El poeta Pedro Pablo Pereira Márquez (de 69 años de edad) vive solo en un rancho de Ejido. Tiene ya dificultades para caminar. Se desplaza con un bastón, con paso lento y vacilante. Él se ríe de su situación pero ésta es muy seria; aunque esa sonrisa termine producto de su dolor; él deja correr su mirada de campesino noble con su especial ironía sintiendo que las garras de las dificultades lo cogen por el cuello (del estómago).
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Pedro Pablo se hizo librero por amor a la lectura. Tenía un puesto de libros usados en la Facultad de Ciencias (ULA), pero es que ya casi no puede caminar, ni buscar libros ni cargar con ellos, y resignadamente y sin dejar de sonreír, nos dice:
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Debí quedarme en el campo, en Quirorá donde nací, ahora no tengo un maíz que llevarme a la boca.
Su vida la ha entregado enteramente a actividades culturales: más de quince libros de su pluma; ¡cuántos recitales y premios!: 25 años dirigiendo el taller de Literatura de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Los Andes. Pedro Pablo fue cura y un día viendo tantas podredumbres dentro de la iglesia solicitó "la baja" al Papa. Pudo haber medrado entre las cloacas de la Iglesia y ser hoy un hombre con bienes de fortuna. Pero Pedro Pablo tiene dignidad y desde que Chávez irrumpió en el mundo de la política en 1992 se hizo chavista a muerte. Pedro Pablo atendió a Chávez cuando éste recién salido de la cárcel hizo una visita al Taller de Literatura de la Facultad de Ciencias (ULA) en 1994.
Un grupo de amigos hacemos colecta y le compramos el Clap a Pedro Pablo cuando muy ocasionalmente llega a su sector. Valga plantear la crítica de que don Clap tarda meses en llegar y que el estómago de un ser humano lanza aullidos horribles que no esperan y…, entonces el poeta Pedro Pablo sale a la calle a ver qué consigue sin una locha.
Un cuadro terrible.
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Yo estaba comiendo cambures- nos dice -: pero ahora nos los han puesto tan "altos" que no los alcanzo. Los veo, los saludo y me voy…
El poeta – por poeta- no tiene ni siquiera una cuenta en un banco (última hora: acaba de descubrir que en una vieja caja llena de trastos hay una libreta del Banco FundaComun, que parece suya). El poeta tiene el carnet de la Patria, pero no tiene celular. Hoy lo llevamos al banco para ayudarlo con algo y en el banco sólo nos dieron diez mil bolívares, y entonces nos dirigimos a una panadería para comprar un pan y éste costaba 60.000 bolívares pero el poeta nos recitó uno de sus últimos poemas:
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Cómprenmelo ahorita mismo/
Que en minutos costará setenta/
Y sáqueme usted esa cuenta...
Entonces lo llevamos a hacer un mercadito y fue poco lo que le pudimos comprar con 200 mil que fue lo que reunimos. Llevó granos, fororo, afrecho, arvejas, pasta, arroz y cambures; él se prepara sus granos, porque él mismo se cocina: le pone lo que encuentre (casi siempre sólo sal), y con esa olla de granos se va defendiendo dos o tres días.
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Ayer me sacaron dos muelas y no me importó, porque… para qué, si ya no las necesito -: dice con su amargo humor el poeta.
La verdad es que hay que conseguirle la pensión en Amor Mayor. Sería un gran acto de justicia para este noble chavista.
@jsantroz