Un genio: "maldigo a los ricos, y que sigan en su infierno"

Siempre pienso en los libros que Bolívar y Chávez leyeron, y en aquellos que debieron haber leído y que no pudieron, por las vicisitudes de las vidas que llevaron.

La existencia del hombre de occidente está marcada por los libros que han penetrado y deslumbrado su alma. Si yo, a los veinte años, no me topo con la obra "Los engranajes" de Ryunosuke Akutagawa, habría terminado bien imbécil, desorientado y creyendo que mis tormentos no podían tener una salida en este infierno llamado tierra. Ryunosuke no pudo evitar suicidarse y ayudó a tantos a que no se quitaran la vida. ¡Cuántos milagros! Otros libros que me han ayudado a sostenerme sin pérdida de mi esencia, han sido "La gran aventura de Jack London" de Irving Stone (libro que perdí hace cuarenta años y el que lo tenga le ruego me lo preste); también "Hojas de hierba" de Walt Whitman, "Rojo y negro" de Stendhal, "Guerra y paz" de Tolstoi, "Los miserables" de Víctor Hugo, "Del tiempo y del río" de Thomas Wolfe, "Justine o las desventuras de la virtud" del Marqués de Sade y "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad, entre muchos otros.

Mi vida ha sido un mar de dragones con patas de hule, un túnel entre la Alfa y la Omega cundido de sangrantes corderos; un cielo encendido de profecías, una selva con tremedales de estrellas, una montaña de perros, hechiceros y… libros.

El cuento "Octubre" de Thomas Wolfe es la obra poética más extraordinaria que he leído, pero lo perdí y no se consigue en internet.

Pero desde la primera vez que escuché al Comandante Chávez decir que ser rico es malo, caí en la cuenta de su profunda sensibilidad creadora. Cuántos imbéciles ofendidos, y luego casi nadie ha seguido hablando de este asunto que para mí es tan fundamental. Cuando Chávez lanzó esta bomba, entendí que estábamos ante un pensador de una gran intuición filosófica, de una profundidad humana que pocos revelan cuando le hablan al pueblo. Luego Chávez añadió aquella sentencia de que la iglesia es un tumor para la revolución, para los cambios.

Estoy seguro que de haber escuchado estas dos aseveraciones León Bloy y Jacques Marataín, ambos se habrían identificado profundamente con ellas.

El escritor William Ritter llamó a León Bloy "el verdugo de la literatura contemporánea". Chávez fue el verdugo de los timoratos, de los blandengues y de los débiles ante las realidades terrible que vivimos. ¡Dios mío, qué gran genio fue León Bloy cuando maldijo a los ricos y a los católicos que sólo saben tragar hostias y rezar para tratar de "salvarse"! Aquel monsieur de París, a decir de Ritter, que vivía sombrío, aislado, como en un ambiente de espanto y de siniestra extrañeza. "Hay quienes le tienen miedo –dice-; hay muchos que le odian; todos evitan su contacto, cual si fuese un lazarino, un apestado; la familiaridad con la muerte ha puesto en su ser algo de espectral y de macabro; en esa vida lívida no florece una sola rosa. ¿Cuál es su crimen?".

Chávez fue el político más temido y odiado de América Latina, incluso, más odiado que Fidel Castro porque Chávez habló con una verdad quizá más cruda y directa.

El crimen de Chávez o de León Bloy fue hablar sin ambages y el de decir sus verdades aunque ésta les costasen la condena más terrible de un mundo profundamente cobarde.

León Bloy era como Chávez: ambos eran el brazo de la justicia. Eran hombres que decapitan dioses por mandato de una ley suprema, más allá del mismo hombre.

"León Bloy –dice Ritter- es el voluntario verdugo moral de esta generación".

"Me escolta alguien que me susurra sin parar que la vida, rectamente entendida, ha de ser una continua persecución, todo hombre valeroso, un perseguidor, único modo de ser auténticamente un poeta. Perseguidor del género humano, perseguidor de Dios. Quien no es eso, bien en acto, bien en potencia, no merece ni respirar."

Toda la prensa de su tiempo odió a Bloy, y todavía no le perdonan su existencia: Jamás veréis que se le cite en los diarios; la prensa parisiense, herida por él, se ha pasado la palabra de aviso: "Silencio".

León Bloy odiaba a los ricos. Los mandaba a la mierda, y uno de sus hijos murió de hambre. Él escribió esas dos grandiosas obras: "El mendigo ingrato" y "La sangre del pobre". Geniales, y han sido mis libros predilectos, porque yo amo la santidad de los que desafían la idiotez del mundo. De los que alumbran y van fulminando muertos que "viven" a la moda.

Yo estoy escribiendo un libro que se llama precisamente: "Todo rico es una MIERDA", veré si alguien se atreverá a publicarlo.

A León Bloy lo catalogaron de loco, porque llevaba un poderoso detector de excrementos. Sabía dónde olía mal. Yo he tenido que prevenir a ciertos amigos "encumbrados" que se me acercan, y les he tenido que decir que tengan cuidado conmigo porque podrían contaminarse.

La locura se pega si se tiene una elevada decisión de ir hasta lo último en los desafíos y los terrores y horrores de la vida…

León Bloy era un loco que clamaba con voz esclarecedora y sonora, que se hacía oír como un clarín de la Biblia. "Sus libros –dice Ritter-, se solicitan casi misteriosamente; entre ciertas gentes su nombre es una mala palabra; los señalados editores que publican sus obras, se lavan las manos; Tresse, al dar a luz Propos d'un entrepreneur de démolitions, se apresura a declarar que León Bloy es un rebelde, y que si se hace cargo de su obra, "no acepta de ninguna manera la solidaridad de esos juicios o de
esas apreciaciones, encerrándose en su estricto deber de editor y de marchand de curiosités littéraires".

Consulto con frecuencia a León Bloy y me hubiera gustado llevarle uno de sus libros al Comandante Chávez. Habría sido para él un gran encuentro (descubrimiento), como el que tuvo con Nietzsche.

Chávez fue un León Bloy de la política.

@jsantroz

 

 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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