Ni capitalistas ni políticos o la rebelión de las máquinas

En realidad, ni a los empresarios ni a los políticos les importamos un comino, sólo nos necesitan para su voraz metabolismo aun cuando ellos hipócritamente digan lo contrario a través de "atildadas y respetables" ideologías; los primeros nos dicen que ellos satisfacen las necesidades de la gente y los otros también discursean acerca de elaborar políticas públicas que nos conducirán a la felicidad social. Pero ambos nada más nos necesitan como cosas para ejercer y agrandar su poder omnímodo en función de un placer enfermizo y narcisista incapaz de ser compartido con el prójimo, lo cual los llevará a su propia aniquilación o a la destrucción del planeta, esperemos y luchemos por la primera alternativa.

El capitalismo industrial en su momento (siglos XIX y primeras décadas del XX), se fundamentó en la antinomia capital-trabajo donde el trabajador expropiado o enajenado del producto de su esfuerzo, perdió su condición humana transformándose por la vía de la división técnica del trabajo en una pieza más de la maquinaria industrial. De tal manera que en el proceso originario de acumulación de capital, los industriales europeos y estadounidenses requerían de un inmenso contingente de trabajadores desempleados ,también llamado ejército industrial de reserva, que compitiesen entre sí y especialmente frente a los obreros sindicalizados por salarios inferiores al de los conseguidos por la contratación colectiva, reducción de costos salariales que hoy obtienen las trasnacionales en los salarios de subsistencia por la cual venden su fuerza de trabajo las inmensas poblaciones depauperadas del Asia que fueron llamados por los teóricos de la dependencia como regiones periféricas y por los neoliberales como países maquiladores donde probablemente estos ideólogos se planteen políticas neomalthusianas de exterminio masivo de la población como aliviadero de los recursos naturales .

Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX sobrevendrán en los países centro del sistema capitalista, para seguir usando la terminología de dependentólogos como André Gunder Frank y Theotonio Dos Santos, cambios cualitativos en el modo de producción capitalista que irán desplazando a los trabajadores como factor de producción y sustituyéndolos aceleradamente por tecnología de avanzada entre la que encontramos los microchips, la informática, telecomunicaciones satelitales, robótica, biotecnología, etc. Al punto que, en periodos de pleno auge en el crecimiento del PIB en ambos lados del Atlántico, las estadísticas de desempleo igualaron los índices de desocupación observados en la gran recesión de 1929, creando la paradoja nunca vista del desempleo en medio del auge, trastocando la vieja esencia capital-trabajo por la nueva contradicción capital-consumidor donde las personas asalariadas pierden su importancia como creadores de riqueza, rol que ocupará la inteligencia artificial y los trabajadores ,pasarán a tener el papel exclusivo de consumidores o demandantes. Es de hacer notar que esta tendencia del capitalismo industrial de sustituir trabajo humano por tecnología , hoy plenamente desplegada en la sociedad postindustrial; fue pronosticada por Karl Marx en el siglo XIX en el tomo I del Capital mediante el uso de la categoría denominada composición orgánica del capital 0= K/C + V donde C que representa al capital constante (tecnología ), tiende a crecer relativamente más que V o el capital variable formado por las materias primas y los salarios, provocando así que los capitalistas que incorporen dichas innovaciones desplacen a la competencia produciendo mayor volumen de bienes con grandes ganancias, pero con una menor tasa de plusvalía por la reducción del tiempo de trabajo excedente y en consecuencia induciendo a una tendencia a la caída en la tasa de ganancia en su conjunto que a la larga inducirá al capitalismo al desempleo de la fuerza de trabajo y a las consabidas crisis de recesión.

Las predicciones de Marx en cuanto a las crisis del capitalismo y su tecnificación han sido pioneras frente a las teorías de Kondrátiev y Keynes, al punto que un economista neokeynesiano como Steve Keen afamado por predecir la última crisis financiera global, plantee que la próxima crisis está en ciernes, que comenzará por EEUU debido a la inmensa deuda de empresas privadas con la banca y que a juicio de Keen deberá ser cancelada por el gobierno mediante la emisión de dinero por la Reserva Federal. En nuestra opinión las apreciaciones del economista australiano son correctas pero el rumbo tomado por la administración de Donal Trump de aumentar las tasas de interés al igual que hizo Ronald Reagan para atraer inversiones extranjeras y rescatar la industria estadounidense y los puestos de trabajo perdidos por las desventajas comparativas frente a China, nos indican que no lo hará, cumpliendo así con sus promesas electorales.

Por otra parte, y ante el panorama del inmenso desempleo generado por la tecnología en las sociedades postindustriales, Keen propone al Estado y a las grandes corporaciones que lo subsidiarían, la creación de una renta universal para las grandes mayorías no trabajadoras sin participación en las utilidades, a fin de asegurar el consumo y las ventas de los grandes empresarios haciendo viable el sistema de mercado.

Como vemos las proyecciones de este economista son tétricas, se plantea la desaparición de las estratificaciones dentro de la clase de los extrabajadores, homogenizando la sociedad en dos clases antagónicas, una minoría de super millonarios y el resto de consumidores masa o simples objetos del sistema, claro que con la presencia de los políticos o nuevos sacerdotes del culto de la Democracia que nos iguala a todos uniformando las subjetividades en la creencia de un mundo feliz. En lugar de proponer una distribución solidaria de la riqueza aunada al respeto y convivencia armoniosa con la Naturaleza.

La mayoría de los seres humanos hemos sido tratados por el capitalismo y su Estado como máquinas, ayer como máquinas productoras, hoy como androides consumistas, pero llegó la hora de la gran y definitiva Rebelión de las Máquinas porque se agotó el futuro.

Como corolario de esta reflexión, empresarios y politicastros persiguen una misma finalidad o intencionalidad como propuso Franz Brentano maestro insigne de Freud y de Husserl filósofo este último tan profundo y abstruso a la vez, quien plantea que en el ser humano se produce la unidad del objeto y la conciencia o subjetividad, pero no se trata de una conciencia fragmentada, si no de una conciencia individual que se reconoce en el otro, en el nosotros, haciéndose conciencia trascendental y universal no cosificada y en consecuencia no manipulada por quienes detentan el poder.



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José Burelli

Economista. Maestría en Relaciones Internacionales. Subdirector de Cultura UNESR. Profesor de la UNEFA, Universidad Pedagógica de Caracas.

 joseburelli@hotmail.com

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