Confieso que me sorprendieron un poco (sólo un poco) las declaraciones que dio el gobernador de Carabobo, Rafael Lacava, a José Vicente Rangel hace ya dos semanas. En ellas, el funcionario propuso unas medidas e hizo una profesión de fe que, a simple vista, van a contrapelo con las líneas gruesas de la política económica y la retórica gubernamentales. Por un lado, planteó unas decisiones que, supongo, son de beneplácito para Fedecámaras, organismo donde muchos empresarios se inclinan por la oficialización de la dolarización de hecho que afecta al país; es decir, la sustitución de la moneda nacional por la norteamericana en la compra venta cotidiana.
Dijo Lacava que el gobierno debiera autorizar a las empresas residenciadas en la zona industrial de Valencia, vender sus productos en dólares. Pero no sólo eso (ya se han dado varias compras de vehículos con esta modalidad de dolarización de facto); el gobernador Lacava defendió la idea de abrir casas de cambio en Carabobo donde se vendieran dólares de manera libre, sin controles. Para rematar, el gobernante de Carabobo manifestó su entusiasmo con la "iniciativa privada", la propiedad privada y la inversión de capitales nacionales y extranjeros.
José Vicente Rangel llamó a Lacava, un líder político muy "peculiar". A mí también me lo parece, no tanto por sus actitudes de cantante de rock o estrella del futbol, su "performance" con el burro, o el uso del humor de Emilio Lovera, con "carro de Drácula" incluido (alusión evidente de un CD del cómico de mucho éxito entre los buhoneros), no por ese efectismo tan televisivo; sino porque se ve que es un tipo muy franco y "espontáneo" (no sé si auténtico). Él ha evidenciado con una gracia que envidiaría el mismo Maduro y mucho más Jaua, uno de los talantes más característicos de la cúpula gobernante: por un lado, un pragmatismo que no duda en llamar a los empresarios a enriquecerse (cual Bujarin criollo), junto a una bulla populachera que dan ganas de reír, lo cual se agradece mucho en estos tiempos tan amargos, sin faltar esas bravatas e imprecaciones que acarician tanto ese gomecismo subterráneo que tenemos apenas escondido los venezolanos, y que tiene su catarsis en el espectáculo de unos "bachaqueros" humillados con monos naranjas barriendo las calles, aunque los bachaqueros de miles de millones sigan con sus elegantes trajes estilo Carreño.
Porque pierde el tiempo el analista o historiador que pretenda dotar de cierta coherencia y precisión conceptual, la política del gobierno de la cúpula burocrático-militar, sin recurrir a la racionalidad profundamente pragmática que guía sus decisiones. Vale decir que yo respeto mucho el pragmatismo como escuela filosófica. Entre muchos militantes izquierdistas formados en las tres últimas décadas del siglo XX, pragmatismo equivale al rechazo de la teoría (especialmente, la "revolucionaria") y el culto a la acción inmediata y, si se quiere, efectista. Pero no: el pragmatismo filosófico no es tan pedestre; claro: tiene a los resultados (al éxito, a la bondad de los "frutos") como criterio de verdad de cualquier formulación de cierta generalidad, pero en eso tiene cierta cercanía con el marxismo, cuando éste insiste en que, discutir acerca de alguna teoría, carece de sentido sin referencia a la práctica. Por supuesto, estoy consciente de que el pragmático que abunda en estas tierras y tiempos, es el del primer tipo, el ordinario: el que prefiere "echarle bolas" sin considerar mucho las perspectivas más allá de algunos días, sino solamente los efectos inmediatos esperados en la pantalla de la TV o en los votos de la próxima elección.
