Los venezolanos, tenemos amnesia colectiva y, poco hemos avanzado en la infraestructura del país en estos últimos tres años. Más bien, se han acumulado un conjunto de necesidades primarias. Cuando lo primario es avanzar en construir un nuevo país y asumir una política pública continuada, dejando atrás el populismo.
Necesitamos líderes que hagan posible las reformas que el país amerita, mediante acuerdos políticos y no por el relativismo democrático. No necesitamos dirigentes que crean que está bien ir en contra del bienestar del país cuando les conviene. O fracasar, porque sus argumentos técnicos y políticos no convencieron a nadie.
El presidente, parece una reencarnación del pasado, viene cojeando de alguna parte A mí me gustaría que le vaya bien al Gobierno porque así le iría bien al país,
Me perturba la frase “conversar no es pactar” de Ramiro Prialé, líder histórico del Apra. La usamos, con una mueca cínica, para ocultar algo bueno: las ganas de llegar a una armonía con el otro. Es inquietante, lo que sucede. Debemos ir a las catacumbas a orar, mitigar las críticas de izquierda y derecha, es obligante ir a un pacto virtuoso. Generalmente, tienen una caracterología que, se prestan al juego político.
La burocracia descoyuntada nos aleja de esa experiencia de reconstrucción y, es enfrentarse a vetos que, se originan en el mismo aparato burocrático que actualmente no funciona de manera racional, ni eficiente.
Lo cierto es que los procedimientos y trámites del aparato administrativo-burocrático han hecho metástasis. El Ejecutivo se ha agrandado con nuevos ministerios y una pléyade de agencias gubernamentales organizadas de manera caótica que han cobrado vida propia, haciendo cada vez más complicada la tarea de gobernar el país.
Como si esto fuera poco, el proceso de descentralización añadió una capa adicional de burocracia creando regiones donde existían departamentos. Se abandonó el proyecto descentralizador de unir parroquias complementarias para crear verdaderas regiones y se ha Lamentablemente para el presidente Maduro, la ventana de oportunidad de la que dispone para tomar las riendas y poner en marcha su plan de trabajo es corta. No solo porque la situación política es sensible y demanda reflejos afilados–, sino porque la situación económica necesita del impulso que puede imprimirle un gobierno decidido y con apoyo político. Puesto en peligro el carácter unitario de la nación.
El pasado del presidente Maduro como Canciller Nacional de Venezuela y ahora su presidente, es un activo importante al respecto, pues lo acerca a la problemática y a las limitaciones institucionales de los gobiernos subnacionales que deben ejecutar hoy, buena parte de la inversión pública y facilitar la inversión privada.
Las circunstancias no le concedieron esa gracia, pero sí una oportunidad real para dejar al país mejor de lo que lo encontró. Si la voluntad y la capacidad existen, que el tiempo apremie no será excusa.
Recuperar la inversión privada (grande, mediana y pequeña) para que aumenten los empleos, ingresos y consumo es la salida. De paso sube la recaudación tributaria, que es otra tarea clave del Gobierno. Pregúntese usted, estimado lector, por qué no gasta más, o usted, pequeño empresario, por qué no invierte más. Las respuestas son las que el Gobierno debería tomar en cuenta para levantar nuestra aletargada economía, que hoy solo depende de la mejoría del entorno económico externo Nadie pide estrellas a estas alturas y es comprensible que poca gente quiera meterse a esa hoguera, pero colocar a rojos y caviares sería suicida, tanto política como económicamente. Necesitamos hombres probados para el trabajo público.
Como hemos destacado aquí en más de una oportunidad, tales coincidencias van más allá de lo que toca al esencial mantenimiento del marco macroeconómico y el modelo de crecimiento basado sobre el fomento a la empresa privada que permitió reducir la pobreza a un tercio en poco más de una década.