Oportunista: es una actitud. Según el diccionario de la RAE, en su segunda acepción, es una persona que se acomoda a las circunstancias para obtener provecho, subordinando, incluso, sus propios principios. Según Lenin significa lo mismo. El capitalismo, que está hecho de oportunidades, es la salsa social que adereza la vida de los oportunistas; pequeños burgueses dispuestos a aprovechar ocasiones de escalar socialmente.
Nuestro país estuvo a punto de tomar el camino de una verdadera revolución socialista. Muerto el líder no quedó nada, solo oportunistas, una infección de "Pez León" en el Caribe, si cabe la comparación.
Para caracterizar a los "oportunistas" dentro de la revolución debemos volver a Lenin necesariamente, que es volver a repensar el socialismo y los objetivos socialistas trazados por Chávez en el Plan de la Patria verdadero.
Lo primero que hay que decir es que una revolución es un cambio "radical" político, económico, social, y sobre todo, ético moral. Esta acción se debe resumir en la praxis revolucionaria (teoría y práctica política), como la define Marx. Si consideramos el país desmantelado de dónde emerge Chávez y su liderazgo, esta "praxis" revolucionaria se puede decir que en él fue real y un fenómeno casi mágico.
En un país, o más bien en un momento planetario donde el capitalismo se impuso de manera global, a pesar de las guerras, de la violencia, del hambre mundial; a pesar del imperio absoluto de la mentira y las manipulaciones mediáticas, de la "economía" de la guerra, llamada "guerras de tercera generación", Hugo Chávez revivió al casi desahuciado socialismo, lo puso de moda y produjo una comisión mundial. Y en este contexto se activó, consciente o no, la praxis revolucionaria marxista. Por su constancia, por su compromiso con sus ideas y principios, por su desarrollo político y espiritual, si de algo no se puede acusar a Hugo Chávez Frías es de oportunista. Lejos de traicionar principios, los impuso. El Plan de la Patria, es la consecuencia y mejor prueba de esto que afirmamos.
A más de uno, el liderazgo de Chávez le produjo envidia, celos, odio, como a Lenin en el pasado –y valga la comparación. Solo hay que leer los episodios que anteceden y los que se vivieron en plena revolución Rusa, para que identifiquemos en ellos los mismos sentimiento, los mismos personajes, los mismos argumentos que se usan ahora para mentir y descalificar a la revolución socialista y al socialismo y a Chávez. A Chávez, ya muerto, solo se lo calumnia, se lo falsifica, se lo usa como apoyo electoral y "mareo" a los más pobres e ignorantes, pero realmente, y tan en el fondo, se le teme.
Oportunistas cayeron de todas partes como zamuros sobre el cadáver del socialismo y de Chávez, y reprodujeron, como bubones infectos, toda una "sociedad de oportunistas". En esta hora culminante para el madurismo los más oportunistas son jueces detectores de traidores y los persiguen, como perros de caza, buscando una recompensa de sus amos. Hasta el pecador más insignificante se cree con la autoridad de juzgar a gente muy por encima de ellos, que han llevado sobre sí grandes responsabilidades en este país, teniendo que tomar decisiones importantes, "las decisiones". Pero los oportunistas están ahí para hacerles el trabajo a los adversarios del presidente, es como si muchos "Ismael García" salieran de todos los rincones para ponerse a la orden, tarifados, agarrando aunque sea fallo.
Esta vez ganaron los mencheviques. El oficial Kerenski (Maduro) pudo negociar con los "kadetes" y las "centenas negras" (con la derecha, los conspiradores y los empresarios) y ceder el "control" a los capitalistas, para luego perseguir a los revoltosos. La historia se repite, no cabe dudas, pero con menos decoro, como pantomima. Todos aquellos que aclamaron a Chávez ahora persiguen a los chavistas, y si todavía se pelean por mostrar que son los genuinos herederos de Chávez, no hay problema, pronto estarán renegando de su militancia y de Chávez, escondiendo documentos y regalando las guayaberas rojas, afirmando que el Chávez es una etapa superada, y que el comandante se equivocó, pero que había que pasar por eso. Si ahora tratan de confundirse con él, más temprano que tarde lo negarán, como Pedro a Cristo.
La versatilidad, eso sí tienen los oportunistas, que se ajustan tanto para llevar en verano como en invierno, tanto de noche como de día, cambian de traje, de máscaras, de perfumes, así como venga la ocasión (Guayabera roja para los sindicalistas, liqui liqui de ceda para los empresarios, guerrera y quepis para los militares, sombrero de paja para los campesinos, mono de algodón para los deportistas, la simbología es más importante que la palabra). En el presente la correlación de fuerza entre el trabajador honesto, de la militancia honesta y los oportunistas está a favor de los últimos. El discurso político es uniforme y sigue el diapasón que marca el presidente: es suficiente repetirlo para aprovechar las oportunidades. Las exigencias son mínimas, y formales: todo lo demás es permitido. Se es honrado y "candidateable" a un buen "puesto" si se cumplen las formalidades, por ejemplo, si no somos acusados por alguien o sentenciados por un tribunal, o en el Tuiter; si firmamos la "asistencia" podemos pasar el día entero sin hacer nada productivo, vendiendo perfumes o pacas de harina pan, durmiendo, chismoseando, viendo pornografía, esa es la "moral" del oportunista ¡imaginen todo un país tratando de funcionar de esa manera!
El gobierno, con su superficialidad, alienta el oportunismo; él mismo es oportunista, inmediatista, improvisado, errático. Esa "masa" de pícaros sacrifica a los más capaces, a los más valientes y honestos, así como asesinaron de Cristo, a Bolívar y a Chávez; le teme a la verdad. Todos estos "honestos" caballeros que ahora juzgan y señalan de corruptos, sin entender, sin conocer, lo hacen exaltados, principalmente por miedo a la verdad. La verdad es el gran enemigo del oportunista, y de la frivolidad en política.