¿Qué es el trabajo hoy?

Como sabemos hasta el desarrollo de la agricultura, hace unos 10.000 años en el norte de África, el hombre vivía como nómada, de la caza y la pesca, de lo que la naturaleza le otorgaba. Esto no quiere decir que antes de la agricultura, desde el surgimiento de los primeros primates y el homo sapiens hace unos 150 mil años, ya había surgido el trabajo como actividad creadora. El hombre desde su origen tiene la necesidad de crear, no solo para satisfacer las necesidades básicas de alimentación, vestimenta y vivienda, sino que su condición de humano hace del esfuerzo una necesidad vital. El hombre, a diferencias de otros animales, no puede pasar los días y la vida en solo comer, procrearse y dormir.

En un principio el trabajo, las técnicas (tecnologías), la naturaleza y la cultura fueron parte de un todo inseparable. El hombre ocupaba su tiempo en crear, tanto para solucionar problemas inmediatos- a través del uso de técnicas y herramientas construidas por él- como la capacidad de generar nuevas necesidades, producir nuevos hábitos y recrearse.

El trabajo- a diferencia de hoy- no era una obligación, no era simplemente un esfuerzo que tenía que hacer el hombre para ganarse un salario con el cual se intenta satisfacer las necesidades básicas, el trabajo no era una actividad penosa para conseguir otro fin, no, el trabajo era un fin en sí mismo. Con las sociedades sedentarias, el surgimiento de la agricultura, el trabajo asume una condición y un carácter más social, las poblaciones crecen y por lo tanto el consumo y de esta manera el trabajo se hace más obligante. Esto ha sido una condición histórica del trabajo.

Con la desaparición de la propiedad comunal, el surgimiento de la propiedad privada y la correspondiente división del trabajo (manual e intelectual), la diferenciación entre clases sociales, entre los que poseen medios de producción y los que solo tienen su fuerza de trabajo, el trabajo pierde su condición humana vital. Pero es en las sociedades capitalistas, con el surgimiento de la industria y la división internacional del trabajo, cuando el trabajo se convierte en una mercancía.

Históricamente el trabajo ha sido visto de distintos ángulos y perspectivas, desde los documentos bíblicos el trabajo aparece como un castigo a quienes en el paraíso habían violado los mandatos divinos. Hasta la llegada de la Edad Moderna el trabajo he visto como una condición de inferioridad que era hecho por los más humildes (esclavos, siervos), aquellos que no tenían poder económico ni gozaban de nobleza sanguínea y cargos nobiliarios. Los ricos, los poderosos, los nobles no trabajaban, no lo necesitaban y era, además, profundamente denigrarse, solo se dedicaban a la supervisión, a las actividades bélicas, religiosas, culturales, a los vicios y el ocio.

Fue con el desarrollo de las sociedades modernas, en los inicios del capitalismo, tal como lo plantea Max Weber (1998), con el surgimiento del protestantismo (movimientos luteranos y calvinistas), con el desarrollo del pensamiento liberal burgués, que el trabajo comenzó a ser aceptado como elemento fundamental del desarrollo económico. Hasta el siglo XV los economistas consideraban que la riqueza consistía fundamentalmente en el dominio de minerales preciosos y la propiedad de la tierra, alcanzado fundamentalmente a través de la expansión y colonización territorial y la utilización del trabajo forzado (esclavo).

A partir de esta fecha, con el desarrollo industrial del capitalismo, el trabajador asalariado comienza a sustituir a los siervos y los esclavos. Todo esto fundamentalmente en Europa, ya que en el resto del mundo solo a finales del siglo XIX desaparece la esclavitud y el trabajo servil, aunque en forma camuflajiada se ha mantenido por más tiempo, aun hoy, ésta la más vil y directa forma de explotación, más que del trabajo, del humano.

