Lo que hace la pérdida de un celular

La terquedad es como un insomnio irreparable que el otro día es cuando nos damos cuenta que dormir bien hace falta y, así como un vicio de lealtad a mi eufemismo dinámico de ser siendo, que me entrego a la tranquilidad de todos los viernes de tragarme en horas del mediodía: un despeje de memoria en playa zaragoza-Margarita dentro de mi entumecida soledad que me domina. Y mantenido como ando de matar el tiempo en algo provechoso a la salud después, que taladré con mis huesos los setenta inocentes años de ese ir y venir de la isla a Caracas y viceversa, que entre olas que no te estropean y agua helada que te refuerza el alma de una dispersión insólita que en ese instante rememoras lo pasado y te etiquetas un futuro que sólo Dios sabe que será de nosotros -aunque haya de nuestra parte muy buenas intenciones- me zambullí sin pensarlo dos veces como siempre lo hago, como si estuviera dentro de la inmensidad de mis sueños que jamás recuerdo para que me sirven, pero sueño y, metido en esa playa soy un héroe que se distrae nadando sin ambiciones de traspasar otros horizontes que no estén a mi alcance que, sería más o menos soñar despierto, es decir, no me sumerjo en lo hondo por no ser un insólito personaje como Moisés de las aguas y no hay nada escrito que me dé el fin último de adivinar mi vida, por lo que me cuido más de lo que debo.

Y, playa zaragoza estaba hoy para mí solita como la mujer amada que te espera con los brazos abiertos y el corazón palpitante de libertad de tenerte cerca, por lo que no desaproveché el momento y me hice acompañar de un escocés de baja edad que no pasaba de los ocho años y, dos veces abusé de él con bastante hielo, y con una buena lectura de: "Los estados eróticos inmediatos" de Kierkegaard que cuando uno está en una playa solo se entretiene con lo musical que me sirve además, para desestimar un poco al pertinente escocés que se ha puesto difícil en Margarita últimamente, que por lo que veo a la isla entrará de contrabando, ya que la zona franca se perdió de vista de tanta subida súbita que nos deja a la deriva sin puerto que nos ampare, pero el caso es que soleado de alegría y purificado de sal marina, me entregué a la jerga de manifestar mi contento al aire libre y sin peligro alrededor llamé, a un hermano y nos encajamos una de buen rato que hasta de política con Maduro saltando entre los dos creemos de ambas partes que los discursos deben ser secundarios y manos a la obra que hay mucho que hacer y, tiempo que se va es tiempo perdido y la seriedad es lo primordial después del sonado triunfo, pero todo sigue más caro y, no vemos el pare como stop de los venezolanos que todos deseamos a millón que es de lo que se habla cuando salimos a comprar cualquier pendejada y, si seguimos con la alabancia de los discursos y con los mismos entreguismos y mismos avispados, corté allí al despedirnos y salí corriendo y me eché la tercera zambullida como quien dice de ida que vendrán otros días y, el hambre está en puerta y es poco lo que se puede comer que siempre tenemos hambre de lo mal que se come y en restaurantes como antes cuando era a pedir de boca, y ahora sólo los ricos poderosos que estoy lejos de ellos.

Recogí todo lo que llevé incluyendo mis caprichos de hablar solo como el que declama los pesares de sus inquietudes, y se persigna en consideraciones sin chuchería que masticar como cuando años atrás nos mandaban a la escuelita y aunque fuera un cambur nos metían en el bulto y sino una picha de comer, para endulzar la espera de estar presente en esos malos ratos que ahora son peores por esa guerra económica de nunca acabar, ni con nuevas elecciones y él mismo presidente no queda sino esperar y consolarnos que el sol de la playa también alimenta, aunque no engorde y canse, llegamos a la casa a calentar unos frijoles con plátano para finalizar la buena faena de un rato de playa, que todavía podemos cuando los conseguimos tirarle a la barriga un remordimiento frijolero sin huesos ni chuleta ahumada que amedrente la paz de las tripas en huelga de hambre permanente y, mientras salían de su frialdad y entraban en calor, busque el vergatario inteligente de los coreanos por urgencia de una receta de cilantro amortigua colon inflamado y vaya flaquezas que se me infló el corazón, las tripas se me enredaron de tristeza, el chip de mi alma se encogió y el ánimo se me fue a las nubes grises sin consideración que no sé si grité, o lloré, o zapatee o, me arranqué los pelos que no tengo, porque fue tanta la desesperación que sentí como si alguien muy afín a mí había desaparecido dentro de esa tragedia que me invadía que casi me mata de susto inoportuno, nada oportuno, un susto justo que pensé en mis hijos en mis amigos en Venezuela, en la Patria, y hasta pensé en el día que me soltaron al mundo llorando sin celular y, ya de allí venía mi llanto, me sentí aislado, embargado por los yanquis y sin poder comprar otro y, como un atrevido que sale a pelear con el mundo después, de registrar el carro y, hacerme una endoscopia cerebral determiné y, así fue, que lo había dejado en la playa puliéndose con mi mala memoria, para martirizarme que los olvidos sólo los humanos somos capaces de repetirlos bien seguidos, por lo que puse diez minutos hasta zaragoza a ver y comprobar que sólo Dios es capaz de todo, otro no puede ser, no señor o señora, y como un atleta de la vejez lo divisé tirado en la arena hablando solo y, volví a la vida que cansado y humillado dentro de mi alegría, playa zaragoza fue testigo cuando grité a todo pulmón: ¡Gracias Dios Mío! Y me abracé a él con todas las fuerzas de mi frenesí que me regresé corriendo y treinta minutos después, en mi casa me di cuenta que me vine a pie y dejé por olvido el carro botado en la playa.

 

 

 

 

 

 



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Esteban Rojas


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