Si mezclamos la ecología representada por el reciclaje, con el cristianismo representado por la cruz donde murió nuestro señor Jesucristo, con un solitario viaje que hice en avión por el oriente venezolano, y con la creatividad representada por el deseo de imaginar un mejor planeta Tierra, pues no hay duda que obtendremos un poderoso hechizo de respeto ambiental, que nos ayudará a conseguir la gran victoria del conservacionismo, gracias a una expresión artística de metales reutilizados.
Como todos sabemos, en Venezuela se vive una crisis socio-económica que perjudica a toda la colectividad bolivariana, y aunque el malestar social se percibe en las violentas calles del tricolor patrio, son precisamente en esas violentas calles venezolanas, donde la perversión ambiental se hace sentir con mayor fuerza, pues la gente lanza la basura en los entornos públicos del país sin sentir remordimiento, e incluso, se justifica la desidia ambiental como medida de protesta ante la crisis presentada.
Sin educación ambiental dentro de la población venezolana, sin cuerpos policiales que castiguen los delitos ecológicos, y sin políticas ambientales que reciclen las toneladas de basura, pues vemos que Venezuela se ahoga en una gran emergencia sanitaria, que no discrimina rostros, que no discrimina bolsillos, y que no discrimina colores.
El consumo de la sardina enlatada, es uno de los alimentos primordiales de los venezolanos, para resistir los efectos negativos de la crisis socio-económica, y aunque en el pasado venezolano del siglo XX, las sardinas eran un alimento típico del proletariado y de la gente humilde, ahora en pleno siglo XXI, las sardinas enlatadas son un apetitoso alimento, codiciado por todos los estratos sociales de la patria venezolana.
Pero lamentablemente, la inexistencia de educación ambiental en Venezuela, viene facilitando que las latas de las sardinas, terminen siendo irresponsablemente desechadas en las carreteras, en los parques, en las plazas, en las aceras, y en todos los sitios públicos de las principales ciudades venezolanas, donde se perjudica gravemente la calidad del Medio Ambiente, por la contaminación que producen los residuos orgánicos e inorgánicos de las sardinas enlatadas.
Cansado de la mediocridad de la sociedad venezolana, que solo piensa en comer comida y en cagar esa comida.
Cansado del mundanismo de la sociedad venezolana, que idolatra el sabor de una lata de sardina, y que es capaz de robarla para saciar su sed de venganza.
Cansado de la indiferencia de la sociedad venezolana, que se olvidó de recibir la sagrada hostia, que contiene la sangre y el cuerpo de nuestro señor Jesucristo.
A principios del año 2018, yo decidí recolectar aproximadamente 100 latas de sardinas, que encontré tiradas en las calles del municipio Libertador del estado Mérida (Venezuela), buscando convertir el terrible consumismo de los venezolanos, en una nueva expresión artística que ilustrara el arte del reciclaje, la pasión de Cristo, mi crecimiento espiritual, y la necesidad de despertar el ambientalismo, en los rocosos corazones de los venezolanos.
Sin nada que perder y muchísimo por ganar, invoqué la presencia del mismísimo Espíritu Santo, para que me otorgara la claridad mental y el vigor corporal, para dedicarme a realizar un proyecto tan cristiano como ecológico.
Primero, higienicé todas las latas de sardinas, con abrelatas en mano, removí las afiladas tapitas de las latas, y con un sencillo bosquejo en una hoja de papel, diseñé la forma, el tamaño, y el acabado final que exhibiría mi cruz 100% reciclada.
Tuve que usar una lija para remover el sucio de las latas, y para darle más dramatismo a mi cruz reciclada, no utilicé guantes para proteger los dedos de mis manos, por lo que las gotas de sangre fueron parte del arte venezolano.
Para unir cada una de las latas de sardinas, reutilicé los materiales usados para la elaboración del pesebre navideño, como el pegamento en barra y la cinta adhesiva.
También, utilicé el agua de lluvia para lavar las latas de sardinas, y aproveché los benditos rayos luminosos del Sol, para secar rápidamente todas las latas, con la brisa de una hermosa tarde merideña.
Tras dos semanas de arduo trabajo que se alegraron con música instrumental, hoy puedo presentar mi querida y respetada cruz del reciclaje, que simboliza una luz de sustentabilidad ambiental, en un Mundo asfixiado por la oscuridad de los ecocidios.
Aquí pueden ver las fotos de la cruz reciclada:
http://hechoecologico.weebly.com/la-cruz-del-reciclaje.html
Quizás es muy pequeña, quizás es muy grande, quizás es muy grisácea, quizás es muy brillante, quizás es muy tonta, quizás es muy delicada, quizás tiene muchas manchas, quizás está muy oxidada, quizás es un obtuso pedazo de basura.
No me importa la ignorancia de la subjetividad humana, me importa la gracia salvadora del Creador de la Tierra.
Quise que la fila horizontal no quedara perfectamente recta. Si se fijan en la imagen de la cruz, verán que la fila de latas está un poquito arqueada, pues más que simular los brazos de Jesucristo en la cruz, realmente quería representar un par de alas de avión, ya que mi improvisada estadía en el estado Mérida, fue la consecuencia de un viaje lleno de rebeldía que había hecho al estado Anzoátegui, donde pude constatar que el hombre sin el amor de Dios, termina perdiéndose en el abismo de una corona de espinas.
También reutilicé ocho latas de atún comestible, que contenían unas bonitas tapas doradas para proteger el alimento. Coloqué las tapas doradas en forma de los pétalos de las flores, para que la cruz se viera más natural, elegante y equilibrada.
La sala de la casa de mi abuela, luce hermosa con la cruz reciclada. A los pies de la cruz, prendimos una vela bendecida en el día de la Candelaria, rezamos con devoción el Santo Rosario, hicimos la paradura del Niño Jesús, y cantamos las canciones que exaltan al rey de reyes.
El deseo de priorizar el uso de nuestras creativas neuronas, antes de satisfacer nuestras cotidianas necesidades estomacales, fue la ideología que permitió concebir la mencionada cruz del reciclaje, siendo una estrella de esperanza para toda la sociedad venezolana, y una bandera de unión para el pueblo por medio de la fe cristiana.
Le doy las gracias al dios del Universo, por haberme permitido realizar la cruz del reciclaje.
Espero que todos seamos más empáticos con la salud del Medio Ambiente, y perdamos el miedo de expresarnos artísticamente, para construir alternativas ecológicas que sean loables con el paso de los años.