Me fui bien lejos de la ciudad.
Me fui calladamente…
A una montaña, a través de crestas boscosas, que está a cinco horas de Mérida. Me contenta que cada vez haya en diciembre menos mundanal ruido.
Menos locos "autosuicidas". Esos que lloran a sus madres que se han ido y que perdidamente borrachos quieren matar a unos cuantos.
(No vi borrachos porque sólo los ricos pueden emborracharse).
Mejor así.
Que tampoco se queme ese mar de pólvora ni que la gente crea que es feliz porque gasta como un magnate saudita, y que se eche esas pintas indignas, botando dólares que no produce...
(Recordé aquella raspadera de cupos).
Bárbaros.
Por allá, a la aldea que llegué, mataron una ternera en el río. No fue que la sangre llegó al río sino que el pueblo de la aldea pudo comprar carne más barata... que hasta los perros y los zamuros también acudieron felices al condumio. A la res la maniataron y la abrieron por el pecho con un hacha. Vi manar el humo de la carne roja y blanca. Un hombre se llevó la cabeza negra sosteniéndola por los cachos. Otros cargaron con el rabo y con las bolas del animal.
Me dijo un campesino que las bolas se comen con "perico" pero que las mujeres no deben probarlas porque se "embarazan".
No sé qué tiene que ver el culo con las témporas.
…Vi repartir jarrete y lomo...
Me metí en el río como cualquier animal y cogí algunos huesos para mi perra.
(Se formó una hedentina)
Vi vender el kilo de carne a cien bolos.
(A dos guardias nacionales les regalaron dos kilos de solomo… )
Yo pude comprar cinco kilos de costillas a ochenta bolos cada kilo.
La aldea estaba hecha una fiesta y el cuero de la res lo colgaron de lo alto de un árbol y se formó una zamurera.
"Con poco se hace mucho", dijo un músico que buscaba a un grupo para formar una parranda.
En nuestra casa decidimos hacer un sancocho; nos hicimos de una olla de cuarenta litros. Al principio no teníamos verduras y salimos a pedir apoyo de casa en casa. La señora Anastasia nos regaló papas y cilantro, Policarpo fue al pueblo y consiguió apio; Andrógino Ramos nos obsequió cinco kilos de yuca, siete kilos de ocumo y un racimo de cambur verde; le pusimos fideos al borbollón, cocinamos tres kilos de "falda" y se la echamos. Aquello ardió en un fogón con muy buena madera. Y mientras se cocía bailamos salsa y tomamos cocuy con limón.
Y el sancocho para nada se puso morado.
Vimos al músico quien ya había encontrado al maraquero y al violinista, y tenía una sonrisa de oreja a oreja.
Ya estaban prendidos con muy poca gasolina.
Se formó una sabrosa rochela. Vivimos el milagro de la multiplicación de los panes porque treinta personas hicieron cola para servirse de aquella fenomenal olla.
Pero además debo decir que llevó tres semanas alegres acostándome a las dos o tres de la madrugada, y que me levanto temprano como nuevo (rejuvenecido). Porque debe ser que nací joven, y como decía Picasso: cuando se nace joven no queda más remedio que serlo hasta que uno se muera.
Otros nacen viejos.
Los amargados y quejones nacen viejos.
Pienso en los años que perdí o desperdicié por escrúpulos o por pendejo. Sueño en todo lo que dejé de hacer por tonto o ignorante. Descubro otra vez que lo único que realmente cambia al mundo es el conocimiento. Ese conocimiento que provoca la acción.
Sin conocimiento no hay nada. Ni se llega a nada. Esta es una profunda verdad.
Leí que la verdad calumnia.
(Todos nos la pasamos calumniados)
Durante los últimos días de este año 2017, me reuní con mucha gente y estoy casi seguro que no cometí ninguna estupidez. Esto ha sido un logro muy grande.
Supe ahorrarme muchas tonterías.
No hablamos del precio de las cosas, ni de la carestía, ni del peo de la gasolina, ni del dolarToday, ni de los venezolanos que se fueron ni de los que se quieren ir.
Me rendí ante los dioses que tienen la cualidad de estar vivos.
Y me dejé llevar.
@jsantroz