Desde hace tiempo el trabajador no es solo el obrero fabril, el que produce bienes materiales y mercancías, y si bien existen otros actores: trabajadores informáticos, trabajadores virtuales, crecimiento violento de los sectores comercio, financiero, servicio, gerenciales, publicitarios, entre otros, que conforman una nueva clase de trabajadores propios del capitalismo actual, no por ello estos sectores dejan de ser trabajadores: No son ellos los poseedores del capital, por lo tanto son trabajadores. Ya sea el hombre humilde, el lumpen proletariado, o el de las clases medias, pero no son burguesía. Aunque con la tecnificación del trabajo, el predominio del trabajo administrativo- gerencial sobre el fabril, se crea que ya no se pertenece a la clase trabajadora, lo siguen siendo.

Aunque hoy se diga que el capital y las empresas se diluyen en corporaciones internacionales manejadas virtualmente por gerentes y técnicos a nivel internacional, estos siguen representando y son los intereses del capital, que no es abstracto y que lo poseen hombres de carne y hueso que son los capitalistas, miembros de la burguesía. El capitalismo no es simplemente un asunto económico, de robo del trabajo ajeno por parte del burgués, es principalmente la creación de un fetiche que trastoca la sanidad mental y espiritual de la sociedad. (Kohan, 2011: p.20)

El capital no es solo materia prima, máquinas y dinero son relaciones sociales, no es la relación pasiva ahistórica del trabajador individual frente a los medios, son las relaciones y el contexto que determinan esa relación de trabajo, donde el trabajo objetivado es parte ya del el capital, el capital aborda todo, lo abarca todo.

Una posmodernidad que critica al positivismo por quedarse solo en lo tangible, e igual lo hace contra el supuesto mecanicismo del marxismo, pierde de vista o enmascara el carácter inmaterial y simbólico que hoy predomina en el Capital y, pretende medir el "fin del trabajo" solo desde la visión más tayloriana del trabajo fabril-material. Hoy la economía financiera, comercial, especulativa, del entretenimiento, pero también de la salud, la educación, del conocimiento, predomina sobre la de producción de bienes, ocupa más espacios, más trabajadores, genera más dinero, pero todos ellos son imposibles sin la producción material-real y además todos ellos son parte del trabajo y del capital.

Desde el marxismo o cualquier otra posición crítica al capitalismo, no podemos caer en la trampa de la sociedad postcapitalista, bajo el disfraz de la posmodernidad y la sociedad del conocimiento no podemos ingenuamente creer como lo planteaba- a fines de la década del setenta- André Gorz, en su ensayo Adiós al proletariado, como si se tratase de un proceso evolutivo que nos dirige a la abolición del trabajo como obligación y la recuperación del tiempo libre (De la Garza Toledo. 2001: p. 17).

Ese creciente mundo económico inmaterial, no es una abstracción, por más que lo parezca, en última instancia, por más sobrevaluado, por más etéreo que parezca, por más que se crea que las bolsas de valores tienen independencia, vida propia, que las redes comerciales electrónicas nada tiene que ver con el sudor, las maquinas, con hombres de carne y hueso, en ultimas instancia de allí parten, aunque luego lo especulativo lleve los índices económicos a condiciones de reproducción exponencial, tienen un piso real económico de producción. La producción determina todo. No se puede consumir, vender, comprar, especular, lo que no existe o pueda existir.

Aún predomina una visión reduccionista, que reduce el trabajo al obrero asalariado, y con los procesos modernos de automatización se tendría una marginalización del trabajo frente al capital. No hay la menor duda que el trabajo fabril- en los países desarrollados- ha perdido fuerza frente al sector terciario de servicio, comercio y financiero,

Además, todos esos elementos y procesos- por más novedosos que sean, aunque a veces no cueste diferenciar lo real de la ficción, todos, absolutamente todos son elementos y procesos del Capital, que como hemos insistido no puede seguirse percibiendo solo como tierra, máquinas y materia prima, es trabajo acumulado y objetivado, son relaciones sociales, que tampoco son ya solo tangibles sino principalmente subjetivas, de significados y valores. Y como todo Capital, todos, absolutamente todos son producto del trabajo, tanto objetivo como subjetivo, material o inmaterial.

