Atn. Alfredo Henríquez
Gracias amigo, por comunicarse con nosotros
Ahora paso a responderle, en el mejor de los términos, su pequeña esquela dirigida a nuestro portal.
Debo en primer lugar, y usted me disculpa, hacer pública el contenido de su intencionado escrito, pues creo que es mi deber, antes que darle una repuesta, que la opinión pública esté conteste del porqué de mi modesta comunicación. Su escrito dice así:
"De verdad lo saludo con todo respeto desde Panamá. Siento dolor por lo que ustedes han hecho con su pueblo. Acá en la ciudad de David donde yo vivo, han llegado por primera vez en la historia personas nacionales de Venezuela, y pasan las necesidades más grande que ningún otro nacional de otro país pasa acá. No es cierto que Marcó Rubio odie a los venezolanos, eso es mentira y sé que usted lo sabe. Por favor no sigan regando esa doctrina política que hace tanto daño, piense que Dios después le demandará todo esto. Y yo no soy ni de derecha ni de izquierda, soy cristiano.
Dios lo bendiga"
Ahora bien. Debe en primer lugar aclararle que somos muy creyentes de la palabra de Dios, del Todo Poderoso, de su hijo Jesucristo, que sacrificó su vida por los más desvalido.
Eso desde luego nos ubica en un plano de amor hacia el prójimo, hacia los más vulnerables y desde luego en favor de los que menos tienen.
Pero igual desde esta perspectiva de vida sabemos diferenciar el mal del bien. En lo personal no lo deseamos mal a nadie, tampoco al senador Marcos Rubio, pero todos los venezolanos reflexivos y muy conscientes de lo que está pasando con nuestro país, sabemos que el senador de Florida en primer lugar ha venido actuando de manera irresponsable e injerencista en los problemas internos que solo a los venezolanos nos asiste resolver.
En segundo lugar es innegable que ha promovido el odio, la barbarie, a nivel internacional, en contra de Venezuela. Sobran pruebas irrefutables en esta dirección.
Rubio, al mismo tiempo, alienta a los conspiradores internos de nuestra nación, con apoyo de la mano foránea, dar con el traste de un gobierno legítimo, pero más allá de eso alienta directamente al imperio para que aplique a los venezolanos fuertes sanciones económicas, como de hecho lo está haciendo.
El senador Rubio igualmente, para ir más allá, y demostrando que no le tiembla el pulso a la hora de promover las guerras y la muerte, ha incitado que desde el mismo imperio se nos invada, sin importarle lo más mínimo los cientos de miles de muertes que se pudieran generar producto de esa desproporcionada propuesta, que solo incita a la muerte y que no tiene perdón de Dios.
Lamento mucho que Usted, en su condición de Cristiano, al parecer no sepa distinguir a estas alturas el verbo encendido y diferenciar el mal del bien.
Aquí, desde Venezuela, sabemos en qué plano está ubicado el senador Rubio, desde luego sentimos y así lo ha demostrado, que está del lado de los que no tienen razón, de aquellos que desean por capricho imponer a la fuerza el yugo y el rejo para satisfacer sus aspiraciones.
Si el senador Rubio de verdad quisiera que los venezolanos lo viésemos con otra perspectiva debería más bien ayudar a convocar un diálogo abierto, sincero, equilibrado, en su justa dimensión, para que el país recobre la sindéresis, la calma y sobre todo la paz, que tanta falta le hace al mundo.
Es hora de echar a un lado la promoción del odio y las guerras que solo benefician a la industria armamentista que promueve soterradamente el propio imperio. Hace solo unas horas lo acaba de demostrar con el nuevo ataque que acaba ordenar en contra del pueblo de Siria.
Suponemos que el senador Rubio está alegre y conteste que este nuevo culto a la muerte se haya llevado a cabo en Siria, cosa que los venezolanos no deseamos para nuestro país, pues somos un noble pueblo que solo promueve la paz y la cordialidad con otros países del mundo.
Lamento mucho tener que haber apelado a esta correspondencia para darle a Usted, y a muchos que aún no entienden el conflicto venezolano, que partió desde el mismo instante que EE.UU sintió que en la región hay un pueblo, el pueblo de Simón Bolívar, que precisamente le concedió la libertad a Panamá, que está dispuesto a vivir libremente, con sus errores y sus problemas, sin que haya necesidad que desde otras latitudes influyan en su destino.
*Periodista