(Relato de una muerte en la que tomé parte)-.
Sí, me ha tocado estar entre los señalados y no me quejo: estar entre los que nunca han tenido ni tendrán "para dónde coger" sino quedarse por amor genuino a su tierra, aquí, llevando bendiciones o palo. Me ha tocado ser señalado a donde llego. Tranquilo. Me ha tocado entender algunos traumas sensibles de nuestra historia y por lo tanto ubicarme del lado de los endemoniados. Me encuentro del bando de los rodeados desde el año 2002, de los perseguidos y husmeados por los feroces perros rabiosos de la derecha… No somos de los que correremos a Miami, a Colombia o a Europa, ni buscaremos cobijo en una casa o una concha "decente". Somos los condenados de la tierra (Frantz Fanon): además, sin una locha para huir por ningún camino verde (hacia la nada). Como aquellos poetas malditos hay que decir "me tocó este destino" (Paul Verlaine).
No me quejo, en absoluto, aunque mucho he pagado por no callar. Advirtiendo que jamás me metí en una piñata y que cuando mis padres me llevaban a una y me animaban a coger, les decía: "Que cojan ellos…".
En aquellos años, entre 1997 y 2001, escribí una veintena de artículos contra Luis Miquilena, y fui tan duramente condenado que todavía muchos encumbrados personajes no me lo perdonan. Conocía a don Luis suficientemente como para alertar al candidato presidencial de entonces, Hugo Chávez, de con tal sujeto iría directo al abismo. Fue en esa primera etapa en la que me gané el mote de "ANTI-CHAVISTA", y ya previamente por haber atacado acerbamente a Pompeyo Márquez y a Teodoro Petkoff me confirieron el calificativo de "ANTI-COMUNISTA".
Y de lado y lado en aquellos años corrieron demandas contra mí, UN POBRE DIABLO, como digo, un maldito.
Mi hermana Idilia, me aconsejaba: "-José, deja de estar metiéndote con gente poderosa porque tú no tienes un partido ni nadie que te apoye o proteja". Eso me lo dijo un día que ataqué al patriarca de AD, Gonzalo Barrios, y lo llamé "el abuelo pervertido de la Deuda…".
"-Tú estás solo Sant Roz, nadie te quiere en la Universidad, sólo yo te trato…", me refirió un día el matemático Arístides A. quien poco después dejaría de hablarme.
"-Usted sí se mete en vainas, quédese un poco tranquilo… Si sigues criticando así, quién te va a aceptar…", me dijo en una ocasión (2002) el camarada Julián Martínez. Era la época en que junto con Giandomenico Puliti escribíamos el libro "Obispos o demonios". Nos reuníamos a tomar café por los lados de la Imprenta del Estado, y yo cargaba un barullo de ideas en la cabeza producto de la revolución que se estaba gestando con Chávez. Poco después le darían un tiro en la cabeza a Giandomenico, y anunciaron que yo sería el próximo en caer. La gente me veía y me saludaba como si ya fuera un espectro, un condenado a muerte al que le habían dado unos días libres para dar un paseíto por el centro. Aquello me provocaba un humorístico asombro. Entonces el poeta Pedro Pablo Pereira escribió aquello:
Sant Roz ni santo ni rosa
mordido de cascabel
entre calumnias y arrecheras
etcétera, etcétera,…
…
Por allá, por el año 2002, le pregunté en una ocasión al camarada y asesinado Giandomenico Puliti, por qué el gobernador de turno le estaba dando contratos a los empresarios de la ultra-derecha. Me dio una respuesta que me dejó frío: "-Cuidándose las espaldas porque está convencido de que tumbarán el gobierno". Poco después el susodicho gobernador saltó la talanquera y anunció (por mis denuncias) que me demandaría. La lista de demandas en mi contra dan vértigo, y la arrechera que muchos me cogieron han inundado de pacientes a ciertos asilos, clínicas y psiquiátricos en Mérida.
