.
Nuestra Constitución Bolivariana data de menos de 20 años; mientras que la gringa data de más de 200 años.
Nuestra Constitución está en proceso de reforma; mientras que la gringa sólo pudiese ser reformada cuando San Juan agache el dedo.
El Estado no debería ser eterno porque todo caduca a cada cierto tiempo y si la ley que rige determinada realidad social y política permanece inmóvil eso es como pretender meter dicha determinada realidad dentro de un cepo; la Constitución de Venezuela fue debatida, elaborada y aprobada por el pueblo; mientras que la gringa fue forjada hace más de dos siglos por un grupito de poder, no por el pueblo norteamericano. Toda realidad evoluciona incesantemente inclusive de un día para otro, pero digamos que a cada cinco o diez años hay transformaciones enormes que deberían ser atendidas en la ley; de no ser así, se da entonces una monstruosa acumulación de injusticias que tarde o temprano desembocarán en un caos.
Yo no soy leguleyo ni jurista, lo mío es otra cosa, pero me atrevo a expresar que el mundo de hoy tiene dos modelos de constituciones, la nuestra y la gringa. La nuestra orientada hacia el socialismo y la gringa que apuntala el capitalismo salvaje.
El capitalismo es un sistema esclavista y opresivo; el socialismo es liberador e inclusivo; he ahí del contraste; es que si no hubiese habido opresión y esclavitud no hubiese habido necesidad de hacer la revolución, ¿de quién es la culpa de las revoluciones liberadoras?, ¿cuántos más ríos de sangre derramar inútilmente?
Saque usted su conclusión a la luz de la razón; el capitalismo no tiene futuro, el socialismo es una necesidad definitiva para todos los pueblos del planeta, y es sencillo suponer que si echamos a la balanza los dos grandes sistemas, lo intermedio no va por obvia razón.
En el fondo del asunto lo que pesa no es Trump ni Maduro sino los dos antagónicos sistemas pero tratado el tema tangencialmente, helo ahí en lo descrito.
En resumen, de la evaluación que he hecho tengo que raspar a Trump y eximir a Maduro y, en este caso, no para que nuestro presidente se eche las bolas al hombro sino para que asuma su responsabilidad con más butría porque así como dije, no hay evaluaciones finales sino pertinentes.