La ignorancia realmente se trata de la voluntad de ser ignorante, nos referimos a las personas que creen que el conocimiento se obtiene a través de una especie de acreditación, de que lo hemos alcanzado. Objetivamente ¡ignorante ignorante! es aquel que cree que ya lo conoce todo, que ¡Pa qué más!
Desde este punto de vista, por supuesto, ¡Todos somos ignorantes!, pero lo somos mucho menos cuando nos reconocemos así, burros, he intentamos remediarlo aunque sea un poquito todos los días.
Es por eso que la lealtad a nuestros líderes nos obliga a pensar en cosas como ¿por qué le somos leales? ¿Cuál ha sido el acuerdo no firmado con ellos donde compartimos cosas comunes? Porque de resto, ese sentimiento que nos "obliga" no sería lealtad, sino más bien miedo, obediencia ciega; miedo al garrote, al látigo, fidelidad canina. Se es leal a principios y a quienes comparten esos principios con uno, lo que quiere decir que cuando esos camaradas o compañeros dejan de obedecer a nuestros principios compartidos nada no obliga para con ellos, a serles leales en tanto que personas; cuando mucho, podemos respetarlos, sentir cariño de lejos, nostalgia, pero no lealtad: hay que seguir hacia delante y que se queden en el camino.
Esa lealtad ciega al líder no ve los errores. En la mentira ve buenas intenciones, en las bravuconerías carácter, en la cobardía humildad, en las promesas profecías; no da pie con bolas. Para los que tenemos ideales y principios que cuidar sabemos que la crítica fuerte, extrema, forma parte de ese cuidado; a los camaradas que nos acompañan en nuestras luchas hay que protegerlos de la soberbia igual como a nosotros mismo del orgullo vano. La crítica es un acto de amor, así les haga ruido a muchos la sintaxis de estas dos palabras unidas en un solo significado: amor y crítica fuerte es fuerte.
El individuo leal no debe dejar olvidar jamás que se debe a los principios, y que solo por principios nosotros respetamos la amistad o la vida de nuestros semejantes. Pero muchos de nuestros contrarios políticos de ahora fueron o son nuestros amigos compañeros de lucha de antes, y no por eso le debemos lealtad, pues están del otro lado de la acera de nuestra lucha.
Si los políticos fueran todos valientes y se mostraran tal y como los representantes genuinos de sus principios, todo el mundo fuera mucho más sano, quizás más violento, pero más sano, más diáfano, menos reactivo. Pero no es así. En el caso de la lucha revolucionaria socialista, se enfrentan dos contendores casi que contrarios, polos opuestos irreconciliables.
El socialismo se fundamenta en la verdad, o, mejor aún, en develar una mentira, y el capitalismo es una estructura muy compleja sostenida en el engaño y en la mentira, de hacer pasar un despojo a la humanidad como algo natural, como una ley natural, como una fatalidad humana: la desigualdad, los privilegios, la explotación del hombre por el hombre y la devastación de la naturaleza como algo inevitable, una fatalidad cósmica.
Lo políticos mienten, algunos mienten más que otros; algunos mienten siempre, esos son los más peligrosos. El socialismo es una forma de revelación, y a la vez develación de una gran mentira. Entender su lógica, estudiar a Marx a Lenin, la gesta de Bolívar, la gesta cubana y a sus pensadores, por ejemplo, nos prepara para ver en él un sistema de valores que impulsa a cambios, a un conocimiento sostenido; estimula la mente, la inteligencia, las destrezas, la astucia, la fuerza de voluntad; el estudio, las ciencias, las artes; el socialismo es un sistema que va creciendo y que conmociona todo, espíritu y cuerpo, para que todos vivamos más cerca de la verdad y conjuremos la mentira capitalista, para que seamos más fuertes y menos medrosos.
Por eso, es importante poder atravesar la gran mentira capitalista, del SISTEMA capitalista, la gran mentira de su lógica, para que podamos estar por encima del odio a que nos arrastran los representantes de sus valores: el egoísmo a ultranza, el engaño, la necesidad de ostentar poder y riqueza, más el resto de los pecados capitales.
15/03/2018