En escrito anterior se ha dicho que el DISCURSO DE ANGOSTURA tuvo lugar después de instalarse la Tercera República de Venezuela, la cual comienza con la restauración de las Instituciones Republicanas en Guayana en 1817; después de su definitiva liberación por Simón Bolívar. Los principales acontecimientos de este período histórico son: La Campaña Bélica del Centro en 1818. La creación del periódico semanario Correo del Orinoco en 1818. La reunión del Congreso de Angostura en 1819 y la creación de la Gran Colombia en 1819. La llamada III República termina en diciembre de 1819 con la creación de la República de Colombia (la Gran Colombia) por el propio Bolívar. Después de este recordatorio, continuemos citando la imponente alocución con la nuestro máximo líder, Simón Bolívar, nos obsequió.
"A pesar de tan crueles reflexiones, yo me siento arrebatado de gozo por los grandes pasos que ha dado nuestra República al entrar en su noble carrera, amando lo más útil, animada de lo más justo, y aspirando a lo más perfecto, al separarse Venezuela de la nación española ha recobrado su independencia, su libertad, su igualdad, su soberanía nacional constituyéndose en una República democrática, que proscribió la monarquía, las distinciones, la nobleza, los fueros, y los privilegios. Declaró los derechos del hombre, la libertad de obrar, de pensar, de hablar y de escribir. Estos actos eminentemente liberales jamás serán demasiado admirados por la pureza que los ha dictado. El primer Congreso de Venezuela ha estampado en los anales de nuestra legislación, con caracteres indelebles, la majestad del pueblo dignamente expresada al sellar el acto social más capaz de formar la dicha de una nación. Necesito de recoger todas mis fuerzas para sentir con toda la vehemencia de que soy susceptible, el supremo bien que encierra en sí este Código inmortal de nuestros derechos y de nuestras leyes. ¡Pero cómo osaré decirlo! ¿Me atreveré yo a profanar, con mi censura las tablas sagradas de nuestras leyes?
Estoy penetrado de la idea de que el gobierno de Venezuela debe reformarse y que aunque muchos ilustres ciudadanos piensan como yo, no todos tienen el arrojo necesario para profesar públicamente la adopción de nuevos principios. Esta consideración me insta a tomar la iniciativa en un asunto de la mayor gravedad; y en que hay sobrada audacia en dar avisos a los consejeros del pueblo, ¿No dice el Espíritu de las Leyes que éstas deben ser propias para el pueblo que se hacen? ¡Que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos! ¡Referirse al grado de libertad que la Constitución puede otorgar, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales! ¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington! EL Congreso de Venezuela participa de algunas de las atribuciones del Poder Ejecutivo, pero subdividimos este Poder habiéndolo sometido a un cuerpo colectivo y sujeto por consiguiente, a los inconvenientes de hacer periódica la existencia del gobierno, de suspenderla y disolverla. Nuestro triunvirato carece, por decirlo, de unidad, de continuación y de responsabilidad individual, está privado de acción momentánea, de vida continua, de uniformidad real, de responsabilidad inmediata; y un gobierno que no posee cuanto constituye su moralidad debe llamarse nulo.
El Poder Judicial en Venezuela es semejante al americano, indefinido en duración, temporal y no vitalicio, goza de toda la independencia que le corresponde, por cuanto el Primer Congreso en su Constitución Federal más consultó el espíritu de las provincias, que la idea sólida de formar una República indivisible y central. Aquí cedieron nuestros legisladores al empeño inconsiderado de aquellos provinciales seducidos por el deslumbrante brillo de la felicidad del pueblo americano, pensando que las bendiciones de que goza son debidas exclusivamente a la forma de gobierno y no al carácter y costumbres de los ciudadanos. Y, en efecto, el ejemplo de los Estados Unidos, por su peregrina prosperidad, era demasiado lisonjero para que no fuese seguido. ¿Quién puede resistir al atractivo victorioso del goce pleno y absoluto de la soberanía, de la independencia, de la libertad? ¿Quién puede resistir al amor que inspira un gobierno inteligente que liga a un mismo tiempo los derechos particulares a los derechos generales; y que forma de la voluntad común la ley suprema de la voluntad individual? ¿Quién puede resistirse al imperio de un gobierno bienhechor que con una mano hábil, activa, y poderosa dirige siempre, y en todas partes, todos sus resortes hacia la perfección social; que es el fin único de las instituciones humanas? Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnífico sistema federativo, no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las cadenas. No estábamos preparados para tanto bien, el bien, como el mal, da la muerte cuando es súbito y excesivo"