Si usted anda tras un cargo, si usted aspira a que lo tomen en cuenta, cuidado si cultiva el arte de hacerse el loco ante todo lo que ve, y no se dispone con carácter y decisión hacer un poco mejor este mundo. Calcule, además con todo coraje, la diferencia abismal que existe entre un chavista que nada tiene y que se las ve horrible para sobrevivir el día a día, y el que dice serlo teniéndolo casi todo. Si usted está poseído hasta los tuétanos del amor y del fervor patrio de Chávez sufrirá horrores el tormento de tantas injusticias. Si a usted las injusticias lo estremecen como estremecían a Bolívar, a Fidel, al Che Guevara o a Chávez, pues entonces usted es de los elegidos, de los malditos. Sin ninguna duda. Esto es parte de lo que quiero explicar. Usted estará en mi bando.
Bienvenido al infierno, también.
Con el ascenso del comandante Chávez al poder, una piara de pícaros negociantes, farsantes y horribles mafiosos, corrieron a montarse al carro de la revolución para gritar que en el mundo no había revolucionarios como ellos. Y entonces, acapararon multitudes de puesto y privilegios, comenzaron a repartir codazos y zancadillas para que nadie se les atravesara ni mucho menos fueran a molestarles en sus proyectos y mordidas. El primerito que se montó en este carro, y a dirigirlo, fue Luis Manuel Miquilena Hernández, y a empellones se metieron con él, Alfredo Peña, Luis Velázquez Alvaray, Alejandro Armas, Ismael García, Ernesto Alvarenga, José Luis Farías, Tobías Carrero, y muchos asomados del momento, tales como Raúl Isaías Baduel, Acosta Carlez, Ramón Martínez, Eduardo Manuit… yo que les eché harto plomo a todos ellos, que se anduvieron preguntando al unísono: "¿Y quién es ese coño que tanta arrechera nos tiene?".
Lo primerito que hizo Miquilena, fue defender a la CTV ante los constituyentes, luego, poco a poco le fue dando su golpe mortal al Poder Judicial, aunque mucho antes había envenenado con sus prácticas adecas a la dirección del MVR a lo largo y ancho de toda Venezuela.
Yo viví con pasión los años sesenta. La única posición política honesta frente a la vida, entonces, era ser comunista o del MIR. Me cuento entre los que devorábamos la prensa día a día, leyendo los artículos de la gente de izquierda; aprendiendo de memoria las intervenciones en la Cámara de Diputados de Domingo Alberto Rangel, los memorables discursos de Fidel y cuanto llegaba de Cuba; estaba al tanto de lo que hacían los jóvenes de la guerrilla urbana, de las FALN. En toda esa época, tipos como Luis Miquilena aparecían como dudosos, ambiguos, versátiles. Para nosotros estos personajes para nada eran revolucionarios. Mejor dicho, para nosotros URD era un partido sin alma y sin valor alguno, y carecía de gente joven: A Fabricio Ojeda lo sacrificaron y los gestores de URD aceptaron la tesis de la policía de que él se había suicidado en la cárcel. Fabricio fue en realidad el único de URD que trató de ser fiel a su compromiso con la revolución cubana (pues Fidel Castro lo había hecho oficial del Ejército de Cuba), pero aquella izquierda destrozada y huidiza lo dejó solo. El ex guerrillero Douglas Bravo dejó solo a Fabricio, y esta es una historia que conoce muy bien el camarada y admirado Fiscal, Tareck William Saab.
Otro personaje que pudo haber hecho algo noble dentro de URD fue Alirio Ugarte Pelayo, quien en un acto de desesperación se voló los sesos (en medio de las argucias de Jóvito Villalba un descomunal negociante de partido, que hoy estaba con el gobierno y al día siguiente con la oposición).
En la década de los setenta y ochenta, yo creía que Luis Miquilena había muerto, que se había ido del país, que vivía en Miami o Madrid. ¡Sorpresa, estaba de farra! Estoy seguro que don Luis no estaba pensando en hacer ninguna revolución, ni le interesaba. ¡Estaba haciendo negocios que era lo suyo! Y vaya que sí pasaron tragedias entre nosotros para que políticamente se hubiese destacado durante esos años cuando aquí se sufrían crímenes en las cárceles, desapariciones, torturas.
