VI. A modo de conclusión
En el 2011, cuando aún no se sabía nada de la enfermedad de Chávez, más por el peligro latente de un magnicidio, publicamos algunos artículos sueltos en la prensa nacional cuya preocupación giraba alrededor de la posibilidad de seguir el proceso político revolucionario sin la presencia de su máximo líder. Hoy frente a su desaparición física, consideramos necesario la profundización del tema y los peligros del surgimiento de un culto a la figura de Chávez, que puede conllevar a los extremos de una religión chavista. Además, en el contexto del bicentenario de la independencia, en la reflexión sobre el papel jugado por los grandes héroes, hemos querido traer de nuevo la discusión ya remota, pero no por ello menos trascendental, sobre el papel del hombre- como individuo- en el devenir de la historia.
Ya Marx, en su obra El 18 Brumario de Luis Bonaparte, advirtió sobre el papel del hombre en la historia: "los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a partir de elementos libremente elegidos, en circunstancias elegidas por ellos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado" (Marx, 1984:124). Pero fue el marxista ruso Jorge Plejánov en un ensayo titulado: El papel del individuo en la historia, escrito en 1898, quien mejor asume desde el marxismo este tema: "El carácter del individuo constituye un ‘factor' del desarrollo social sólo allí, sólo entonces y exclusivamente en el grado en que lo permiten las relaciones sociales" (Plejánov, 1964: 56).
Siguiendo con Althusser, que en su momento pretendió rescatar lo más profundo del pensamiento marxista, que, a su modo de ver, se había desdibujado con un marxismo humanista ingenuo, que rayaba en el idealismo, para él: "La historia no tiene pues, en el sentido filosófico del término, un sujeto, sino un motor: la lucha de clases"(Althusser,1974: 142).
Hemos criticado una historiografía nacional cargada de heroísmo, donde prima lo militar y político sobre lo social y económico, el hombre sobre la mujer, la fuerza sobre la inteligencia, la guerra sobre la diplomacia, el blanco sobre el indígena y el negro. En el contexto revolucionario venezolano esto ha sido fuertemente criticado, pero lamentablemente se sigue rindiendo mucho culto al héroe y aun esta desdibujado el papel de las grandes mayorías de nuestra historia.
Desde hace tiempo tuvimos fuertes diferencias- con algunos compatriotas- sobre las formas de percibir el liderazgo de Chávez, enfrentados a esa consigna de que "con Chávez todo, sin Chávez nada". Quienes militamos en la izquierda desde hace décadas, y no desde hace 15 años, más aún quienes nos hemos formado al calor de las teorías marxistas, es inaceptable que los procesos históricos (revoluciones) puedan ser entendidas solo a la luz de las capacidades, caprichos, bondades de un solo hombre, por más atributos que este tenga.
El chavismo ha tenido y tiene una carga de emotividad muy grande, que es necesaria, más no suficiente, que debe la razón primar sobre la emoción, el pensamiento y la planificación sobre los simples deseos y caprichos. Pero no hay duda que el pueblo venezolano ha cambiado políticamente, ya no es tan ingenuo como antes, la democracia protagónica, con todas sus fallas se ha ejercido, aunque la formación es más ideológica que teórico-política, este proceso se ha venido dando.
Pero, así como reconocemos esto, es también necesario acusar el fuerte papel jugado por el liderazgo de Chávez, el papel del estado y el partido como impulsor y motor del proceso, muchas veces pasando por encima o colocando en segundo plano al propio pueblo: al trabajador, al campesino, la mujer como protagonista principal del proceso.
Esta ha sido una indiscutible deformación, pero era necesaria, en Venezuela fue Chávez el que logró aglutinar y hacer posible el triunfo de las corrientes progresistas, que siempre habían existido, desde la colonización, pasando por la independencia, la federación, los movimientos campesinos, las lucha de la mujer y los trabajadores, los alzamientos guerrilleros, los movimientos sociales urbanos, pero fue hasta que las condiciones se agudizaron (a partir de la crisis rentista de los años ochenta, la crisis del bipartidismo y el populismo, los levantamientos populares y militares de 1989 y 1992), cuando se hizo posible que en 1998 un hombre desconocido, con la valentía de un acto, que tenía años organizándose, asumiera el poder con el apoyo popular, con miles de expectativas y reclamos.
El tema ahora es el liderazgo, no hay duda de lo que ha producido la ausencia de Chávez. Pero, a nuestro modo de ver, Lo importante es el futuro, no creo que podamos ni debamos seguir diciendo que "con Chávez todo, sin Chávez nada", y menos que "no es posible socialismo sin Chávez". Ni siquiera el chavismo, como movimiento surgido a partir de 1992, pero con más fuerza desde 1998, se termina con Chávez, como no se terminó el peronismo sin Perón, y mucho otros movimientos sin su líder. El chavismo recoge el pensamiento del indiscutible máximo líder de este proceso: Hugo Rafael Chávez Frías. Pero el proceso, el socialismo, es más que Chávez, es anterior a Chávez y es más importante y trascendental que Chávez.
Nos preocupa como desde la izquierda latinoamericana se cae en el mismo discurso individualista de la derecha que se ha abrogado la propiedad de la sociedad civil, subestimando el papel del movimiento popular y solo dándoles protagonismo a los líderes (vanguardia, partidos, hombres). Mientras que en otros continentes estos movimientos y tipos de lucha están siendo profundamente estudiados como procesos colectivos y en otras regiones (África, Asia y Europa) han sido emuladas como forma de protesta y organización política.
No deseamos que el legítimo reconocimiento a su vida y obra se convierta en idolatría, hagamos del chavismo una religión, y de Chávez, el hombre que fue sencillo y terrenal, un ser inalcanzable. Censuremos la crítica y hagamos de su pensamiento una doctrina religiosa incuestionable. Lo convirtamos en pensamiento único, él que en vida tantos llamados nos hizo al debate y la lectura permanente, a la autocrítica, la revisión y rectificación. Debemos rescatar al libre pensador, al hombre comprometido, al ser dinámico que se adaptó a los tiempos. No convertirlo en un ser extraterrenal, inalcanzable para el pueblo que tanto amó.