La dirigencia opositora destruyó la psiquis de su base electoral. La llevaron (interesadamente) a un estado de demencia total donde la frustración campea entre dar por hecho que Nicolás ganó y la ausencia total de autoestima sobre su propia existencia política.
William Serafino
La oposición se aturdió. Definitivamente. Reponerse le tomará un tiempo que no tiene y un esfuerzo del que no es capaz. Los errores están a la vista, solo su dirigencia aturrullada no los ve.
Sobre los resultados del domingo pasado hay en la revolución dos enfoques: fue una victoria pírrica; fue una victoria heroica. Puesto a elegir me inclino por la heroica, la embestida a que nos han sometido está a la vista. Ha sido un festival de agresiones económicas sádicas, un linchamiento mediático mundial, un proceso de corrupción interna… Y ocurrió que el pueblo no se amilanó ni se deprimió y el chavismo duro salió a votar entusiasmado, sin los titubeos de esa parte de la clase media que Aníbal Nazoa decía que se medio compromete cuando medio le conviene. No se debe desestimar a esas personas porque eso no se le hace a nadie, pero sobre todo porque significa que estamos fallando en varias fachadas, especialmente la comunicacional. Debemos aprender a hablar a ese sector que se pone peligrosamente cerca de algunos atributos menores de la burguesía, como la formación académica, ciertos niveles de consumo, que la hacen creerse burguesa. Y más yanqui que Trump, que hay que echarle. Es la más extraña y estúpida fantasía erótica que conozco, porque además es histérica. Les quitas el papel íntimo y añoran los 20.000 bombardeos que la OTAN propinó a Libia.
Venezuela es un país sitiado, asediado, acosado. En guerra. Pero no, porque en la guerra hay tiros para acá y tiros para allá. En esta solamente hay tiros para acá. Nos han quemado gente viva y calumnian que violamos los derechos humanos.
El gobierno tiene que continuar, intensificar y diversificar las políticas que ha venido poniendo en práctica para enfrentar el asedio, sobre todo porque ya comenzaron a arreciarlo. Pero no solo el gobierno, Nicolás ha pedido que no lo dejemos solo. No soy economista, así que no me pondré a decir necedades. Por eso estoy esperando instrucciones de quienes sí saben.