Diálogo e impudicia opositora

El pueblo venezolano había sido informado, por fuentes provenientes de los dos bandos políticos en pugna que, el 15 de noviembre, en la República Dominicana, se reiniciarían, "las conversaciones destinadas a establecer un diálogo entre ambos sectores por la convivencia política en el país".

Efectivamente, tanto el Presidente Nicolás Maduro como otros voceros gubernamentales, entre otros el doctor Jorge Rodríguez, quien funge como jefe de la delegación bolivariana, le habían anunciado al país, con cierto entusiasmo, que el diálogo con la oposición estaba por reiniciarse, bajo los auspicios del Presidente Danilo Medina, quien haría las veces de anfitrión facilitador del encuentro.

A su vez, Julio Borges y Luis Florido, representantes de los partidos Primero Justicia y Voluntad Popular, respectivamente, voceros visibles de la oposición, habían anunciado que asistirían a Santo Domingo, en la disposición de reasumir, ahora sí, un diálogo "serio".

El entrecomillado a la intencionalidad dialogante de la oposición se hace inevitable porque, faltando apenas horas para la cita, estos voceros salieron a manifestar, en rueda de prensa, que concurrirían a Dominicana, sí y sólo sí, la contraparte aceptaba la presencia de los Cancilleres de Chile, México, Paraguay, Bolivia y Nicaragua, para que sirvieran de testigos y garantes, del diálogo pautado.

Recurrencia opositora

Como para no perder la costumbre, una vez más, la oposición vuelve a repetir el esquema que ha utilizado en las tantas oportunidades anteriores en que se ha planteado la posibilidad de dialogar, apresurándose a condicionar su realización sujeto a cláusulas asomadas a última hora, como buscando una coartada que le permita escabullirse del compromiso contraído.

Mientras, la parte bolivariana siempre ha sostenido que cuando se va a dialogar no hay que ponerle cortapisas al mismo, que es en el desarrollo de la propia acción dialogante en donde es dable discutir y abordar cualquier tema que se quiera llevar a la mesa de negociación, en el marco de la agenda previamente acordada, la oposición, en cambio, es recurrente en poner cualquier condicionante que le permita justificar o levantarse de la mesa o, simplemente, no presentarse, a última hora, a la cita prevista, cual doncella testaruda u ofuscada.

El pueblo venezolano ha observado esta conducta de la oposición en reiteradas oportunidades tanto con Chávez como, ahora, con Maduro. Acepta a regañadientes o forzada por las circunstancias, la invitación al diálogo, por lo demás necesario, para tratar y acordar políticas en torno a los grandes temas de interés nacional, para, luego, bajo cualquier excusa ausentarse o no presentarse, conducta que evidencia la inmadurez y desmesura que le es característica, así como la dependencia y falta de criterios propios, pues, está sujeta a los dictados de quienes la monitorean desde el exterior.

Pobre oposición la que tenemos en Venezuela, impúdica hasta más no poder, que no es capaz de mantener la sindéresis y la coherencia a la hora de definir una política con cabeza propia. Por un lado, nos gastamos un sector opositor, el más recalcitrante y divorciado de la realidad, que se niega a toda posibilidad de diálogo a menos que sea para concertar un cronograma de salida inmediata del gobierno constitucional, a quien bizarramente consideran débil y derrotado.

Y, por otro lado, está el grupo de partidos "serios" que aspira a una "negociación real", en el momento adecuado, desde "una posición de fuerza, cuyo propósito sea la salida de la dictadura"; solo que esa fuerza no ha de ser producto de un esfuerzo de construcción de la misma, con lo cual demostraría la debida seriedad pregonada, sino que surgiría como resultas de la presión internacional de los gobiernos de derecha, apuntalados por el centro imperial.

Este sector es el abanderado de la mayor impudicia opositora, es el que se niega a sentarse, en el último instante, en la mesa de diálogo dispuesta, en este caso, en Santo Domingo, pues apuesta, más bien, a que sean las sanciones, el aislamiento y la asfixia económica auspiciada desde el exterior lo que debilite al gobierno bolivariano - aspiración no labrada por ellos, dada la torpeza y demostrada incapacidad política-, y de esta forma dotarse de la posición de fuerza con la cual, según cálculos, podrían doblegar a las fuerzas patrióticas.

Ambos sectores opositores vienen de una doble derrota, la sufrida en las calles cuando la irracional política de las guarimbas dirigida por la autodenominada "resistencia", y, la más fuerte, en las urnas electorales, en la reciente elección de gobernadores, que fue tan contundente que la dejó sin aliento como para no participar en las elecciones municipales pautadas para diciembre próximo.

No termina de entender la desacertada oposición venezolana que su problema principal, por encima de la división que la enmarca y de la dependencia del exterior, es la incapacidad demostrada para entender y asumir la impronta del chavismo como realidad telúrica sociopolítica en la Venezuela contemporánea, condición que la hace impotente para establecer una efectiva conectividad con el pueblo venezolano. Y es evidente que mientras insista en esa impudicia que le ha sido característica no podrá encontrar la senda que le permita reencontrarse honestamente con el bravo pueblo.



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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

 miguelugas@gmail.com

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