Es una verdad aplastante, cruda y objetiva la inmensa diferencia entre soñar y hacer una Revolución. En el sueño se nos va el alma. Entregamos el fuego del espíritu y nos atrevemos a cruzar el desierto con la mano izquierda en alto. Todo es por ella y para ella. La imaginamos linda, floreciente, creadora de un nuevo modelo de ser humano y, sobre las cenizas de la sociedad podrida, mercantilista del pensamiento, levantar la sociedad digna de vivir entre todos y para todos.
Al internalizar ideológicamente los ideales por una patria soberana, antiimperialista, humanista, ecológica y planetaria muchos cuerpos fueron cayendo en el camino. Hombres y mujeres cuya determinación fue un culto al coraje, el riesgo y la convicción, se enfrentaron heroicamente a un enemigo aferrado a su riqueza mal habida, creadores de unas relaciones explotadoras de producción, dueños de los medios manipuladores de la conciencia social.
El sacrificio no tenía límite, inclusive con él se tocaba el cielo, si era necesario. El discurso tenía palabras concretas como concretas las acciones de calle, de combate, de marcha y contramarcha. La duda se escondía en lo más profundo del cerebro porque la certidumbre de la victoria, discurría a flor de piel. Aunque no eran multitudes luchando por el mismo sueño, quienes lo comprendían tenían la grandeza de entregarlo todo para ayudar al otro: el alienado acostumbrado a sobrevivir, el del hambre permanente y sumiso del salario y el sueldo.
Pero cuando el sueño pareciera haber llegado en circunstancias atípicas, rompiendo reglas de la historia, entonces, comienza otra etapa. La realidad golpea la puerta y anuncia que ahora el enemigo no sólo permanecerá afuera tratando de retomar el poder transitoriamente "perdido", sino también se infiltran por los entresijos del "nuevo" poder, los quintacolumnas quienes detienen, complican y delatan las decisiones que favorecerían integralmente a los que siempre han visto la vida en blanco y negro, los que divisan el porvenir debajo de un rancho o detrás de la vidriera: Sin formación ética, escasísima conciencia de patria como de cultura para darse cuenta que ellos son el verdadero Poder, siempre y cuando estén juntos, unidos en hechos y palabras.
Cuando la Revolución deja de ser un sueño y pasa a ser realidad no todos los ex soñadores logran darse cuenta de ese "pequeño detalle". Ahora hay que tomar decisiones contundentes. Castigar al corrupto así sea un oficial de cinco estrellas, hijo de un "alto dirigente de la Revolución", compadre o comadre del Presidente, "Héroe del 4-F", amante del Sr. Ministro.
El reto ahora es saltar el umbral, poner los pies en tierra, minimizar el discurso retórico, arbolario. Desenredar los nudos sin darle muchas vueltas. Oír lo que la calle grita y omiten los asesores, deliberadamente. Resistir y derrotar las tentaciones de la vanidad humana y el confort que da una chequera abultada, es una realidad que no aparecía en el sueño de los gorriones. Tampoco se imaginaban la presencia de guardaespaldas mal encarados, un avión disponible las 24 horas, posar frente a las luces, cámara y acción, así como los "mujiquitas" y payasos que hacen reír en celebraciones palaciegas y ensalzan el ego a su enésima potencia.
. Mientras la sociedad sigue atrapada en una crisis estructural, el enemigo poderoso, imperial, y sus cipayos criollos mantienen el ojo en la mirilla, arreciando las campañas de acaparamiento de productos básicos, saboteos sistemáticos de los servicios públicos, especulación brutal, olas de rumores y mentiras, asedio internacional, calentando orejas en los cuarteles, buscando el momento para clavar el puñal por la espalda. Y lo más increíble es que lo hacen a la luz del día, porque los ex soñadores sufren de miopía pronunciada porque olvidaron el "hambre político" que los impulsaba a construir una sociedad libre de explotadores y vendepatria.
También aparecen los que compartieron el sueño y, al no estar en las primeras líneas de la nueva estructura gubernamental, bien por dignidad o porque fueron separados por las típicas jugadas maquiavélicas de los Príncipes del Poder, aunque no optaron por saltar la talanquera, se convirtieron en fusileros irrefrenables, atacantes sin cuartel contra todo lo que desarrollen quienes hoy son figuras estelares de este proceso calificado como Bolivariano.
Es decir, no ven el árbol sino las hojas, por lo tanto llaman a derrumbar el árbol con hachazos implacables para que desaparezcan las hojas. No logran diferenciar entre el enemigo extranjero y criollo armados hasta los dientes, con vocación criminal, del adversario circunstancial en pleno ejercicio de Gobierno.
Toda revolución lleva la contrarrevolución en las venas, así como en el pecado va la penitencia, de tal manera que, a riesgo de parecer simplista, pudiera decirse que vivimos una crisis política plural, desigual y combinada. El enemigo cambia de colores pero no de intenciones. Así como en la selva cada animal sobrevive por su instinto y por una elección de supervivencia, en este proceso que la historia nos ha puesto en las manos, diera la impresión de haberse extraviado el mínimo sentido de proporcionalidad al momento de atacar y contraatacar, de construir desde lo pequeño pero radical hasta lo inmenso como el futuro de la Patria.
Falta mucho camino por andar y duro es mantener el sueño cuando pasa a otra etapa. Si perdemos la vocación de soñar porque al abrir los ojos ya no están los camaradas, compañeros del alma; porque desapareció la reunión clandestina, tampoco escuchamos la canción de protesta ni corremos en desbandada por los disparos dirigidos a matar quiere decir, entonces, que somos parte del cementerio de los derrotados convertidos en cadáveres ambulantes. Contadores de cuentos. Atrapados en el pasado.
No es lo mismo ver zarpar un barco desde un muelle a ser parte de la tripulación enfrentada a la furia de las olas y la tormenta, en alta mar. Hoy nuestro país vive el día a día de un ensañamiento político inclemente, con un pueblo enajenado, acostumbrado al juego de azar, las fiestas por cualquier motivo y el voto "salvador". Estamos acosados por una derecha miserable (aunque sea redundante), un gobierno rodeado de ineptitud y corrupción, una vanguardia ideológicamente frágil, en medio de una sociedad capitalista subdesarrollada.
Pero a contrapelo, hay un sueño gigante que apenas llega a los dieciocho años de edad, casi al final de la adolescencia donde aún se cree que el futuro está a la vuelta de la esquina. Tenemos una historia patria llena de períodos libertarios, bélicos, dictatoriales, demagogos, entreguistas, derrochadores, cargados de lecciones.
Arribamos a un nuevo siglo con cierto nivel de conciencia como Nación, de Soberanía, de Libertad y Felicidad. Que cada quien ocupe el puesto que le corresponde en el barco, barco que por errores de timonel y de una tripulación pasiva, amenaza con hundirse pero, no se hundirá.
Hagamos que la realidad no sepulte este sueño.
*Periodista. Escritor. Diplomático