Todo esta economía financiera –especulativa, todas estas redes intangibles tecnológicas son producto del trabajo. No surgieron de la nada, no son extraterrestres, son producción humana. Allí está el mayor proceso de fetichizacion del capitalismo, creer que estamos hoy transcurriendo hacia una sociedad postcapitalista, creer que todas estos impactantes y "fantásticos" cambios tecnológicos no son producto del trabajo, que no son parte del capital.



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Pedro Rodríguez Rojas

Sociólogo e historiador (UCV). Magister en Historia Económica (UCV). Maestría en Tecnología Educativa (UNESR). Doctorado en Ciencias Económicas y Sociales. (UCV). Doctorado en Historia (UCV). Ha sido docente de Pre y Postrado en la UCLA, UNA, UPEL. Actualmente de la UNESR en la categoría de Titular. Ha sido investigador del Centro de Historia para la América Latina y el Caribe, OEA, CELARG, Congreso de la República, Centro OPEP, entre otros. Ha sido Asistente de Investigación de los Doctores Ramón J. Velásquez, Federico Brito Figueroa, Héctor Malavé Mata y D.F. Maza Zavala, entre otros. Ex-Director de Postrado de la Universidad Simón Rodríguez-.Barquisimeto. Ex Coordinador del postgrado en Gerencia Cultural. Coordinador del doctorado de educación UNESR. Coordinador de la Línea de Investigación Filosofía y Sociopolítica de la Educación del Doctorado en Ciencias de la Educación. Presidente de la Asociación Civil Museo Histórico Lisandro Alvarado 2002-2010. El Tocuyo. Miembro fundador de la comisión de recursos hídricos de El Estado Lara .Asesor de la Misión Sucre y Aldea Universitaria de Morán. Vocero asesor de consejo comunal Los tres brazos y San Pedro. Entre los reconocimientos recibidos podemos mencionar: Premio Regional (Lara) sobre la obra de Andrés Eloy Blanco (1996). Premio Estimulo al Investigador UNESR, mayor productividad Científica del Núcleo Barquisimeto desde 1997 hasta la actualidad. Investigador ONCIT PEI Nivel. C. Premio CONABA. Premio Ensayo Histórico: Federico Brito Figueroa, Aragua 2001. Premio Ensayo Antonio Arráez: 450 años de la fundación de Barquisimeto, .2002. Premio Ensayo Educativo, Universidad de Oriente, 2004, Premio Primer Concurso Historia de Barrio Adentro del Ministerio de la Cultura, 2009. Premio sobre Legado de Chávez, Maturín, (2013). Premio Literario Rafael María Baralt, Maracaibo (2014). Más de sesenta publicaciones entre libros y artículos en revistas arbitradas a nivel nacional e internacional sobre ciencias sociales y filosofía. Es articulista en varios periódicos a nivel nacional. Coordinador de la Revista de filosofía de la educación TERÊ. Entre sus libros podemos mencionar: Juan Pablo Pérez Alfonzo, La economía venezolana, La Universidad frente a la globalización y la posmodernidad, Pensar América latina, América latina en la globalización, Educación para el Siglo XXI y La Ética Socialista. Junto a Janette García Yépez ha escrito varios libros sobre la historia de El Tocuyo, a saber: Personalidades tocuyanas, La cultura tocuyana, La cañicultura en El Tocuyo, El café y los resguardos indígenas en Morán, Crónicas tocuyanas, El Rio Tocuyo, la educación secundaria en El Tocuyo, La vida cotidiana en El Tocuyo, Memoria fotográfica de El Tocuyo, La Personalidad Intima de Lisandro Alvarado y Cultura y Tradiciones Tocuyanas.

 pedrorodriguezrojas@gmail.com

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