El infame asesinato de un patriota llanero venezolano: Coronel Leonardo Infante. (I)

Por considerar que el asesinato por fusilamiento del Negro Infante, 26 de marzo de 1825, por orden expresa del colombiano Vicepresidente de la Gran Colombia Francisco de Paula Santander, encargado por varios años continuos de la Presidencia de ésta mientras el Libertador se encontrara por el Sur de nuestra América peleando contra las tropas española invasora. Fue mediante el juicio amañado e insolente de Infante la causa principalísima en la precipitación e influencia para que nuestro impertérrito guerrillero venezolano General José Antonio Páez, ello, por presentir que su vida se encontraba en un muy eminente y pronto peligro, y tal circunstancia es lo que en parte justifica su posición de traicionar el máximo sueño del Libertador Simón Bolívar; consolidar una nación de naciones. A continuación otro escrito sobre el valiente venezolano Coronel Leonardo Infante, son cosas que se han logrado encontrar, leer e investigar con la mayor objetividad posible.

 

La muerte física es un acontecimiento doloroso y si viene a ser desastrosa cambia el panorama de una vida fecunda y más cuando se refiere a ciertos hechos que llegan a ser noticia de valor. Por ello entra en la historia diaria de la trunca existencia como algo sorprendente, inesperado, que alberga realidades y resultantes en este caso sujetos a razón. Me refiero con ello al triste calvario lleno de crueldades e injusticias que sufriera durante varios e interminables meses un oficial venezolano, curtido Coronel, en tierras de Nueva Granada, que de por sí agriaran las relaciones tibias mantenidas entre Caracas y Bogotá por causas personales sobre la interpretación de los hechos acaecidos y porque tras de ellos corría una suerte de puja contra reloj por tener primacía entre los neogranadinos y los venezolanos que con sus apreciaciones y ángulos de visión dispares mantenían en suspenso y desencuentro. Cuando Simón Bolívar, el malquerido por ciertos grupos llenos de envidias y odios, aprovechando se hallaba lejos, por el Sur peruano, y porque ya se determinaban dos partidos antagónicos para el manejo de la Gran Colombia, o sea de tres países unidos en que el Vicepresidente General Santander (nacido en San Faustino, entonces territorio de Venezuela, y presentado en la cercana villa El Rosario de Cúcuta) ejerciera el mando a su disposición mientras el caraqueño triunfal se hacía más grande en el Chimborazo y en Junín esperando acabar por siempre con el terco Virrey La Serna.

De toda esta gama de inconformidades o desafueros que bullían en la mente más calenturienta de la capital de Colombia, en que muchos de los males se atribuían a los venezolanos allí residentes, porque buena porción de ellos provenían del combate guerrero anticolonial, del origen humilde como el CORONEL LEONARDO INFANTE nacido en Chaguaramal de Monagas el 28 de junio de 1798 e hijo de la pareja Juan de la Cruz Infante con Sebastiana Álvarez, negros libres ya manumisos y algunos hasta pendencieros o de baja instrucción pero valientes y curtidos en la lucha, es así como aparece en la altiplanicie de Bogotá un moreno oriental proveniente de las extensas llanuras maturinesas al oriente de Venezuela, curtido en las refriegas, sin vicios degradantes ni excesos especulativos, hecho a esfuerzos propios, arreador de ganados frente al majestuoso río Orinoco que a los quince años se enroló en la guerra a las órdenes de Santiago Mariño, como de Pedro Zaraza, para seguir con Páez y a punta de encuentros o acciones militares contra los españoles monárquicos. Infante se hallaba establecido en la capital de Colombia, inválido de una pierna por un percance ocasionado combatiendo en el río Quilcacé, al sur de Popayán, por lo que para caminar se apoyara en un rústico bastón y que por estas condiciones trágicas quizás en esa capital friolenta hacía una vida errabunda para calmar sus lágrimas internas y acaso luego de visitar a su novia andaba por mesones, tabernas y casas de juego dada su situación lisiada que le impidiera seguir los pasos tras el caballo de Bolívar. Para entonces tenía 25 años cuando el sábado 24 de julio de 1824, natalicio por cierto del Libertador, en el centro de la recatada Bogotá y bajo el puente del río San Francisco, en San Victorino, flotando sin vida apareció el cadáver del Teniente venezolano Francisco Perdomo; muerte ocurrida por un lanzazo.

Una vez abiertas las averiguaciones de rigor, de inmediato y sin medir consecuencias recayeron sospechas de este asesinato en la persona del Coronel Leonardo Infante, acaso por su manera de ser dicharachera o hablador y con quien había tenido algunas discusiones en cualquier sitio no santo de Bogotá, cuando se dijo que existían rivalidades entre ellos a causa de Cupido, es decir por la juvenil Marcela Espejo, joven de 15 años que coqueteaba con ambos. Y como las lenguas son sueltas en estos menesteres de la comidilla callejera, dado la inquina que se tenía hacia Infante, hombre de mal carácter, voluntarioso y altanero que había tenido unas palabras discordantes con el General Santander en tiempo de la Batalla de Boyacá, fue fácil para el supuesto tribunal nombrado a la ligera y sin fundamentos legales valederos como suficientes, basándose en dos mujeres alegres de vida licenciosa, declarantes de esos falsos supuestos y quizás con presiones ejecutivas desde arriba, para dictar auto de detención contra el nombrado Infante, quien desde un principio y ante las suspicacias producidas dijera que como guerrero en momentos de lucha había cometido actos propios de esos combates y hasta excesivos, pero que nada tenía que ver con le muerte salvaje de su paisano Francisco Perdomo. Es necesario resaltar que el primer tribunal nombrado para conocer del caso se componía de dos neogranadinos afectos a Santander y que desde luego sin mayores pruebas se condena en este caso al inocente Infante a la pena de muerte, en medio del calvario sicológico que por ocho largos meses sufriera el negro Infante, como sus amigos lo reconocían y quien no podía continuar viviendo porque "estaba decretado de antemano que habría de morir ya que el General Santander le odiaba debido a que entre chanzas y en alegres encierros mal puso su condición de militar"



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José M. Ameliach N.


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