Las cartas están echadas aunque pareciera que el juego estuviera ´"tranca´o". Cada día la guerra de 4ta. Generación, fundamentada en la manipulación de la conciencia a través de medios de información de masas, convencionales y virtuales, y la materialización de falsos positivo, estremece el país a niveles peligrosos. Hay una sensación –inducida- de "sálvese quien pueda". Es una tendencia no consciente buscar la solución a título personal y no colectiva. Crece el rumor venenoso. La queja sicótica. El señalamiento individualizado como si todo fuera obra y desgracia de un hombre o de un grupo todopoderoso. Intocable y perpetuo.
Es un desaliento en expansión que se hace costumbre como un mal hábito. Durante casi un siglo se inculcó la hipócrita afirmación: "…el modelo de democracia venezolana es el más sólido de América Latina". Por supuesto que los aplausos venían de la oligarquía venezolana y su protector imperial (EEUU). Había dinero para derrochar tal como registran, en forma ascendente, las cifras de ingreso per cápita desde cuando el reventón del pozo "Zumaque", en 1914, empezó a cambiar el curso de nuestro futuro.
Nadie dice que en aquella "democracia" se ordenaba disparar primero y preguntar después, vendían a precio de gallina flaca el petróleo, se enriquecían brutalmente a los Amos del Valle, del Oriente, Occidente, de los Andes y Sur del país. Nuestra educación formal modelaba una conciencia acrítica, pasiva y repetitiva. Torturaban y asesinaban al enemigo ideológico. Los tribunales eran, y aún lo son, un mercado de sentencias que se cotizan en dólares.
Mientras la corrupción se exhibe con destreza olímpica y complicidad inmoral, igual sucede con el deterioro de la calidad y nivel de vida de la población. Un portero del SAREN (Sistema Autónomo de Registros y Notarías) ubicado en la frontera con Colombia, estado Táchira, comete las mismas fechorías que el presidente de Banesco, quien estaba al tanto de las sucias jugarretas intrabanco, como por ejemplo: legitimación de capitales (blanqueo de dinero), orquestadas por sus empleados de alto y mediano nivel jerárquico. Ni que decir del contrabando del capitán del Ejército responsable de regular el suministro de gasolina en un pueblo limítrofe del estado Apure, amado por el presidente Chávez. La diferencia son los ceros a la derecha, aunque la mentalidad delincuencial es la misma.
Igual es pública y notoria la ineptitud de ciertos funcionarios con cargos claves para asignar contratos milmillonarios. Ineptitud muchas veces deliberada para encubrir la "comisión para el partido" que, varias veces, se oculta en la cuentacorriente personal de éste o aquel testaferro del momento.
Esta crisis trasciende lo meramente económico y salta vertiginosamente hasta el fondo de la conciencia, donde realmente se pueden resolver los desequilibrios emocionales y la ignorancia consolidada y aderezada por años por mentes inteligentes.
Es en el plano ideológico donde hace aguas el país, de tal suerte encontrar una solución estructural, de fondo y política, superaría con creces las buenas intenciones con aires de caridad, derivadas en bonos de fin de año, aumentos salariales, viviendas dignas, créditos blandos, pensiones consoladoras y dádivas por doquier.
Ninguna revolución se hace jugando a la candelita. Con un poco de capitalismo y otro de socialismo. Keynesianamente hablando no se trata de humanizar el sistema de explotación del hombre por el hombre ni reducir el monto de la plusvalía o creer que el mercado no es tan diabólico y miserable para el desarrollo de la sociedad como acusan los comunistas de siempre...
Nuestra propuesta bolivariana se hiere con sus propias espinas porque necesita re-encontrarse con la esencia que la originó y, por encima de todo, darle participación directa a los que creyeron y aún creen en los sueños del Comandante Chávez y en el ideal nuestroamericano de Simón Bolívar. Es cuesta arriba, por no decir quimérico, optar por una mediación con el capitalismo menos con el imperialismo, porque estos enemigos irreconciliables bombardean, mienten, traicionan, no dan cuartel. Atacan sin misericordia cuando sienten las vibraciones de un país dispuesto a defender la soberanía y dignidad de la Patria.
La dimensión de la crisis debiera ser proporcional a la urgencia de involucrar al trabajador, campesino, profesional, ama de casa, estudiantes, microempresarios, pequeños y medianos empresarios, cooperativistas, artistas, artesanos, servidores públicos, jubilados, líderes comunales, sindicales y estudiantiles en los planes puntuales, que sean factibles y efectivos táctica y estratégicamente.
Se han cometido errores de diferentes calibres y catastróficas consecuencias, con un superliderazgo burocrático (varias responsabilidades a una sola persona) que al final ni lava ni presta la batea. Fracasan en la responsabilidad asignada pero no son destituidos o trasladados a donde debieran ser competentes, y no se hace porque son "compañeros del partido", hermano, cuñado, sobrino y protegido de algún "alto dirigente…" o es un chavista ¡de corazón!
El pueblo sabe lo que es el hambre, las colas infernales, mira a los ojos al corrupto de cuello rojo, se enfrenta al transportista especulador e irrespetuoso contra el pasajero de la tercera edad. Se planta de tú a tú ante el GNB, cobrador de "peajes". Los de a pie no tienen nada que perder si no las trabas del aparato burocrático disfuncional, amamantado por el Estado-Gobierno. Vive en carne propia el saboteo, interno y externo, de los servicios públicos. Conoce con nombre, apellido y apodo al Director de hospital implicado en bachaquear insumos médicos.
