I
Mire, es una simple fotografía.
Es una cebolla (Allium cepa) en un macetero. Pero no está sembrada ni siquiera en un macetero, como formalmente se llama a un envase comercialmente destinado al fin.
¡Es un envase recogido de la calle, un galón de pintura, reciclado para el útil fin de cultivar un alimento!
Es, en fin, una fotografía de la humildad.
II
Neruda la llama en su "Oda a la cebolla", "constelación constante / redonda rosa de agua / sobre / la mesa / de las pobres gentes".
Refiere Alberto Moravia, en su novela La campesina, que los italianos se la comían cruda ante la carestía de la guerra. Y cuando se está en una situación de confort, esto puede parecer una audacia, casi tan heroica como comerse un limón a gajos.
III
Pero este vegetal humilde está en toda parte planetaria y es requerido en la cocina. Como decir que es ya un apéndice culinario del hombre, del mismo modo que el perro es la mascota por excelencia. De manera que, si de humildad se habla, podría la cebolla, como el perro, ponerse altanera y causar bastantes tristezas y deficiencias al compungido humano. Se alza la cebolla y se va de la tierra, así como la mascota podría rebelarse y dejar en soledad a tanta alma.
¡Qué tan buen sabor puede tener un guiso sin la cebolla, sin ese sabor lloroso y dulzón a un tiempo, potencial de la tierra!
IV
En el mercado se cotiza en Bs 150 a 200 mil el kilogramo, hoy mediados de 2018. Al mayor se compra en 60. Y todo el mundo enloquece por comprarla y paga el chantaje de la usura. Y por acá se va entendiendo una de las razones históricas de los refranes: que lo sencillo y humilde no se contradice con lo importante. Si no, mírese cómo tanta gente llora por esa cenicienta.
V
Si usted tiene un balcón donde incidan cinco horas de sol como mínimo, o una azotea, puede sembrarla. Espera tres meses y medio y luego puede comerla. Ella emerge de la tierra como un regalo, con facilidad, capa por capa, lista para ti.
Mire la foto: la cebolla no es nada remilgada. Parió en un envase recogido en un basurero. Ese envase debe tener una capacidad al menos para tres o cuatro litros. Sencillo: mientras usted trabaja, relincha o vegeta no se sabe por dónde, acordándose de regarla cada dos días y de aplicarle compost cada dos semana, un alimento toma forma en la naturaleza para su mesa.
¡Imagine ahora que tiene cincuenta envases reciclados!
VI
No hay justificación para quejarse y no producir. La sencillez de la cebolla debe callar tantas quejumbrosas bocas.
Qué hay la crisis y el presidente es culpable porque no tengo cebolla en la mesa, así como otros alimentos...
¡Mentira!
La crisis la llevas tú en el alma, maltratando a diario tu ecuménico espíritu humano, que es capaz de engendrar vidas e inventar mundos.
¡Es más fácil y barato sembrar una cebolla que quejarse y tildarse de inútil! Lo primero da vida; lo segundo, extermina y enferma.
VII
Por las razones que fueren, nuestro país, nuestra casa, nuestras vidas, familias, están sometidas a presiones de guerra, políticas y económicas. Ello conlleva a la carestía, hecho puntual a resolver con capacidades de supervivencia.
¿Qué eres tú? ¿Una criatura de los cénit, hecha para los periodos confortables de las victorias, en nada hecho para la batalla? ¿Eres un ciudadano con la patria servida o al servicio de la patria?
El humano es un ser de evolución y adaptación perseverante, quizás con rememoración jurásica. No está la victoria en la victoria misma, sino en la permanente batalla.
VIII
Hora es de la refundación patria, de la producción, del levantamiento de un país que a fuer de dignidad ante la conspiración mundial ha quedado por entero en manos de los venezolanos.
"¡Vamos a todo!" ha de ser el eslogan general para reconstruirlo después de arrancarlo de las fauces hegemónicas; pero "Vamos a sembrar", ha de ser el principio básico, productor de alimentos.
Nadie es libre si no genera su propio sustento. Y no vendrá usted a recitar que Venezuela es una aglomeración de eunucos.
¡Hombre, mire la cebolla! Usted, naturalmente hablando, no es más que ella, pero tampoco es menos.
Blog del autor: Activación productiva