Entre poetas ser afrodescendiente y maldito es una misma cosa. Trabajar como un afrodescendiente lo dice todo. Al que lo han jodido humillantemente, se confiesa "Me negrearon".
Aquí se estilaba mucho el dicho: "afrodescendiente es afrodescendiente y su apellido m…".
Nuestro racismo es criminalmente acomplejante.
Hay quienes han huido del país despavoridamente al descubrirse "blancos", y aspirando a la vez que afuera le reconozcan que por no ser tan feos ni despreciables, los acojan como civilizados.
Con el chavismo mucha gente salió a mirarse a los espejos (y a alisarse el pelo) y a preguntarse si quizá estaban por fuera de la condición de negros, zambos o indios. Algunos que se consideran blancos llegaron a creer, que tenían suficientes elementos naturales para solicitar la visa estadounidense.
Algunos y algunas se echaron camiones de base o de protectores solares
Los que persisten en no reconocerse afrodesdendiente, mulatos o zambos y ansían mejorar la raza, no encuentran en qué palo ahorcarse. (Se colocan una gorrita tricolor robada, por los caprileros, para ver si así elevan su estatus, su auto-estima).
Más de veinte afrodescendiente fueron incinerados durante las guarimbas entre marzo y junio del 2017. Fueron quemados espantosamente. Y hubo igualmente ante estos hechos un espantoso silencio en el mundo del reino de Rajoy (Franco), de los Uribe-Santos y de Pinochet. Hubo un silencio igualmente tétrico en las Naciones Unidas y en la OEA. La poderosa prensa mundial no habló de los negros quemados porque a fin de cuentas para ellos los negros o mulatos que sean exterminados por la vía que sea representan en sí una "mejora" para raza civilizada.
¿Por qué creen ustedes que Claudio Fermín, por ejemplo, jamás participó en una marcha de la oposición?
¡Sencillamente porque lo habrían quemado vivo!
Y es muy triste decir esto, porque Claudio Fermín aprendió un poco de inglés y a jugar tenis en Estados Unidos, y se le podía ver en Caracas en franelita y pantaloncito blancos, con una estampa de ciudadano altamente receteado por las ranas plataneras del Norte. Pero la clase alta de AD y de COPEI nunca lo aceptó por aquello de que afrodesdendiente es afrodesdendiente y…
Los imperios dicen que nosotros los venezolanos vivimos en la oscuridad más plena, porque carecemos de negros finos como Obama y de damas ricamente enjaezadas como Michel de Obama, dignas de parecer en la portada de revistas como Vogue.
Oscuridad, que viéndolo bien, es muy noble y pura, mientras no admitamos que los gringos nos llenen de luces artificiales la vida; que nos llenen de luces para descubrir que somos feos; para descubrir que no le damos un uso mercantilista al oro y a los recursos que tenemos; para descubrir que no nos arrastrábamos como antes a los poderosos.
Que no estamos dispuestos a doblegarnos a aquellos primeros gringos que nos trajeron sus lámparas de queroseno, sus bujías de gas (que marchitaron las luciérnagas), con las que nos ocultaron las estrellas para relegar y echar a la basura nuestros penachos indígenas. Esos, los civilizados de Europa y de Estados Unidos, que vinieron a llenarnos de perversos y miserables recelos; que envenenaron de negocios la amistad, la solidaridad, el amor, y dejaron a tantos pueblos andando encorvaditos buscando la gratitud y la bondad de su sangre por entre los andurriales y los ruidos de las máquinas.
¡Cuánta sucia, ruinosa y ruidosa minucia por la ausencia del penacho indígena!
Una flor, un cigarrón, el canto de los pájaros, la inteligencia natural que trocamos en estertores de aviones y camiones: "se come el ruido, como un corcel la hierba, la poesía. Estréchase en las casas la apretada gente, como un cadáver en su nicho..." (martí); en temblores metálicos: El silencio en medio del bosque, del campo, que nunca más volveremos a recobrar.
Pudo Bolívar prever con extraordinaria claridad cuánto nos degradábamos por el hábito peligroso de copiar y de querer implantar lo extraño en nuestros países.
Y entonces nos llenamos de máscaras, de narices, traseros y pechos postizos.
La experiencia con las constituciones más libres, los programas educativos más radicales, la importación de ideologías funestísimas para pueblos sin la condición para el ejercicio de gobiernos canallas. Porque para ellos civilizarnos es encanallarnos.
"La influencia de la civilización que indigesta a nuestro pueblo- exclama Bolívar -, de modo que lo que debe nutrirnos nos arruina".
Y Martí replicaba: "No aplicar teorías ajenas, sino descubrir las propias. No estorbar a nuestro país con abstracciones, sino adquirir la manera de hacer prácticas las útiles. Agrega Martí:
Es inútil y generalmente dañino el hombre que goza del bienestar del que no ha sido creador: es sostén de las injusticias, o tímido amigo de la razón, el hombre que en el uso inmerecido de una suma de comodidad y placer que no está en relación con su esfuerzo y servicios individuales, pierde el hábito de crear y respeto a los que crean.
Y remata: "Hasta que la civilización no aprenda criollo y hable en criollo, no civilizará... no se sabe sino lo que se descubre...".