Un día, a mediados de los noventa, nos encontramos con que el aliado superior que eligió el Comandante Chávez para echar adelante el MVR había sido el sindicalero Luis Miquilena. El viejo don Luis desempolvó las estrategias divisionistas y sectarias del betancurismo y se echó a la calle.
Miquilena se montó, digo, en el tractor del Comandante y a lo primero que puso por delante (aunque no lo haya leído) fue el concepto utilitarista del liberalismo de Jeremías Benthan, que ha sido la base programática, desde Francisco de Paula Santander, Azuero, Francisco Soto y Florentino González, de todos los partidos políticos en Latinoamérica: Hay que ser práctico, olvidémonos de las ideologías y nuestro interés en absoluto es tratar de cambiar el sistema. Nuestro propósito de cambio, reforma y "revolución" es la sustitución de unos hombres por otros. No queremos en absoluto "perturbadores de oficio" ni "ilusos pendejos o utópicos", etc.
Entonces, sobrevino aquella decisión dentro de Quinta República de que los cuadros de este partido en todo el país fuesen escogidos desde la Dirección Nacional y que no se moverían hasta el año 2000. Y que una vez que llegase el 2000, aplazarlo para que nunca las bases pudiesen elegir a sus dirigentes. Fue así con el MVR se inundó de medradores (arribistas), de perversos zorros con las mismas pezuñas de los adecos y copeyanos. Fue así como entraron tipos de la catadura de Luis Velásquez Alvaray, Florencio Porras, Alfredo Peña, etc.
Esto comenzó a preocupar terriblemente al Comandante Chávez.
Luis Miquilena había sido comunista y traicionó a los comunistas; fue urredista y después lo tiró al basurero, se haría chavista y sería el primer en gritar al mundo que Chávez tenía las manos manchadas de sangre el 11 de abril de 2002.
Una sesuda palangrista del diario "El Nazional" poco antes de su última muerte, le disparó a don Luis este fulminante dardo: "¿Verdad que todo lo que mal comienza mal termina?, usted, que ahora sí debe saber con qué se come la sociedad civil". Era en alusión al papel que él había desempeñado a favor del gobierno desde la Constituyente; don Vito Miquilena sonrió serenamente, se aclaró la garganta para contestar que Chávez había comenzado bien pero que después con su estilo autoritario lo había desarreglado todo. Que había comenzado bien porque a su entender el Comandante Chávez había dicho que podía entenderse con el capitalismo. Que había comenzado bien, porque el presidente Chávez para nada se le había metido en la cabeza esas ideas marxista y socialistas que comenzaron a "desquiciarlo" con sus viajes a Cuba. Ciertamente, Chávez entre 1992 y 2001 pese a ser uno de los hombres más cultos e inteligentes que haya parido esta patria, un estudioso incansable de la historia de la filosofía política, aún no había desarrollado un programa para enrumbar a Venezuela por el camino que descubriría luego del golpe del 11 de abril.
Lo que evidentemente comenzó mal en 1998 fue la figura de Miquilena como uno de los máximos jefes del MVR, y valga decir que quien más atacó a este farsante, desde el semanario "La Razón" y desde muchos otros frentes, fue este pobre diablo llamado Sant Roz (ya maldito por naturaleza). Recuerdo que en una ocasión me encontré en Caracas con un ministro de Chávez quien me rogó que dejara esa guerra feroz contra Miquilena: "-coño Sant Roz, deja a ese pobre señor tranquilo, mira que el enemigo es otro…"; "-¿cuál?", le pregunté. "-Pues Estados Unidos…", respondió. "Qué pendejo son ustedes camaradas-le retruqué-, que no saben que Miquilena es el mejor agente que tiene el Tío Sam incrustado en Miraflores, qué bolas…".
