Y hay que preguntárselo porque ella misma (o sería Nicolás) no quiso que la llamaran, como se estila, Primera Dama, sino Primera Combatiente. Y entonces… ¿Qué es lo que combate? ¿Contra quién combate? ¿Cómo es que ayuda a la Revolución Bolivariana en este parto de la Patria?
Yo me atrevo a opinar que se limitó, hasta ahora, a ser Primera Dama. Acompaña fielmente a su esposo, lo mira embelesada en cada acto público, lo sigue religiosamente en sus viajes, en sus alocuciones, en todos los actos del Gobierno. Aparece dándole tiernamente su mano, a su lado siempre, haciendo presencia y testimonio de que ella, Cilita, es su legal y amada esposa.
Por cierto, ¿saben lo que creo? Que el Presidente Chávez, antes de morir, y al nombrar a Maduro como su sucesor, le pidió que formalizara en matrimonio la unión de los dos. Y obediente, leal y consecuente, Nicolás lo hizo.
Pero no quiero desperdiciar este importante espacio para hacer juicios románticos. No con la situación actual que tenemos, en realidad apocalíptica. Aunque se declare la Navidad, se oiga música navideña en el canal del estado, se pinte como se quiera la pantalla, estamos viviendo la peor crisis que he conocido en mi historia de vida, ya casi para 67 años. Aunque nací antes de la caída de la dictadura pero sin criterio ni conciencia en aquella corta edad, de la situación en Venezuela.
No quiero referirme a la crisis económica, sino sólo como causa importante de la crisis social que se vive en el país. Quiero referirme a la descomposición de valores al extremo, cuando madres botan a sus hijos recién nacidos por la basura, o los trafican, o hasta los dejan morir sin sentir piedad alguna. Me refiero a las jóvenes adolescentes venezolanas que son violadas e inermes, forman parte de la estadística del embarazo precoz. Me refiero a la violencia sobre la mujer, que yo percibo exacerbada, son asesinadas, maltratadas, traficadas, violadas.
Me refiero por ejemplo, al reciente caso de la jovencita del estado Vargas, que hace tres años se fue a México como “dama de compañía”. Asesinada cruelmente en un hotel. Pero dicen las noticias que intentó estudiar en la universidad. No terminó, no pudo. Con una hijita menor. Esto nos duele.
Me refiero a tantas jóvenes venezolanas que están siendo traficadas a otros países, a China, Santo Domingo, Panamá, y pare usted de contar. Traficadas y engañadas con la ilusión de un pago en dólares, de una vida interesante.
¿Qué hace usted, Primera Combatiente por ellas? ¿Qué hace por los recién nacidos? ¿Por las madres embarazadas, y ya paridas, desesperadas, solas, que no encuentran cómo alimentar y criar a sus pequeños?
Combata esta situación, como pueda, como sea. Aunque no se resuelva del todo, aprenda de su esposo y los inventos de misiones, ayudas, programas, aumentos de salarios, ect etc etc. El Presidente sabe y se da cuenta de la situación trágica que vive la clase media, la baja, los pobres, los desheredados, como los llama la Biblia. Y uno percibe, al menos en sus intenciones, en sus discursos, en sus acciones, cómo se le mueven las entrañas, cómo le duelen.
Invente algo, por el amor de Dios, por el dolor de Venezuela, y haga honor al nombre de Primera Combatiente. Utilice ese tiempo de actos y viajes, para sentarse con un equipo a crear, resolver, solucionar. Enfóquese en los más vulnerables: los niños, las madres embarazadas, paridas, las adolescentes. En la mujer. Invente misiones o como quiera llamarlas. Sin mayor burocratismo, reclute a todas aquellas mujeres necesitadas, ofrézcale refugio, planes, sustento, ayuda.
Primera Combatiente Cilia Flores: es un llamado que le hago de corazón. Usted lo puede, usted es la esposa del Presidente, usted puede disponer de recursos, apoyo logístico, medios de comunicación. Que su ofrecimiento de apoyo a esta población frágil, necesitada, llegue hasta el último rincón. Y que no sean limosnas, no. Que sean planes, programas y propósitos donde estas mujeres, jóvenes adolescentes, otras madres sin futuro, puedan contar con su asistencia. Invente cómo poder ayudarlas, no siempre se trata sólo de dinero, hace falta algo más. Necesaria pero nunca suficiente la misión de madres de la patria.
Estoy segura de que sentándose en una mesa, con personas competentes, y realizando una tormenta de ideas, teniendo muy claro el objetivo claro, sabrá ayudar.
Hasta la misma Alicia Pietri de Caldera, apenas Primera Dama, inventó lo de un “cariño para mi ciudad”, creó el Museo de los niños. Ahora, en este momento crucial para nuestra historia, cuando la descomposición social, la ignominia y la aberración andan campantes en Venezuela, usted debe hacer más, mucho más.
Cumpla entonces con su compromiso, con su nombre. ¡A combatir con extrema urgencia, por la mujer, por la juventud, por la infancia!