Por ejemplo, es evidente, ya tenemos varios años observándolo y escuchándolo, el pragmatismo del presidente Maduro. Se le nota hasta en su propensión de llamar "habladores de paja" a cualquier crítico de su gobierno que pretenda lanzar alguna cita de clásico, concepto o frase de cierta generalidad teórica, que no sea frase hecha propagandística o cliché, a la que es tan afecto. Ya, tal vez, muchos han olvidado esa descalificación fulminante que le lanzó a unos intelectuales (encima, intelectuales; o sea, la quintaesencia de la "habladera de paja") que se atrevieron a señalar como incorrecto, o por lo menos inconveniente, la asfixiante presencia y mando del Comandante en todos los niveles de la acción del estado; es decir, su "hiperliderazgo". Con la misma sorna y agresividad, son "habladores de paja" los que llaman la atención acerca de la subrepticia invisibilización de Comunas y Consejos Comunales (los otrora componentes del "Poder Popular"), a favor del relieve de los CLAP y ahora del novísimo movimiento "Somos Venezuela", enésima promesa de participación popular después del Congreso de la Patria y tantos y tantos mecanismos organizativos anunciados, que resuelven el misterio de la Santísima Trinidad: varios organismos diferentes y los mismos esperanzados activistas de siempre. Asumo que, más temprano que tarde, serán también "habladores de paja" esos que escriben, como el maestro Britto García, contra un supuesto "lobby neoliberal" que propondrá una ley de protección a las inversiones extranjeras que reafirmará los lazos de dependencia con el capital imperialista, cuando es el presidente mismo el que lo llevó a la ANC-PSUV (Asamblea Nacional de Cuadros del PSUV). Igual será un "hablador de paja" aquel que señale que los contratos de la Faja del Orinoco y del arco minero, aparte de ser ecológicamente criminales, constituyen la entrega del país, como garantía de la monstruosa deuda externa contraída en plena bonanza petrolera de años pasados. Lo mismo quien advierta, sin demasiada inteligencia, pero sí mucha "habladera de paja", que ya van 80 gerentes de PDVSA acusados de corrupción y "bachaquerismo" de alto vuelo, y eso debe de tener algo que ver con la gestión de Rafael Ramírez, "premiado" (¿o purgado?) con la representación del país en la ONU.
Es cierto, en este país se habla mucha paja. Se anuncian que se anunciarán que se anunciarán medias que resuelvan la inflación y el desabastecimiento. Se prometen soluciones, mientras se destroza la institucionalidad montando un órgano de "plenos poderes" que ha resultado impotente para garantizar la comida, la salud y el empleo al pueblo. Incluso, se llega al colmo de la paja, entregando el texto de la Constitución de 1999 como modelo de una nueva Constitución que, hasta ahora, ha sido el pretexto de un gobierno plenipotenciario, por encima de todas las instituciones, una dictadura clásica, pues. Se habla paja (y se dice "amor", "perdón", "reconciliación", "Jesucristo", etc.; pura paja, pues) sobre castigar el "odio", pero no se reconoce que la frustración, la indignación, la desesperación, que a veces desemboca en grito y hasta expresiones destempladas en las redes sociales, no es manifestación de oscuras conspiraciones imperialistas, malas intenciones ni mucho menos psicopatologías, sino de una muy normal rabia ante una situación a todas luces anormal.
En este país se habla mucha paja. Desde hace por lo menos 6 años, un montón de economistas ha recomendado una serie de medidas para hacer frente a la fulana "guerra económica", sin parársele medio centímetro. No se le paró al aumento de la gasolina, a la unificación cambiaria, a la revisión de las empresas expropiadas, porque sólo era paja. Y ahora se reconoce que la "guerra económica" se perdió, porque combatir una página web es muy arrecho, y hay que parar la "habladera de paja" de los datos de inflación y demás, y por eso, para parar la habladera de paja, el Banco Central no publica esos datos. Y así.
De tal manera que lo que hay que hacer es dejar de hablar paja y proponer, por todo el cañón, la dolarización oficial de la economía, el estímulo por todos los medios de la "iniciativa privada" y la inversión extranjera, lo cual incluye esas leyes que aprobará la ANC-PSUV, la explotación del Arco Minero sin tanta paja ecológica y los contratos de la Faja, hablando la paja hereje antimperialista claro; y ponerle monos anaranjados a los bachaqueros, mientras el Mercado Mayorista de Valencia espera por el "Poeta" Tarek (no el que no es poeta, sino otra cosa).