Contra Miquilena dentro del chavismo nadie se atrevía a decir ni pío, porque lo destrozaban desde el lado del chavismo. Eso lo tenía que hacer un tipo como uno. Miquilena llegó al MVR como un perfecto don Vito Mastodonte Corleone, y luego en el 2002 salió diciéndole al mundo que el rey de la corrupción en Venezuela era Chávez.
Las trácalas más recientes de Miquilena fueron mucho más atroces: se opuso fervientemente, como dije, a que la constituyente interviniera esa guarida de malandros que es la CTV. Miquilena fue quien conformó en las regiones los cuadros del MVR atestados de muchos pillos (pícaros): metió su mano inmunda en el Poder Judicial y comenzaron a surgir figuras como su hijo predilecto en los Andes, Luis Velásquez Alvaray y muchos más desalmados. En 1999, cierta gente de Miquilena (algunos todavía en el PSUV) paralizó con un tribunal un diario en Mérida durante seis horas para solicitar un artículo mío, y luego trató de demandarme por las verdades que en él decía contra este don Vito y sus trapaceros alcahuetes.
El 19 de noviembre de 1999, el CNE anunció que había recibido de la Asamblea Nacional el texto de la nueva Constitución Bolivariana. Era necesario difundir el contenido para proceder luego al referéndum aprobatorio del 15 de diciembre, y se tenían que imprimir 8 millones de ejemplares del borrador constitucional, y lo correcto era contratar a varias empresas. Misteriosamente, en tiempo record se imprimieron estas constituciones en la empresa Micabú C.A. y el contrato fue por 90.000.000 de bolívares, pero Micabú subcontrató a la vez con otra empresa para que los hiciera y le pagó 60.000.000; es decir que sin mover un dedo se estaban embolsillando los muy santicos 30 mil millones.
Miquilena participaba con 500 acciones en una sociedad empresarial denominada Impresores Micabú C.A., de la que además eran miembros el presidente de Multinacional de Seguros Tobías Carrero, Manuel Quijada (ex constituyente y presidente de la Comisión de Reestructuración del Poder Judicial) y el empresario Carlos Bujanda. Por esta aparatosa vagabundería Miquilena sería llevado al banquillo del TSJ. Cuando el Fiscal General de la República Javier Elechiguerra llevó ante el banquillo supremo de la justicia a Miquilena, dijo: "Les confieso que este acto que se va a celebrar hoy, pues confío plenamente en que sea un acto pedagógico para la sociedad venezolana que en estos momentos está tan necesitada de la construcción de una verdadera democracia. Este es un acto que a mi juicio no se trata de problemas personales, no es Javier Elechiguerra contra don Luis Miquilena. Es simplemente el funcionamiento de las instituciones". Pero el Abogado defensor de Miquilena, el finado Omar Mezza Ramírez (ex diputado), contestó: "Estamos asistiendo a un acto muy importante y al mismo tiempo a un drama que se desarrolla en una institución pública fundamental para el país, como lo es la Fiscalía General de la República. Ese drama que ha sido reconocido públicamente aquí en esta hora por el propio Fiscal, que acaba de manifestar que no acusa pero acusa; que no viola los derechos fundamentales, pero los ha violado; que no pasa por sobre los derechos procesales, ese debido proceso que él está obligado a garantizar de acuerdo con la Constitución y con las leyes y, sin embargo, no garantiza el debido proceso".
De tal modo, que Miquilena fue absuelto de este fabuloso robo que él llegó a catalogar como de una infamia de la gente de Francisco Arias Cárdenas. Luego Arias Cárdenas volvería a la causa del chavismo…, y hubo tantas saltaderas de talanqueras, retruques, golpes de pecho y traiciones, pero a la final muchos miserables pendejos y sanguijuelas de la revolución, no obstante, quedaron sosteniendo que Sant Roz es "anti-chavista", y por ahí con mucho orgullo hacen correr para confirmarlo, un artículo publicado por mí el año 1999.
O sea.