Si el pueblo es, constitucionalmente, el soberano, la máxima autoridad del país, ¿por qué no dejan que participe con su fuerza moral, rabia contenida, sueños intactos, sentido común y pasado repleto de ejemplos heroicos? Pedir el voto es una "cosa" diferente a verlo sentado en una mesa de trabajo donde se toman las decisiones contundentes. Invocar al "pueblo" desde una tarima es volver a la demagogia de la palabra ahuecada, tal como lo conocemos desde tiempos inmemoriales.
La crisis de hoy no desaparecerá ni antes ni después del 20M. Anunciar el fin de la crisis (aunque no se le ve fin) al amanecer del 21 de mayo tiene tanto de mentira como que la derecha venezolana es buena gente e inteligente. No es cuestión de fabricar lenguajes mediáticos e impulsivos para ganarse la credibilidad de los de "abajo".
Pueden hablarle a la población delante de una pantalla o un micrófono durante horas enteras, pero son los hechos, es la convocatoria real y visible, son las palabras directas y francas, es la conducta ejemplar la prueba irrefutable de que hay capacidad para superar la crisis. Una palabra lanzada con bombos y platillos, pero a mil kilómetros de distancia de los hechos es similar a echar cuentos en una reunión de sordos.
Estamos es un espiral de escenarios impredecibles, manejados super-estructuralmente sin colocar los pies en la tierra, es decir, analizados, repensados y diagnosticados por cúpulas agotadas, desviadas y atrincheradas en los placeres del poder. Tienen años rotándose los cargos donde se decide la alimentación diaria de 30 millones de venezolanos y venezolanas.
Han tenido la tarea asignada de elevar la producción nacional, fortalecer las fronteras, mejorar la calidad de la educación, impulsar el desarrollo tecnológico y tecnotrónico, consolidar el poder popular, mejorar el servicio sanitario, impulsar la pequeña y mediana industria, eliminar la agricultura de puerto, combatir a muerte la corrupción, proteger el medio ambiente. Han pasado dos décadas con recursos económicos impensables y votos de confianza otorgados en 23 elecciones de 25 convocadas.
Algunos de ellos y ellas merecen ser avalados por la historia, pues, supieron cumplir con la misión asignada, pero cuántos debieran estar detrás de las rejas o cumpliendo una modesta tarea de parroquia, porque hasta allí alcanza la capacidad para ser "revolucionarios" productivos.
Es hora de meterse en el cuero de Pedro, en la casa de María, en la alegría de José, en el talento de Ramón, en la honestidad de Doña Olimpia, en el coraje de Don Ulises. Hay que escuchar, sin alterarse ni ofender, a los que sufren el maltrato en las emergencias de los hospitales, oír lo que dicen en las taquillas de clínicas con mentalidad mercenaria cuando llega una persona con una apendicitis aguda o un infarto en progreso: -El paciente no puede ser ingresado porque no tiene Seguro que lo "cubra".
La calle grita verdades que duelen y desenmascaran. Revelan en blanco y negro la dimensión de la crisis o la sensación de felicidad una nación. Ver y planificar el país desde una silla reclinable, el aire acondicionado a 22 grados, dos secretarias buenotas y aduladoras, un chofer las 24 horas y línea directa con el Jefe es igual a condolerse de la miseria social con un whisky en la mano o creer que Donald Trump no es capaz de ordenar la detonación de un arma nuclear…
Es el momento exacto de convertir la adversidad en la oportunidad idónea para relanzar la revolución bolivariana al lado de los que pusieron alma, corazón y vida. Estamos hechos de madera gruesa para soportar los vendavales y fina para construir un nuevo modelo de sociedad que no separe hogares ni permita atropellos en el transporte de pasajeros, guarde silencio ante los delincuentes verde oliva y de familiares medrosos usurpando cargos públicos.
Perder esta oportunidad, excepcional desde todo punto de vista, sería quedar registrados en la historia como menguados comediantes de una etapa partera de la Venezuela deseada. Nadie está exento de cometer errores por muy inteligente que sea esta persona o el equipo de gobierno, sin embargo, existen ciertos errores totalmente predecibles más aún si lo que sucede fuera de la zona de confort dice lo contrario. La economía política es precisa para diagnosticar un cáncer estructural y un desacierto coyuntural, aunque la sabiduría del pueblo lo es aún más…
Al imperialismo se le enfrente bien apertrechado en lo militar, ideológico y político Con un pueblo consciente, protagónico de su porvenir. ¿Por qué retardar acciones de raíz capaces de contener este ambiente contaminado de tristeza y desolación? Es un riesgo innecesario seguir haciendo cálculos políticos entre cuatro paredes, pensando que el pueblo debe dejar en manos de los "ungidos de la revolución", la urgente tarea de resolver una crisis anunciada. Quien teme o dude de la capacidad de combate y determinación del pueblo a la hora de dar un paso hacia adelante, carece de memoria y queda al descubierto como otro ladronzuelo consumado y camaleón infiltrado.
El imperialismo norteamericano está ejecutando, milimétrica y exitosamente, el golpe blando en Venezuela. La burguesía lacaya rinde cuentas ante su amo, con total impunidad. Los "ladronzuelos consumados y camaleones infiltrados" están a la derecha del presidente Maduro, pero el pueblo, este pueblo de sangre caliente, color mestizo y hablar franco no traiciona pero sí se cansa de entregar cheques en blanco. Todo tiene su límite, inclusive la historia de una revolución en estado de emergencia.