¿Hacia dónde va Maduro?

  Ya establecidas las tendencias generales, una vez presente una lógica de las acciones de los factores de una situación, cualquiera puede prever razonablemente lo que puede ocurrir. En el caso del proceso histórico venezolano, si le hemos hecho seguimiento a las tendencias desde hace 18 años, y especialmente los últimos 6, es bastante predecible el comportamiento de los actores principales de este drama: el gobierno, la oposición de derecha, las potencias internacionales que hoy se disputan el mundo; la izquierda y la derecha, con todos sus matices. Por supuesto, estas previsiones no deben dejar de lado los azares, las sorpresas, las decisiones de los seres humanos que están condenados a ser libres. Está además el hecho de que el resultado de los acontecimientos nunca es la que quiere uno de los vectores de acción.

La terrible crisis económica continuará golpeando a la población, provocando su malestar, y ello motivará, por un lado, crecientes exigencias de las propias bases de apoyo político del gobierno, aumentando la posibilidad de nuevas separaciones y hasta escisiones importantes, y, por el otro, el agudizamiento de las acciones de la coalición internacional injerencista y sus agentes internos: las fuerzas políticas de oposición de derecha.

Ya tenemos algunos síntomas de una primera diferenciación entre los factores de apoyo del gobierno: las declaraciones del “crítico incómodo” Luís Britto García exigiendo respuestas efectivas y una “radicalización” del presidente reelecto al sufrimiento del pueblo; la petición a Maduro de un nuevo gabinete ejecutivo, por parte del PCV (tal vez pensando que les toca a ellos algún ministerio); incluso el debate surgido entre Néstor Francia y José Saint Roz acerca de los resultados electorales a los cuales el primero caracterizó de “victoria pírrica”, mientras que el segundo, con su clásico estilo “arrecho”, aunque insulta a Francia y descalifica su actitud como una suerte de “pendejera masoquista”, se suma a las exigencias al gobierno, de soluciones inmediatas a la situación económica y social.

Esta polémica por Aporrea, en la “nata” de la discusión política pública, es sólo un indicio de lo que efectivamente está pasando en las profundidades de las bases populares del PSUV y el Polo Patriótico. Cabe esperar la proliferación de protestas laborales, de compradores, incluso de los CLAPS, Comunas y Consejos Comunales. Las críticas a la burocracia, como capa inepta y privilegiada, tienden a crecer y hacerse más bulliciosas.

Las fuerzas políticas de oposición, luego de la escisión electoral de la candidatura de Henry Falcón, que fue solamente una diferencia táctica, ya entraron en una lógica de nueva coincidencia con la línea injerencista de los Estados Unidos y sus aliados, los gobiernos de derecha de América Latina (el grupo de Lima), Europa y otros gobiernos. En este sentido, ya arrecian las sanciones económicas, los ataques políticos, las suspensiones de relaciones diplomáticas e incluso alguna aventura militar la cual, aunque sigue siendo remota una intervención directa de los Estados Unidos, sí puede materializarse en uno que otro incidente fronterizo. Por supuesto, es importante que Rusia y China insistan en el principio de la no intervención, pero tampoco hay que olvidar que, como buenas potencias, ellas tienen intereses más importantes que los afectos.

Frente a esto, ¿qué puede hacer el gobierno de la cúpula burocrático-militar? Ya hay un curso de acción en marcha y evidente: profundizar el rentismo minero-petrolero con dádiva populista, privatización de hecho de PDVSA mediante la ampliación de los contratos de servicios con el capital transnacional con la esperanza de que la circunstancial alza de los precios del petróleo saque al gobierno de las dificultades; entrega de la riqueza minera del Arco Minero del Orinoco sin reparar en los intereses nacionales, mucho menos en el ecocidio; jerarquización del pago de la horrible e inmensa deuda externa; continuación y profundización de la suspensión de facto de la institucionalidad mediante la “Asamblea Constituyente”; insistencia en “diálogos” con sectores empresariales.

Los desconocimientos políticos de las fuerzas de oposición crea una situación de legitimidad precaria y de crisis de hegemonía cada vez peor, puesto que el estado (ya no sólo el gobierno) cada vez pierde más credibilidad, se hace menos confiable en todos sus procedimientos, más sectario en el otorgamiento de compensaciones, los gobernantes se ven poseídos crecientemente por una mentalidad de “fortaleza sitiada” que los hace proclives a prácticas despóticas. El único argumento de legitimación del estado que va quedando, dada su centralización en una cúpula burocrático-militar, es la amenaza imperialista, el temor a la revancha de la derecha y la inexistencia de una opción, aparte del sentimiento de potencia que da emocionalmente estar juntos los cuadros en los actos de masa.

Por supuesto, ninguna de estas políticas ofrece solución a la hiperinflación, la recesión y el decrecimiento económico; mucho menos a la pauperización del pueblo, la migración masiva de los sectores medios profesionales, con el consiguiente colapso de empresas y servicios con requerimientos técnicos especiales como la electricidad, el agua; servicios públicos como la salud, la educación, las instituciones universitarias, ni hablar de los restos de las organizaciones científicas y tecnológicas, tan necesarias para imaginar algún “despegue” del país. Por el contrario, el rentismo populista dadivoso incrementa la brecha fiscal, devalúa en la práctica la moneda nacional, aumenta el circulante de dinero inorgánico, y todo ello refuerza esa situación de “guerra de todos contra todos” que caracteriza hoy a la economía venezolana. Nadie se cae a coba respecto a una solución inmediata, ni siquiera efectiva a mediano plazo. Es obvio que esto es el caldo de cultivo para la desintegración social y el aumento del poderío del crimen organizado.

¿Cuál sería el desenlace de estas tensiones cada vez más insoportables? Un desenlace puede pasar por una insubordinación significativa de alguna fuerza militar o una explosión social que hasta ahora ha sido conjurada por el buen sentido de las masas, que entienden que los saqueos y la represión, necesariamente masiva, va en contra de sus propios intereses, porque, aparte de las muertes a lamentar, afectarán todavía más el suministro de los bienes de primera necesidad.

¿Qué hacer? Frente a la incapacidad y la traición histórica de la cúpula burocrático-militar del madurismo y las intenciones injerencistas de la derecha, hay que construir otra opción popular que evite la destrucción definitiva de las esperanzas.



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Jesús Puerta


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